La historia de Sam Harris Altman es tan curiosa y asombrosa como su invento, ChatGPT, un robot o inteligencia artificial que permite crear obras de arte o literarias y ensayos, y que es capaz de mantener un diálogo con un ser humano sobre cualquier tema, con un tono más informal o serio, dependiendo de las órdenes que este le imparta.

Se dice que la mente detrás de la empresa de inteligencia artificial OpenAI, está diagnosticado con el síndrome de Asperger; que aprendió a programar a los 8 años, en su Macintosh de Apple, a los 13 ya diseñaba páginas web y experimentaba con códigos. Y que salió del clóset ante toda la comunidad escolar (en la secundaria John Burroughs), después de que un grupo cristiano boicoteara una asamblea en su colegio que trataba de sexualidad.

Sam Altman durante su paso por París habla sobre los retos y desafíos de ChatGPT y su disposición para regularlo. Foto: JOEL SAGET / AFP | Foto: AFP or Licensors

El secreto de Sam

El tímido y poco sociable hijo de la dermatóloga Connie Gibstine, criado por una familia judía en Chicago, Misuri, Estados Unidos, le confesó a The New Yorker que “crecer siendo gay, en el Medio Oeste en los años 2000, no era algo precisamente idílico, pero encontrar las salas de chat de AOL me ayudó. Tener secretos a los 11 o 12 años no es nada bueno”.

Su propia web, Chat GPT, cuenta que no terminó sus estudios; a los 19 años abandonó su carrera de informática en la Universidad de Stanford en 2005 para dedicarle tiempo al desarrollo de Loopt, una aplicación móvil que permite ubicar a otras personas en tiempo real. Dicha idea se le ocurrió mucho antes de que existieran Facebook, Twitter o WhatsApp y alcanzó una valoración de más de US$ 175 millones. Sin embargo, debido a la poca aceptación del público, Sam vendió el proyecto por US$ 45 millones.

Personalidad tipo INTTJ-5w6

De acuerdo con Personality Database, el portal que recopila los datos de las personalidades de los famosos, la forma de ser de Altman “es tipo INTJ-5w6″, que en lenguaje humano quiere decir que “extremadamente metódico y empírico”, a menudo comprueba la efectividad de sus ideas para obtener una retroalimentación. Además, defiende a capa y espada, el método científico.

En términos astrales, este hombre de ojos verdes, cabello castaño, que lleva a menudo desordenado, y de 1.73 metros de estatura, según su fecha de nacimiento, un 22 de abril, hace 37 años, “posee una de las auras más fuertes del Zodiaco. Osado y tenaz, no es de las personas que tire la toalla fácilmente y siempre está dispuesto a lograr sus propósitos”.

Como una persona muy enfocada y con un alto nivel de concentración, lo describe el científico Danny Gómez Ramírez, profesor en la Institución Universitaria Pascual Bravo, de Medellín. “Es medianamente introvertido porque dedica horas y horas de trabajo continuo a temas de tecnología, lo cual requiere un cierto tipo de aislamiento”. Pero a la vez, es lo suficientemente extrovertido para poder crear sus empresas en las que tiene contacto con inversionistas. “Es muy astuto en modelos de negocios. Tiene una mezcla peculiar en sus actitudes”.

Pagó para morir y vivir eternamente

Todo lo que se refiere a Sam Altman puede sonar descabellado, en especial que haya desembolsado 10 mil dólares para le dieran vida eterna, al igual que el personaje de Johnny Depp en Trascendence; pero pasa en las películas y pasa en la vida real... de este genio multimillonario.

De acuerdo con MIT Technologic Review, gracias a dicha suma, él ingresó en la lista de espera de un servicio que digitalizaría su mente en el futuro y permitiría volcarla en un ordenador.

¿Cómo? A través de una intervención quirúrgica que supondría su muerte. Tal como sucede en la película estadounidense de ciencia ficción y suspenso de 2014 en la que se trabaja para crear una máquina que posea consciencia colectiva y autosuficiente. “Asumo que mi cerebro se preservará en la nube”, ha dicho el creador de Y-Combinator, programa que financia compañías tecnológicas innovadoras.

Desenfadado en su forma de vestir, en sus conferencias por España se le ha visto en bermudas y zapatillas, jeans y chaquetas; sigue una dieta vegetariana y practica el ayuno intermitente. Siente una preocupación profunda por las mayores necesidades de la humanidad actualmente, pero también por los riesgos de la vida en la tierra relacionados con la guerra y los virus.

Su madre le contó a The New Yorker que es “cibercondríaco”, es decir, que googlea enfermedades cuando le duele una uña. “Sam guarda muchas cosas en su interior, a veces me llama y me dice que le duele la cabeza y que lo ha buscado en Google, así que también tiene algo de hipocondría. Tengo que asegurarle que no tiene meningitis ni linfoma, que solo es estrés”.

Suele hablar de profecías apocalípticas, y trinar en muchas ocasiones sobre el fin del mundo: “Tema de debate popular entre mis amigos: ¿el fin del mundo será por biología sintética, IA o escasez de energía/guerra?”.

OpenAI CEO Sam Altman addresses a speech during a meeting, at the Station F in Paris on May 26, 2023. Altman, the boss of OpenAI, the firm behind the massively popular ChatGPT bot, said on May 26, 2023, in Paris that his firm's technology would not destroy the job market as he sought to calm fears about the march of artificial intelligence (AI). (Photo by JOEL SAGET / AFP) | Foto: AFP or licensors

Mucho antes de la pandemia, ya se había unido a la comunidad preparacionista o prepper, que se alistan para sobrevivir a un hipotético fin del mundo en la Tierra, el Doomsday. En 2016 dijo estar listo para enfrentar “un virus sintético letal, una guerra nuclear, o un eventual ataque de la IA contra los humanos. Tengo armas, oro, yoduro de potasio, antibióticos, baterías, agua, máscaras de gas del Ejército israelí y un gran trozo de tierra en Big Sur —región poco poblada de California—, al que puedo volar”.

Y lo dice en serio, porque entre sus hobbies, está alquilar aviones para pilotearlos y sobrevolar California. También cuenta con una colección de coches de carreras, entre ellos un par de McLaren y un Tesla antiguo.

Según él, sólo recibe la seguridad social de OpenAI y no lo motiva el dinero. En 2016 aseguró que no necesita mucho para vivir bien: su casa en San Francisco y una reserva de 10 millones de dólares, cuyos intereses anuales le permitirían cubrir sus gastos. El resto de sus ingresos, dice, serán destinados a mejorar la humanidad.

Salió con Nick Sivo, cofundador de Loopt por nueve años, pero rompieron después de vender la firma. Su pareja actual es Oliver Mulherin, ingeniero de software australiano.

Sam Altman se presentó ante los senadores estadounidenses para hablar de la regulación de ChatGPT. | Foto: Afp

Ellos se juntan

Sam Altman se autodenomina “demócrata”. En 2016 hizo campaña contra Donald Trump, con quien tuvo diferencias sobre el cambio climático y la igualdad salarial.

Dos años después presentó un proyecto para mejorar la vivienda y la sanidad, y se llegó a decir que se presentaría a gobernador de California.

Pero, a cambio, recogió fondos para el candidato a las primarias demócratas Andrew Yang, y acabó donando 250.000 dólares a la campaña del ganador, Joe Biden.

Si bien no ha respondido al llamado de la política, y que el dinero, dice, no le interesa, es bien sabido que el poder le atrae.

No en vano fue destacado como el principal inversor menor de 30 años por Forbes en el año 2015, ha desembolsado su dinero en importantes empresas como Reddit, Airbnb, Stripe, Pinterest, Zenefits, True North, Shoptiques, Instacart, Verbling, Soylent y Change.org, entre otras.

Y aunque, como ya lo dijimos anteriormente, desertó de sus estudios en aras de desarrollar sus propias ideas, en 2017 recibió un título honorario de la Universidad de Waterloo de Canadá.

Un visionario

Hoy en día es empresario, inversor, programador y bloguero. Y títulos le sobran. En 2008 fue nombrado por Bloomberg BusinessWeek uno de los ‘Mejores jóvenes emprendedores en tecnología’ y en 2011 se convirtió en socio de Y Combinator, la empresa que se dedica a apoyar startups.

En 2015 unió su visión con la de Elon Musk para crear OpenAI, empresa dedicada a la investigación y desarrollo de proyectos basados en inteligencia artificial (IA) benéficos para la humanidad.

Ambos cerebros han estado detrás de varias iniciativas: Sam fue miembro de la junta directiva de Tesla (2014-2018) y ha colaborado para Neuralink, la compañía de neurotecnología.

“Sam Altman es un visionario del mundo de la tecnología, antes de cofundar OpenAI con Elon Musk —multimillonario creador de Tesla, que envía naves espaciales y es el dueño de Twitter—, Altman, quien es desarrollador, entró a una aceleradora de emprendimientos de startups, que es la más grande del mundo, llamada Y Combinator, en California. Y allí ha desarrollado varios de los nuevos emprendimientos, colombianos como Bl Platzi, Rappi, recibieron sus acertados consejos. Pero en 2015 se retira de esta y junto a Musk y otros inversionistas crean OpenAI con el objetivo de desarrollar tecnologías de inteligencia artificial”, explica Víctor Solano, periodista, consultor en reputación y comunicación.

El millonario al que todos miran

El gran aporte que estos líderes tecnológicos han hecho junto a Altman, argumenta Solano, es que “aunque la inteligencia artificial viene desarrollándose desde los años 50, ellos la pusieron accesible para cualquiera de nosotros, y de manera gratuita. Desarrollaron ChatGPT, la herramienta que ha hecho popular la IA, porque podemos hacerle preguntas, tiene un lenguaje natural al responder, y además, idearon Dalí, para crear imágenes a partir de instrucciones que le demos”. Por esas razones, Altman hoy es el millonario al que todos miran, según Solano.

El también presidente del consejo de Helion y Oklo, dos empresas de energía nuclear, durante la pandemia de Covid-19, financió y colaboró con el Proyecto Covalence, en apoyo de los investigadores para lanzar ensayos clínicos.

Un mundo nuevo

Sam suele dudar de todo lo que crea. Él ha revelado que tiene un proceso interno en el que “tratamos de romper las cosas y estudiar los impactos. Recurrimos a auditores externos. Tenemos equipos rojos externos. Trabajamos con otros laboratorios, tenemos la seguridad de que las organizaciones miran cosas que ChatGPT va causar o está causando”.

Es consciente de las dudas que genera esta IA: “Entiendo por qué los educadores sienten lo que sienten (...) Puede haber formas de ayudar a los profesores a ser un poco mejores para detectar cualquier texto de un sistema tipo GPT. Pero honestamente, una persona decidida va a lograr sortear estas dificultades, no creo que sea algo en lo que la sociedad pueda confiar. Ahora estamos en un mundo nuevo”, argumentó Sam frente al impacto de ChatGPT en la educación.

Altman está convencido de que “los humanos nos adaptaremos” a estos nuevos avances, por ello constantemente está innovando.

Reducir el riesgo de extinción

Sin embargo, este martes, un grupo de industriales y expertos del sector tecnológico, a nivel mundial, emitió un comunicado en el que se asegura que los líderes mundiales deberían dedicarse a reducir “el riesgo de extinción” que supone la inteligencia artificial.

El mensaje, de apenas una línea, fue firmado por docenas de especialistas, incluido Sam Altman, cuya empresa OpenAI creó el robot conversacional ChatGPT, que puede mantener un diálogo con un ser humano sobre cualquier tema.

La inteligencia artificial debería ser “una prioridad mundial junto a otros riesgos para la sociedad como las pandemias o la guerra nuclear”, se consigna en la breve misiva.

Por su parte, Altman tiene una visión optimista y prudente frente a la tecnología, pero a la vez es consciente de que se tiene el riesgo de que se desvíe. Reconoce los desafíos de la IA. También es de los que piensa que si se saben controlar los desarrollos y se tiene un uso adecuado, benefician a la humanidad.

Poco se habla de su familia, pero se sabe que tiene un hermano, Jack, cofundador y CEO en Lattice, una plataforma de gestión de empleados, y que junto con su hermano Max, los Altman lanzaron un fondo en 2020 llamado Apollo que se centra en la financiación de empresas enfocadas en moonshots, arriesgadas en lo financiero, pero con mucho potencial disruptivo.

Filántropo, maestro de jóvenes emprendedores, Sam es un modelo a seguir, como para él lo fue Steve Jobs, creador de Apple. A sus 37 años da conferencias y consejos sobre emprendimiento, innovación y tecnología. No para y quiere llegar más lejos.

De gira mundial

Como si se tratara de un rockstar —lo es pero en la tecnología—, Sam Altman está recorriendo el mundo con su OpenIA Tour, concretamente 16 ciudades en cinco continentes, sosteniendo reuniones cara a cara con jefes de Estado, desde Brasil a Nigeria, pasando por Europa y Asia, el jefe de OpenAI y creador de ChatGPT, con un objetivo, calmar los nervios de quienes sienten pasos de animal grande por los riesgos que conlleva la inteligencia artificial.

Su misión es advertir acerca de proyectos de regulación, quizá demasiado restrictivos.

Se le ha visto arribar de jeans, camiseta y chaqueta a las universidades para dictar conferencias, e incluso apareció en una reunión en la que el grupo Bilderberg —el discreto club de dirigentes políticos y económicos mundiales—, celebró en Lisboa la semana pasada.

Así se ha ganado el estatus de gurú mundial de la inteligencia artificial, a raíz del éxito exorbitante de su robot conversacional ChatGPT.

El indefenso robot

Pero no todo es gloria para Altman. Después de haber soltado al mundo tremenda bomba tecnológica, debe responder a los temores de muchos frente a los estragos que podría causar el que parece un ‘indefenso robotcito’: desinformación, manipulación de elecciones, destrucción masiva de empleos, robo a creadores e, incluso, toda una amenaza global para la humanidad.

Ya Europa y Estados Unidos están estudiando regular el sector, allí numerosas personalidades pidieron en marzo una pausa en la investigación e Italia suspendió ChatGPT tres semanas por uso no consentido de datos personales.

Los países del G7 decidieron crear un grupo de trabajo y, en Bruselas, el comisario europeo Thierry Breton sugirió poner en marcha rápidamente un pacto sobre la inteligencia artificial (IA). Altman anunció en Twitter que preveía reunirse con usuarios y reguladores durante su gira.

“¡Regúlenme!”

Su campaña de seducción empezó con una comparecencia ante los senadores estadounidenses el 16 de mayo pasado, donde causó sorpresa al exclamar: “¡regúlenme!”.

Se adelantó a todos al declarar que lo que más miedo le da es que “la IA pueda causar importantes daños al mundo” y propuso crear una agencia mundial de regulación.

También explicó que se podrían crear numerosos empleos y recalcó los riesgos que podría entrañar una regulación demasiado estricta pues, “si la industria estadounidense se ralentiza, China o cualquier otro podrán avanzar más rápido”.

Se mueve como un político ansioso de votos. Al día siguiente de aquella presentación ante el Senado estadounidense, viajó a Rio de Janeiro, luego fue a Lagos (Nigeria) y a Lisboa. Ya ha visitado Madrid, Londres, París, Varsovia y Múnich. Para proseguir a Tel Aviv, Dubái, Nueva Delhi, Singapur, Yakarta, Seúl, Tokio y Melbourne.

Por cada ciudad por donde pasa, repite su discurso, una mezcla de optimismo y advertencia, señalando siempre que “la IA no escapará al control humano”.

“En (el grupo) Bilderberg, daba un poco de miedo. También prometió estar buscando un país en el que implantar su sede europea”, agregó un funcionario que estuvo presente en la reunión.

Recibido como un jefe de estado

En París, Varsovia y Madrid fue recibido como si fuera un jefe de Estado, y se reunió con el presidente francés Emmanuel Macron y con los jefes de gobierno polaco y español Mateusz Morawiecki y Pedro Sánchez, para hablar de oportunidad económica, pero también de regulación.

En una universidad de Nigeria, Altman prometió el resurgir de empresas emergentes e intentó revalidar allí la opaca imagen de OpenAI, que recurrió a trabajadores africanos baratos para entrenar el modelo de lenguaje de la aplicación.

En Rio, en el Museo del Mañana, defendió la necesidad de regular, pero insistió en que espera que ChatGPT dé lugar a un avance científico real y mejore la vida de la gente”.

Allí, el alcalde de Rio de Janeiro, Eduardo Paes le entregó las llaves de la ciudad.

En Londres, acudió a la University College, donde una fila de alumnos deseosos de escucharlo, se confundió con un puñado de manifestantes que insistían en no “permitir r que multimillonarios de Silicon Valley con complejo de Mesías decidan lo que queremos”, como lo expresó a los medios un estudiante.

Y Altman lanzó su profecía “que OpenAI podría dejar de operar en la Unión Europea si el futuro reglamento le imponía demasiados límites. Intentaremos adaptarnos a él, pero hay límites técnicos de lo que es posible”, aseguró a Time Magazine, para acotar que tiene muchos “peros” frente al proyecto de normativa europea.