La vida está llena de momentos duros y muchas personas acuden a su fe para entender por qué están pasando por esto y cuál es el objetivo de aquellos instantes oscuros.
Algunos de ellos elevan una plegaria al cielo, hablándole a Dios con sus propias palabras. Sin embargo, también existen aquellos que no saben cómo expresarse y necesitan un poco de ayuda. Para ellos, los salmos que se encuentran en la biblia pueden ser una gran opción.
A continuación, algunos salmos que pueden ayudarle a comprender mejor sus problemas y que también pueden convertirse en una guía y una luz de esperanza.
Salmo 13: “¿Hasta cuándo me tendrás olvidado, Señor?”
Cuando Dios parece estar tan lejos que casi dudamos de su existencia, nos sentimos tentados a abandonar la oración. Pensamos que la oración solo es buena si desbordamos de amor y de gratitud… y cuando nuestro corazón está triste, ya no oramos porque sólo nos llegan palabras amargas a los labios.
¿Y qué? ¿Por qué no decirle nuestra amargura al Señor? La Biblia está llena de estos gritos de desamparo y angustia. ¿No gritó el propio Jesús antes de morir: ‘Padre, ¿por qué me has abandonado?’.
Salmo 55 “Confía tu suerte al Señor, y él te sostendrá”
Dios quiere aliviarnos de toda nuestra carga. Solo nos pide una cosa: que le permitamos hacerlo. Que no nos avergoncemos de entregarle todo, incluso lo que nos humilla, lo que nos parece despreciable, incluso repulsivo.
Una sola fruta podrida puede contaminar toda una caja de fruta sana: un solo germen podrido que no nos hemos atrevido a presentar al Señor es suficiente para llenarnos de tristeza y amargura.
Salmo 37 “Encomienda tu suerte al Señor, confía en él, y él hará su obra”
Cuando ya no sabemos dónde estamos y la ansiedad nos hace caer en la noche, esforcémonos más que nunca en encomendar nuestra suerte al Señor, cumpliendo su voluntad paso a paso, a través de las pequeñas cosas de la vida cotidiana. Esforcémonos por vivir plenamente el momento presente, sin preocuparnos por el resto. Lo único que importa, lo único que depende de nosotros, es que hagamos la voluntad de Dios aquí y ahora. El resto le pertenece a él. ¡No nos atormentemos innecesariamente! Busquemos el reino de Dios y todo lo demás nos será dado.
Comenzar a orar puede no ser fácil, pero con el paso del tiempo llega a convertirse en una experiencia gratificante y llena de paz. Si aún no sabe cómo empezar a hacerlo, aquí hay unos sencillos consejos para ayudarle:
- Encuentre un lugar tranquilo: para orar, lo ideal es hacerlo en silencio y sin interrupciones. Puede hacerlo en espacios de su casa como un jardín o una habitación alejada de las zonas sociales, o tal vez, podría preferir una iglesia.
- Establezca un tiempo: busque el mejor espacio del día para orar. Esto dependerá de sus preferencias y agenda. Por ejemplo, hay aquellos que gustan de hacerlo en la mañana, pues es una buena manera de empezar en el día. En cambio, hay otros que lo hacen en la noche, pues quieren dar gracias o reflexionar sobre lo que pasó durante la jornada.
- Exprese gratitud: lo mejor que se puede hacer al comenzar la oración, es dar gracias por todo lo bueno que se tiene.
- Hable desde el corazón y escuche: cuando ore, sea sincero y muestre todo lo que siente, tanto sus alegrías como frustraciones. Luego de eso, tómese el tiempo de escuchar sus pensamientos. A veces, la respuesta puede venir en forma de intuición, inspiración o simplemente un sentimiento de paz.
- Sea constante: la oración es una práctica que puede fortalecerse con la constancia. Establezca un horario y mantenga esa rutina.