Quién diría que lo que hoy es considerado como ‘Sex slow’, proviene de lo que se denominó el movimiento slow, que nació en Italia hace un centenar de años, como una filosofía de vida que promovía vivir todo con más calma. Una corriente que, poco a poco, se fue extendiendo a diversas prácticas cotidianas, incluyendo el sexo.
Pero, aunque esta sea para algunos amantes un aliciente a sus relaciones, pocas parejas suelen recurrir a ella, pues están dispuestos a sacrificar el placer y el disfrute, por mantener la premura del acto mismo.
“Todavía la sexualidad sigue teniendo un ritmo mucho más acelerado y está mucho más enfocado en lo que es la búsqueda del placer en términos de la descarga de la excitación y de conseguir la respuesta del orgasmo, con lo cual es una práctica que posiblemente esté ganando adeptos, pero de ahí a que se convierta en algo habitual, estamos muy lejos”, dice el sexólogo y terapeuta de pareja, Ezequiel López Peralta.
Para él, mucha gente asocia el slow sex con otras conceptos similares, como el Tantra, claro que este tiene un trasfondo espiritual y religioso, pero lo cierto es que en sí misma, esta práctica (el sexo lento), no es otra que, darle a la sexualidad la importancia que merece. “Es el tiempo que tomas para contemplarte con tu pareja, conversar y provocarte, para jugar, para conectarte con cada uno de los sentidos: acariciar, besar, oler, no hay un tiempo establecido, pero definitivamente hay una actitud, una conciencia plena para tomarse las cosas con mucha calma”, señala López Peralta.
Ahora bien, diversos estudios señalan que existen varios beneficios al practicar la sexualidad con detenimiento, pero también cuáles son los perjuicios que trae consigo intimar estresados. Así las cosas, se sabe que el estrés durante las relaciones sexuales puede afectar negativamente tanto a nivel físico como psicológico y fisiológico. A nivel físico, un encuentro apresurado puede desencadenar dolores de cabeza, cansancio generalizado y tensión muscular, además de producir insuficiencia de erección, ausencia de secreción vaginal o eyaculación precoz.
Y entre sus beneficios, explica la sexóloga Ana Cristina Mallarino, que intimar de esta forma, permite conocerse en pareja, saber qué le gusta o no al otro, y a sí mismo, a la vez que se descubren los cuerpos, “Esta es una práctica que permite desgenitalizar la relación, no pensar que lo más importante es el coito y que el fin último de la sexualidad es el orgasmo”.
Consejos prácticos:
Para Ana Cristina Mallarino, psicóloga y terapeuta de pareja, hoy las parejas son cada vez más conscientes de agregar más juego y fuego a su relación. Una donde el preámbulo y el disfrute tengan prevalencia, por lo que para ella es necesario primero entender que el enemigo número uno de la sexualidad es el afán, pues éste provoca en las relaciones de pareja: aburrimiento, monotonía, poca motivación e incluso pereza sexual.
Para ella es fundamental que se varíen las formas de empezar el encuentro íntimo, pues son muchas las maneras. “Darse una ducha juntos, hacerse un masaje, acariciarse con un objeto, una pluma, por ejemplo, tener algún lubricante comestible e incluir siempre los besos y las caricias, y permitirse disfrutar del cuerpo de la pareja”.
“No hay que olvidar que la piel es el órgano más extenso del cuerpo, con miles de terminales nerviosas, así que necesitamos aprender a descubrir esa biografía corporal, dispuesta siempre al disfrute en pareja”.
Otra de sus recomendaciones, dice la experta, es aprender a comunicarse abiertamente. “No esperar que sea nuestra pareja quien nos busque, tomar la iniciativa y atreverse a pasar un momento especial también es necesario. Propiciar un encuentro donde haya ingredientes adicionales como frutas, un buen vino, etc., Y disfrutar de un gran momento sin afán, sin correr, sin pensar en que la penetración debe ser el fin. Recuerden, el orgasmo es una consecuencia de todo el placer que podemos sentir a través de un encuentro sexual”, concluye la experta.