Woody Allen es conocido como una de las mentes brillantes de la historia del cine. Son pocas las personas que no han visto, por lo menos, una de sus películas, rodeado por la comedia, los personajes masculinos con poca virilidad y, para muchos, dando un papel ‘hermoso’ a los personajes femeninos.

Ahora, a sus 86 años y con 49 producciones, el cineasta de origen judío ha manifestado que, después de su película número 50, quiere descansar por un tiempo de los reflectores y dedicarse a la publicación de su libro de cuentos.

“Mi próxima película será la número 50. Creo que es un buen momento para detenerse. Mi idea, en principio, es no hacer más cine y centrarme en escribir estos cuentos y, bueno, ahora estoy pensando más bien en una novela, que sería la primera”, comentó en una entrevista al medio internacional Vanguardia.

En esta ocasión, Allen ha optado por retomar el ambiente romántico y bohemio de París, pero además el filme tendrá un lado oscuro semejante a uno de sus grandes éxitos. “Será parecida a Match Point, emocionante, dramática y además siniestra”.

Él es el director de cine que más ha hecho caminar a las parejas enamoradas. La idea de hablar y solucionar cualquier situación mientras se da una vuelta a la Gran Manzana, porque, dice, es justo en ese momento en el que se dicen las cosas más bellas. Amor, humor y diálogos inteligentes es una manera de definirle por los ingredientes de sus películas, una fórmula con la que se ha ganado el corazón de millones de seguidores en el mundo.

Entre sus producciones más taquilleras se encuentra ‘Midnight in Paris’, el filme reunió más de US$150 millones en ganancias y obtuvo varias nominaciones en los Premios Óscar, siendo galardonada en la categoría de Mejor Guión Original.

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Y la historia de un amor de tres en las calles de Barcelona, de cómo un hombre completamente normal (Javier Bardem) conquista a dos mujeres totalmente distintas (Penélope Cruz y Scarlett Johansson), es la segunda película más taquillera de Allen. La cinta Vicky Cristina Barcelona consiguió recaudar US$96,1 millones, y con ella, Penélope Cruz ganó el Óscar a Mejor Actriz Secundaria.

El primer acercamiento de Woody Allen con el cine fue Blanca Nieves y los Siete Enanitos, cuando tenía 3 años, y aunque no fue desde niño que decidió que el arte sería su profesión, a los 15 años cambió su nombre de Allen Stewart Konigsberg a Woody Allen, y tres años después se matriculó en la Universidad de Nueva York para estudiar cinematografía.

Pero al suspender un curso de producción abandonó los estudios, tras un semestre en las aulas universitarias, para dedicarse a escribir para el comediante David Albert. “Es un hombre que tiene un gran intelecto creativo, lo cual hace que la mayoría de sus personajes tengan gran impacto en el público”, explica José López, cineasta.

Hitchcock, Fellini, Bergman, son algunos de los cineastas que Allen refiere en sus películas. Lo hace de manera respetuosa y guardando el cuidado necesario, para proponer su propio estilo.

Sus propuestas cinematográficas se caracterizan por estar cargadas de preguntas fundamentales sobre el sentido de la existencia y los valores morales y teológicos, las historias suelen venir de situaciones comunes y diversas, lo cual lo ha llevado a trabajar con reconocidos artistas.

“Tiene una carrera variada: musicales, de terror, principalmente comedia, y esto hace que sea un director querido por todos”, dice López.
Algo que comparte Juan Carlos Romero, crítico y docente de cine, quien considera a Allen como el último gran dramaturgo norteamericano.
“Termina siendo ese psicoanalista de las décadas de los 60, 70, 80, con una carrera muy prolífica y una mirada profunda a partir de la ciudad de Nueva York y sus múltiples lecturas. Pero también de esas relaciones humanas en este contexto, a partir de la melancolía, la depresión, los amores fortuitos, todos estos sentimientos que fueron abordados magistralmente en cada una de sus obras”, sostiene.

Uno de los puntos a resaltar en las películas de este director, que ha ganado en distintas ocasiones los Premios Óscar, es la profundidad de sus monólogos, las reflexiones sobre la vida y las preocupaciones frente a la muerte, que suelen conectarse con el público.

Tanto sus guiones, como libretos y novelas han sido aclamados en el universo del arte, es por eso que sus seguidores se encuentran ansiosos por la entrega de su próximo libro de cuentos, los cuales han sido dignos de ser convertidos en películas, como Leyendas Hasídicas, El Cuento del Lunático y El Alce, entre otros.

De hecho, hasta el controversial actor Alec Baldwin, quien ha estado en el ojo del huracán luego del disparo que mató a su directora de fotografía Halyna Hutchins en un set de rodaje, hace poco presentó una entrevista virtual con Allan para hablar de libro humorístico ‘Zero Gravity’. Esta entrevista contó con una audiencia de al menos 2700 personas.

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Un curioso Allen

Cada vez que alguien recuerda el nombre de Woody Allen, su brillantez cinematográfica les remite a grandes producciones como Annie Hall (1977), Manhattan (1979), Hannah y sus Hermanas (1986), Crimes & Pecados (1989) y Medianoche en París (2011), entre otras. Sin embargo, no solo su talento para el cine ha dado de qué hablar y ha generado gran recordación.

De joven no fue un alumno ejemplar, pues la escuela no era su fuerte, y aunque era retraído y ensimismado muchas veces, no fue el más aplicado. Estudió en una escuela hebrea, luego en una pública y al entrar a la universidad de Nueva York solo logró quedarse por un semestre.
Aprendió a tocar el violín siendo aún muy niño, en ese entonces amaba la magia y los chistes, pero no más que la música, por lo que al cumplir 17 años decidió cambiar su nombre de forma oficial por el de Woody Allen, en homenaje al músico Woody Herman. No obstante, de su afición por los trucos solo pudo decir que fue una “colosal pérdida de tiempo”.

Y sobre su otro talento, ni hablar. Comenzó a escribir chistes para una columna de periódico, por lo que ese rol cómico le llevó en 1955 a ser seleccionado para formar parte del Programa de Desarrollo de Escritores de la NBC. Recibía en compensación 25 dólares semanales.

Al crecer, se inclinó por el clarinete, y su afinidad con este instrumento ha llegado a ser tal, que incluso ha tocado con la banda The New Orleans Jazz Band. Cabe decir que su gusto comenzó tan en serio que creó los lunes de música desde 1972. Primero tocó con su banda en el Micahel’s Pub, de Nueva York, y luego se trasladó al Café Carlyle, donde aún es común verlo.

Entre sus múltiples curiosidades, quizá la menos entendible sea que no es fan de su propio trabajo, por lo que una vez lanza sus películas, nunca más las vuelve a ver.

“Nunca he estado satisfecho con una película que haya hecho. Las hago, termino, y listo. Hice mi primera película en 1968 y nunca la he vuelto a ver. Me da escalofríos cuando las veo”, confesó alguna vez a un reconocido medio internacional.

Y ahora que quiere dedicarse de lleno a la escritura, al parecer lo piensa hacer en la misma máquina de escribir que compró hace 60 años. Esto debido a que no le gustan las computadoras, jamás ha enviado un correo electrónico y mucho menos escrito sus guiones en ella.

La tecnología y él solo tienen una relación musical. “No soy bueno técnicamente. Tengo un teléfono móvil, pero es muy limitado. Sé lo siguiente: puedo hacer llamadas y mi asistente me puso dentro todos mis discos de jazz”.

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Más que ficción

Durante la década de los 80, Woody Allen y Mia Farrow formaron una de las parejas más famosas del Hollywood en Nueva York. Mia participó por lo menos en 13 de las películas del cineasta. La relación parecía ser una de las más estables del espectáculo. Cuando estas estrellas de cine se conocieron, ella tenía 7 hijos, 4 adoptivos y 3 de su antiguo matrimonio con André Previn.

Aunque Allen manifestó públicamente que no se encontraba interesado en ser padre, con el paso del tiempo la pareja tuvo dos hijos más, uno propio, Ronan, y Dylan Farrow, quien fue adoptada a días de nacida.
La relación con Dylan sobresalía, puesto que el actor pasaba mucho tiempo con la pequeña, incluso familiares y amigos cercanos a la pareja manifestaron que consideraban inapropiada la forma como él la trataba. Pero para Allen era simplemente su manera de darle amor a su hija. “Me pareció adorable y pasaba tiempo con ella, encantado de ser su padre”, escribió en su libro autobiográfico A Propósito de Nada.

Tras 12 años de relación, la vida privada de la pareja se convirtió en un drama mundial, con acusaciones de abuso sexual, incesto y una lucha de poderes que dejó como resultado la salida de Allen del mundo del cine en Estados Unidos y una historia con muchos cabos sueltos.

En 1992, Mia acusó a Allen de abusar sexualmente de Dylan cuando ella tenía 7 años. En un discurso público, Allen negó rotundamente haber abusado de su hija adoptiva. Pero agregó que estaba enamorado y mantenía una relación con una de las hijas adoptivas de Farrow, Soon-Yi, quien en ese momento tenía 21 años y él.

Según Woody, las acusaciones de abuso sexual a su hija fueron orquestadas por Mia, al darse cuenta de que él se había enamorado de una de sus hijas adoptivas. “Tenía una rabia terrible, me amenazó de muerte, me dijo que me iba a sacar los ojos. Me envió una tarjeta de San Valentín con una foto de la familia atravesada por agujas”, comentó a la revista 60 Minutos.

Además, en varias ocasiones, Allen acusó a Mia de abusadora con sus nueve hijos, especialmente con Soon-Yi.

Por su parte, Mia presentó varios videos de la pequeña donde contaba cómo su padre abusó de ella mientras sus hermanos jugaban en el lago.
El controversial caso se robó la atención de los medios. Aun después de casi 30 años, la historia sigue dividiendo el mundo del cine.

En 2014, Dylan publicó una carta abierta donde expresó sus temores y el dolor que cargó por tantos años por el abuso de su padre. “Woody Allen es una prueba viviente de que nuestra sociedad no se porta bien con los supervivientes de abusos y agresiones sexuales. Por eso, imagínense a su hija de 7 años, imagínense que Woody Allen se la lleva al ático. Imagínense un mundo que aplaude a su atormentador”.