Yeison Jiménez, reconocido como uno de los artistas más influyentes de la música popular colombiana en la actualidad, fue el invitado más reciente en el pódcast Los hombres sí lloran, presentado por el actor Juan Pablo Raba.
Durante su participación, compartió varias experiencias que han dejado huella en su vida y que han contribuido en su proceso como cantante.
Una de las historias más impactantes estuvo vinculada con el consumo de sustancias, ya que, debido al entorno en el que creció, estuvo expuesto a numerosos riesgos, especialmente durante su niñez y adolescencia.

“Mi casa era un desastre total porque al tú ser tan pobre siempre llegas a barrios muy humildes, y al llegar a barrios muy humildes, siempre te encuentras con personas a las que la sociedad las ha llevado a ese rincón. Yo crecí entre bandidos, ladrones, put**, vendedores de trago, vendedores de droga, yo crecí en ese ambiente”, dijo el intérprete de Vete, Aventurero y Ya no mi amor.
El artista relató cómo fue su primer contacto con las sustancias alucinógenas y las sensaciones incómodas que estas le provocaban.
“La primera vez que yo pruebo una droga, tenía 14 años. Estoy en la terraza de un tercer piso con cinco manes, que estaban más grandes que yo (...) Uno de esos muchachos, que era bien ‘maluquito’, nos coge con un vidrio y tenía coca y me dice ‘échese un pase´”.
En ese instante, Yeison respondió que no. Sin embargo, uno de los presentes en el lugar lo intimidó, amenazándolo con lanzarlo por el balcón si no accedía a seguir sus órdenes.
“Yo estaba en el tercer piso y no tenía baranda, solamente tenía un ladrillo. Nosotros poníamos el pie en el ladrillo y desde ahí ya veíamos toda la cuadra y cuando vi esos tipos así de endemoniados yo dije ‘me van a tirar de aquí’ entonces me eché un pase y desde ahí se vuelve normal, parte de la rumba”.
Según explicó el artista, el consumo de estas drogas se volvió una práctica frecuente durante sus salidas con amigos. Sin embargo, nunca logró acostumbrarse ni disfrutar de su uso.
“Como tomábamos entre cuatro y cinco veces a la semana, pues eran cuatro o cinco veces haciéndole a eso, pero todas las drogas me caen mal, lo poquito que probé (...) El día que las probé llegué a mi casa con las manos dormidas, la cara dormida, sentía el corazón pesado, eso era puro”.
Añadió: “Una vez me dio un corrientazo por todo el cuerpo y entendí que yo no asimilaba eso. Yo lo hacía porque yo estaba en un parche con hombres, pero cada que lo hacía, me caía muy mal”.