Los largos pasillos del Hospital Psiquiátrico del Valle se han convertido en el hogar de muchos individuos que llegan al hospital a través de urgencias, sin nadie que los acompañe y desorientados sobre su procedencia. Y de otros, que ingresan a la institución para tratar sus enfermedades de salud mental, pero que a lo largo de su tratamiento, son abandonados por sus familiares y allegados.
Los pacientes psiquiátricos en condición de abandono representan el
10 % del total de pacientes del Hospital Psiquiátrico del Valle. Llevan desde 3 meses hasta más de 5 años internados. Pasan sus días vagando por el hospital, como es el caso de un hombre alto y trigueño, que recorre la entidad escuchando música en una vieja casetera. Es conocido como ‘El paciente eterno’, quien lleva más de 20 años allí.
“El papel de la familia es vital. Los trastornos mentales de un sujeto surgen de sus relaciones con su familia y comunidad. En la medida en que una familia se apropie del problema, participe en el tratamiento y ayude a solucionarlo, es mucho más fácil para un sujeto tener mayores posibilidades de recuperarse”, afirma María Adelaida Arboleda, psiquiatra de Intervención Social y comunitaria en el Hospital Psiquiátrico del Valle y jefe del Departamento de Psiquiatría de la Universidad del Valle.
Hay que tratar entonces tanto al sujeto como a sus allegados para transformar sus dinámicas, educarlos, eliminar las situaciones perturbantes o conflictivas y crear un espacio sano tanto para él como para toda la familia.
Según el doctor César Arango, jefe de Psiquiatría de la Fundación Valle de Lili, la intervención familiar constante y activa logra una mayor adherencia al tratamiento, evita recaídas, anima y motiva al paciente, acelera los procesos recuperatorio y logra el éxito del tratamiento.
“No se debe descargar toda la responsabilidad en el equipo de salud, porque este es solo un apoyo, una parte del equipo que se complementa con la familia y la comunidad para sacar adelante al sujeto padeciente”, sugiere Sandra Viviana Ríos, médica psiquiatra en el Hospital Psiquiátrico del Valle.

Ya sea un abandono total o parcial (ver recuadro), este genera dolor y sufrimiento. Los pacientes son conscientes de la negligencia de sus allegados y afecta en gran medida su recuperación y posibilidad de reintegrarse en la sociedad. Cuanto más tiempo pasan encerrados en un psiquiátrico, aislados de la sociedad, sus habilidades sociales disminuye. “El encierro desadapta”, comenta la doctora Ríos.
Víctimas de exclusión
El abandono de los pacientes con enfermedades mentales por parte de sus familias se debe en mayor medida a los estigmas sociales frente a los trastornos psiquiátricos, que afecta tanto al paciente como a sus familias: “Doctor no ponga eso en mi historia clínica, después no me dan trabajo”, “¿Doctora qué va a decir la gente?”, ¿Con qué cara voy a ver a mi familia?, son algunas de las preocupaciones de las personas con patologías mentales.
La sociedad en general juzga la estancia psiquiátrica y genera exclusión, ignorando la gran responsabilidad que tiene en el surgimiento de enfermedades mentales, producto de experiencias vividas durante la crianza, en la interacción con los demás y de su cotidianidad.
Por ejemplo, entre los factores asociados con trastornos depresivos, ansiedad, problemas de conducta y de déficit de atención, se encuentran tensiones o conflictos familiares, historias de maltrato, alteraciones en la relación parental, disfunción familiar, aislamiento social, pobreza, habitar en contexto con alto índice de criminalidad y delincuencia o en condiciones de hacinamiento.
Más atención y prevención
Una vez el paciente es dado de alta pero permanece en la institución, pasa a la categoría de Estancia Social. Estancia que ninguna aseguradora de salud quiere asumir. Por lo tanto, los hospitales asumen esos costos, pues como ellos afirman, tiene una función de cuidado que no van a abandonar.
Esta misma historia se repite con las terapias en familia, las cuales los expertos consideran fundamentales para la recuperación de un paciente. Pero, a las cuales las entidades de salud le restan importancia y se niegan a cubrir. “El sistema de salud no es viable ni fácil de llevar. Las entidades de salud nos limitan”, afirma Ángela Aristizábal, psicóloga de la Fundación Valle de Lili.

Y es que el 40 % de los colombianos ha sufrido un trastorno mental y 2 de cada 5 están propensos a sufrirlo a largo de su vida, según estadísticas de la Encuesta Nacional de Salud Mental. De hecho, Colombia está entre los 5 países más prevalentes a desarrollar trastornos mentales. Factores como la pobreza, el alto nivel de desastres naturales, el alto índice de farmacodependencia y la violencia presenciada en el país, son los responsables de desequilibrar la salud mental de los colombianos.
“Todos podemos desarrollar una enfermedad mental, a cualquier edad y en cualquier momento, por ello hay que ser conscientes de esta realidad tan próxima y empezar a crear consciencia, educarnos y respetar a quienes ya las tienen e integrarlos en la comunidad” advierte Giovanna Díaz, psicóloga de Universidad del Valle.

“En la actualidad no se busca la hospitalización prolongada. La psiquiatría moderna no busca encerrar y aislar a los sujetos sino tratarlos lo más cerca posible a su entorno, porque los lazos y vínculos cercanos ayudan. Es necesario crear espacios en Colombia para estas personas”, dice Arboleda.
Países como Brasil y España cuentan con pisos protegidos, pisos tutelados o pisos terapéuticos, espacios de transición entre la hospitalización y la integración a la sociedad, donde se aloja y da soporte a los enfermos mentales estables que tengan dificultades para acceder a la comunidad por la ausencia, inadecuación o imposibilidad de un medio familiar que les preste los apoyos necesarios para vivir con un aceptable nivel de calidad de vida. De manera que se va fomentando la autonomía personal del paciente, la integración a la comunidad y se le permite convivir en un medio más ajustado a su condición (ver recuadro).
Intervención Social y Comunitaria
Buscando reducir las tasas de abandono y ayudar a estas personas, el Hospital Psiquiátrico del Valle creó el Programa de Intervención Social y Comunitaria, integrado por psiquiatras, médicos generales, enfermeros, psicólogos, terapeutas, trabajadores sociales, nutricionistas, y fisioterapeutas.
“La idea es ir y tratar a los sujetos desde dentro de su comunidad y ayudarlos también desde que están sanos a reforzar su salud mental. La apuesta más grande que tenemos es crear un modelo de salud mental comunitario”, comenta Angélica María Soto, enfermera líder del programa de Intervención Social y Comunitaria.
El programa busca disminuir ingresos al psiquiátrico y preparar a los pacientes para volverse a articular a la comunidad. Entre sus servicios se encuentran jornadas de sensibilización a las comunidades frente a enfermedades mentales, capacitaciones, identificación temprana de afecciones psiquiátricas, y brigadas de salud mental a municipios cercanos a Cali, buscando descentralizar la salud y mejorar el acceso a los servicios de salud mental de las diferentes poblaciones.
“El equipo se traslada directamente a la vivienda del paciente y allí se hacen visitas domiciliarias que buscan mantener estable al paciente y prevenir reingresos. En definitiva, buscamos apoyar al sujeto, a la familia y a la comunidad en su propio contexto”, concluye Soto.

Llamado de los psiquiatras

Los psiquiatras hacen un llamado a los distintos entes estatales para que logren un esfuerzo coordinado entre los diferentes sectores de la sociedad para dar una respuesta y brindar soluciones para la población psiquiátrica en condición de abandono, que necesitan con urgencias condiciones de bienestar social y de vivienda, más que de cuidado clínico.
Piden una concurrencia de diferentes sectores para conjuntamente busquen soluciones para la estancia social, ayudando al paciente a volver a su comunidad.
“En el Valle del Cauca tenemos dificultades políticas, sociales y económicas que afectan la salud mental de sus pobladores. Es un trabajo de diferentes secretarías, no solo de la Secretaria de Salud. Ayudar a mejorar los determinantes sociales de la salud para mejorar salud mental y públicas” afirman los expertos.
Asimismo, hacen un llamado a la comunidad a ser tolerantes frente a las enfermedades psiquiátricas. Y a cuidar su salud mental realizando visitas periódicas al psicólogo o terapeuta para reforzar la salud mental y evitar posibles crisis.
Aconsejan también tomar cuidados preventivos, ya que como dice la doctora Arboleda “Nadie está totalmente sano y nadie está totalmente enfermo”.

Casa Betania

  • En Cali, lo más cercano que se tiene a un piso terapéutico es la Unidad de Cuidados Especiales Casa Betania, de la Fundación Valle de Lili. Una casa campestre para individuos con enfermedades mentales. Rodeados por la naturaleza, los pacientes son partícipes activos en su recuperación. “Somos pioneros en manejo dialógico, enfocamos todos nuestros esfuerzos en escuchar a los individuos y crear una interacción bilateral, donde no solamente el cuerpo médico tome decisiones, también el paciente se involucre, participe y esté todo el tiempo en contacto constante con la comunidad”, afirma el doctor César Arango, director de la Unidad.

Si hay algo que deben hacer las familias es tener disposición a hablar del tema internamente tanto en la familia como en la comunidad, para explorar los propios recursos que tienen para ayudar a afrontar la situación.

Tipos de abandono

  • Abandono parcial: cuando la familia del paciente se niega a llevar nuevamente a su hogar al individuo, ya sea por temor o porque carece de recursos para manejarlo, pero continúa en contacto con el individuo.
  • Abandono total: donde familiares y allegados pierde todo tipo de vínculo y contacto con el paciente.

En abandono total se encuentran 25 pacientes en el Psiquiátrico del Valle que ya no tienen justificación clínica para permanecer en el hospital, pero no tienen a donde más ir.