“¿Dónde estás? ¿Dónde estarás Dios de todos los hombres? ¿Dónde estás Dios del obrero, Dios desempleado, Dios del pobre, Dios del triste, ¿Dios mío? ¿Dónde estás? Dios de madres abatidas, Dios de niños abandonados, de niños trabajadores? ¿Dónde estás, Dios del campesino sin tierras y estropeado, Dios del presidiario inocente, Dios del hombre humillado?”...
Para el maestro Yuri Buenaventura ‘¿Dónde estás?’ es su canción más espiritual. La escribió hace 23 años. “Yo pensaba en la gente que estaba atracando en una calle, en una señora a la que le estaban pegando, un niño desprotegido, un hombre inocente encerrado en prisión, y le pregunté a Dios ¿dónde estás? Al final, dice que uno debe buscar esa luz dentro de uno, lo que pasa es que uno es sordo a lo que Él dice y ciego a lo que no muestra.
Reflexiones como esta hará este cantautor, oriundo del puerto vallecaucano de Buenaventura, y embajador de la salsa a nivel mundial, como invitado especial de Exposer, un evento organizado por Coomeva, en el que también cantará.
¿De qué se tratará este encuentro con su público a través de Exposer?
Coomeva tiene un compromiso muy grande con el tema de la salud, pero también con el ser. Me han invitado para tener con el periodista Camilo Cano, hijo de Guillermo Cano, asesinado por Pablo Escobar, una charla alrededor de las letras, de la música que he escrito, y de mi experiencia de vida. Será una conversación entre partituras, letras y creación musical, una reflexión de lo que algunas canciones hablan de la construcción del ser y de la nación. Camilo, que ha tenido una experiencia muy fuerte como ciudadano colombiano, hablará conmigo 90 minutos. Esto será en el Hotel Intercontinental el 9 de septiembre, dentro del encuentro Exposer.
¿Combinará charla con música?
Exacto, vamos a charlar sobre canciones como El Guerrero, hablamos de la composición, yo me pongo de pie y la interpreto con el acompañamiento de la Orquesta. Coomeva le invirtió a toda la estructura. Yo hablo de cada tema, me levanto, canto una o dos canciones, vuelvo a sentarme, y seguimos la charla.
¿Cómo siente que contribuye a la música en la evolución espiritual en el desarrollo del ser? ¿Cómo ha sido en su caso?
La música contribuye al desarrollo de la espiritualidad del ser, porque está conectada estrechamente con el universo. Los sonidos son frecuencias, pero la música es una obra creada por el hombre, aunque inspirada por un sentir, por una necesidad del ser humano de entender el universo.
Actualmente la industria de la música la ha convertido en fenómenos de moda o comerciales, pero las músicas, en el origen de la humanidad, se crean para acompañar al ser humano en su desarrollo evolutivo. Las músicas primarias, con flautas, instrumentos muy simples, después en el Renacimiento, la música barroca, o el jazz, han visto evolucionar los instrumentos, una trompeta en el siglo XXI no es la misma de hace 3000 años.
Hablo de la verdadera música, no de la industria ni de esas llamadas músicas que no lo son. Justamente la lucha hoy es defender la música como una herramienta, que ha tenido siempre la humanidad para crecer, no para embrutecerse. Nos estamos enfrentando a una masacre de ese patrimonio de la humanidad que es la música, la están llevando a unas sonoridades que son únicamente para el consumo, para depender, para drogarse, para permanecer en estados segundos, que no tienen nada que ver con lo espiritual y la elevación del ser.
Se dice que, independientemente de la letra, algunas sonoridades crean efectos nocivos en quienes las escuchan, como la depresión, incentivan al suicidio, porque las frecuencias de la música llevan a eso. ¿Lo cree así?
Claro, porque cuando hablamos de lo espiritual pensamos inmediatamente que es lo positivo, pero también existen cosas que destruyen al ser, que lo hacen involucionar. La charla tiene mucho que ver con eso, dónde está lo que eleva mi ser a través del arte, mi búsqueda espiritual. Y la música tiene mucho que ver con esos estados populares, no solamente con los estados meditativos de la gente que tiene un alto nivel espiritual o cultural, o los que hacen yoga, que saben seleccionar músicas para el florecimiento del ser. ¿Pero, y la gente que está consumiendo eso sin darse cuenta alguna?
¿De qué lo ha salvado la música?
Me ha salvado de no creer, pero no quiero hablar de lo negativo, sino de lo que me ha dado; ella me lleva a mí a estados de confianza, de esperanza, salud, superación personal y la satisfacción de ser, sin la música hubiese sido otro. Me ha dado la oportunidad de viajar, de conocer culturas del mundo entero, en Asia, África, Oceanía; me ha dado mucho amor y me ha llevado por un camino de arte y cultura, de conocer y reconocer personas que han aportado mucho en mi elevación espiritual.
La vida que Dios me ha prestado y que a través de la música he disfrutado, me ha dado mucho para entender y querer más. Nunca he pagado payola, no sé por qué a mí me conocen, si mi música no suena, quienes la escuchan lo hacen por elección.
¿En qué momento sintió que la vida le daba una segunda oportunidad?
Tuve un contacto de alto nivel espiritual y conciencia de mi ser, sentí la verdadera Omnipresencia del amor, en un accidente que tuve en la tarima cantando.
¿Se ha encontrado con gente que le hable del poder que ha tenido su música en ellas?
Un señor al que se le murió su mamá, me decía que a ella le gustaba mucho mi música y él ahora la escucha para estar cerca de ella. Me han llamado de clínicas porque tienen pacientes que oyen mi música. Los médicos me dicen ‘esta persona duerme abrazada a su disco, ¿usted nos puede ayudar, puede venir?’ y lo hago. Hay pacientes que los tienen que operar de la cabeza, pero antes hay que estabilizarlos emocionalmente. Y con música se logra.
¿Cómo influye la cultura del Pacífico en la espiritualidad de su música?
La gente se va alejando de un sistema de vida, en el campo, en los litorales, en las riberas de los ríos, y se va perdiendo esa cultura de expresar la música en un nacimiento, en un entierro, en un matrimonio, en la ducha. No podemos como seres humanos perder eso, porque cantar a diario es una charla con el espíritu.
En el Pacífico tenemos mucho eso, y eso ha acompañado a los pueblos a vivir en una armonía, en la medida en que eso se pierde, se va perdiendo la sociedad. La espiritualidad es fundamental para entendernos mejor.
¿Cómo la experiencia en las calles de París influyó en su estilo de hacer música?
Cuando dicen ‘Le falta calle’ para referirse a desenvoltura o capacidad de improvisación, eso también viene con un subtexto, ‘Queremos burlar la ley porque tenemos calle’. La experiencia de la vida debe servirnos para construir y que lo que se construya sea para el bienestar de todos, todo lo que te haga elevar tu ser. La calle debe servir para el bien. Esa experiencia me enseñó mucho, la sociedad francesa me ayudó para que esta fuera positiva. Pero si estamos en una sociedad perdida, corrupta o violenta, esto puede llevar a que todo lo que se aprende se perturbe, tome otro camino, otra ruta. La sociedad en la que vivimos modifica el ser.
Maestro Yuri, en el Pacífico se enseña la música y el arte de generación en generación, usted lo hace a través de su Proyecto musical Crea Sonidos. ¿Cómo ha sido esa experiencia?
No hay ninguna cosa que el ser humano haga que no le haya pasado otra generación, enseñarle a caminar, una lengua, un juego. Cuando transmitimos esa información y la observación que hicimos de esta, más la experiencia que tenemos de 40 años de profesión, es una responsabilidad nuestra pasar lo mejor. Crea Sonidos es parte natural de entregarle a otros la posibilidad de hacer música como la vida me lo ha permitido.
La gente del Pacífico vivimos en dos mundos, el de la biodiversidad, del viche, las curaciones, y el mundo espiritual, pero hay sociedades que viven en el mundo que construyeron, el del consumo, de las especulación, del dinero; ese que está destruyendo el planeta, porque los valores son tener plata, un avión privado, carros que polucionan. Los indígenas, desde que llegaron los españoles, le han dicho a la gente “respeten el agua, la vegetación, amemos la Pachamama, la tierra”. Hace cuántos siglos lo están diciendo y apenas estamos entendiendo ese mensaje vital para la supervivencia.
¿Ha experimentado un estado de conciencia superior con la música?
En la tarima siempre. Al principio yo tenía una relación muy dura con la música porque no se dejaba querer, hasta que entré en conflicto con ella, le pregunté qué quería, y nuestra relación se volvió estrecha e íntima. Está viva, no es un sonido, una emoción, no es algo que entra por el oído, cuando uno crea música es algo que está dentro de uno y sale de uno como la misma voz. Son estados muy agradables y profundos de conexión con ella, sea en un ensayo o en un concierto, se vuelve materia, emociones muy reales, estados de claridad, de presencia, de ser, de conciencia, de armonía, es una cosa loca, como multidimensional.
¿Cómo ha notado el cambio en su forma de abordar la composición en la medida en que evoluciona su ser?
Antes yo escribía canciones y me sentaba con el propósito de escribir, esa evolución me ha llevado a que sea la canción la que me dice “escriba”. Por eso escribo menos, pero me parece que es más honesto, espontáneo y libre.
Al formarse en un hogar influenciado por la cultura africana y europea, ¿cómo alimentó su espíritu?
El folclor del Pacífico me enseñó una universalidad del arte y las otras músicas me llevaron a entender que hay otros ángulos de comprender esa universalidad. La expresión de una cultura es la manera como esa comunidad decodifica el universo. En la medida en que se es amoroso, generoso, se es universal, pero si se empequeñece, se es egoísta y miedoso, deja de serlo.