El cuento es conocido. Una mañana la madre de dos hijos comenta que tiene el presentimiento de que “algo grave va a suceder en este pueblo”. Así, lo que empieza como un rumor, pasándose de voz a voz, se transforma en una amenaza que parece inminente, pero sin fundamento, y termina con toda la comunidad abandonando el pueblo.
Este relato de Gabriel García Márquez describe a la perfección el poder de movilización que tienen las noticias falsas y las impredecibles reacciones en masa, las cuales pueden convertirse en casos de histeria colectiva con inofensivas o fatales consecuencias.

De hecho, para Erwin Fabián Lasso, psiquiatra de la Fundación Clínica Valle del Lili, la histeria colectiva puede definirse como un “fenómeno de masas o grupos, cuya manifestación tiene un contexto transcultural, o sea que refleja las preocupaciones sociales y culturales de la época. Esto resulta interesante, dado que en cada época se han presentado unos tipos de histeria colectiva determinados por los acontecimientos históricos del momento”.

Lasso aclara que existen registros de histeria colectiva desde hace siglos, entre ellos el caso del 'tarantismo', que en Italia produjo reacciones en masa de personas convulsionando, al creer que habían sido mordidos por una araña. También, en Francia, hay documentación sobre un caso de la llamada 'epidemia del baile', en el cual 400 personas bailaron sin motivo, algunos durante más de un mes, causándose serias lesiones como invalidez, infartos y derrames cerebrales por agotamiento.

En este sentido, la psicóloga Mara Tamayo Abadía, de la Universidad del Valle, explica que la histeria colectiva “es un trastorno emocional de masas que ocurre ante una situación amenazante, un comportamiento que puede empezar con una persona, pero se va generalizando a un grupo”.

Al respecto, Pedro Rodríguez, Ph.D. en psicología y profesor de la Universidad del Valle, afirma que “el término histeria colectiva describe un proceso que ocurre cuando un grupo grande de personas responde a una situación de forma masiva. Esto es lo que llamamos procesos de influencia social, es decir, circunstancias en las que se presenta un detonador que produce una conducta atribuible no a un sujeto, sino a un colectivo”. Y aunque parezca increíble, como afirma Rodríguez, “esto puede pasar con cualquier grupo social, independientemente del nivel educativo o el género. En realidad, fenómenos de masas ocurren con la única condición de que se reúna cierto número de personas en circunstancias que puedan movilizar cargas primitivas y emocionalmente intensas, ya que tienen mayor predisposición a dar respuestas grupales”. Es por ello, que en tiempos recientes, estos fenómenos de influencia social o histeria colectiva se siguen presentando, generando a veces consecuencias aterradoras.

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Episodios recientes

En septiembre del 2014, se conoció que un grupo de adolescentes en Carmen de Bolívar, al ser vacunado contra el Virus del Papiloma Humano, reaccionó con desmayos y fiebre durante varios días, aunque los exámenes posteriores determinaron que la causa no era la vacuna.

Por otro lado, en Cali y otras ciudades colombianas, circuló por cadenas de WhatsApp una información falsa, a través de fotografías y audios, acerca de presuntos secuestradores de niños, generando un nivel de pánico tal, que algunos ciudadanos llegaron a atrapar a los supuestos secuestradores, guiándose por la falsa descripción del mensaje. Sin embargo, las autoridades no reportaron ninguna denuncia por secuestro infantil.

Estos episodios de histeria colectiva han llegado a extremos de barbarie como los informados en México y Perú, donde personas han sido linchadas y hasta inmoladas por comunidades que los acusaban de secuestro y hurto.

Para Lasso, “actualmente este trastorno se ha visto muy asociado al terrorismo. Hay ejemplos de la guerra de Irak y del golfo Pérsico, cuando se hablaba de armas químicas y los civiles iraquíes reportaban síntomas respiratorios en masa, pese a no haber ocurrido ningún evento químico asociado. En EE.UU., después del 2001, también hay reportes de que en un metro la gente comenzó a sentir náuseas, dolor de cabeza y de garganta, cuando un empleado derramó un limpiador de vidrios. Toda esta sintomatología es evidencia del poder psicológico del contexto en la psicología de masas”.

Al respecto, explica Rodríguez, “esto funciona así: se difunde una información con fuerte contenido afectivo que resulta amenazante para un grupo, lo cual provoca una reacción masiva de personas con necesidad de ajusticiamiento que puede tener consecuencias mortales para los implicados”. Para Tamayo, las reacciones son impredecibles, pues “en un ataque de histeria las personas están como poseídas y pierden el control emocional, cometiendo actos que atentan contra ellas mismas y las demás”. “Las consecuencias pueden llegar a ser catastróficas como maltrato, agresiones, flagelaciones y suicidios”, advierte.

Los detonantes

Según Lasso, “hay componentes que influyen en la histeria colectiva de orden psicológico y sociales. Recientemente, también se habla del aspecto neurobiológico, y aunque en los estudios no se ha establecido una causa clara de este fenómeno, se pueden reconocer algunas características”, indica. El psiquiatra explica que: “estos fenómenos ocurren cuando en el contexto social existe un estrés acumulado, donde se padecen limitaciones materiales y restricciones de los derechos básicos, lo que favorece el miedo y la disociación. Todo esto sumado a eventos que desencadenan altos niveles de angustia, ansiedad e incertidumbre, pueden ser el detonante que genere un caso de histeria colectiva”.

En este sentido, se pueden reconocer dos tipos de histeria colectiva: una, la de ansiedad masiva, que es una patología que dura uno o dos días, en la cual está implicada una circunstancia de ansiedad extrema y se activa con una falsa amenaza. Y la segunda, la motora de masas, que sucede por una acumulación de factores estresantes en un entorno coercitivo, donde a través de diferentes medios se promueve el miedo y la angustia.
Se caracteriza por reacciones como movimientos corporales anormales, sacudidas, convulsiones y contracciones. Puede durar semanas o meses.

Cuando las personas se encuentran en una situación como las mencionadas, se promueve una actividad cerebral de supervivencia, específicamente, de la función ligada al miedo que activa la reacción de lucha o huida. Bajo este estado no hay un razonamiento fino, sino que se actúa según tres opciones automáticas: huir, atacar o quedarse paralizado.

Como argumenta Rodríguez, “en principio los procesos de influencia inducen respuestas que un individuo no daría por sí solo, pero están condicionadas por la existencia de otro grupo que responde de igual manera. Es como si el grupo tuviera una psique que de alguna manera respondiera armónicamente a un mismo fenómeno en lugar de responder individualmente”.

Por su parte, concluye Tamayo, que las personas son más propensas a verse involucradas en estos fenómenos, “cuando son reprimidas y no poseen un piso psicológico fuerte. Cuando sufren algún tipo de rechazo social y no desarrollaron bien su estabilidad emocional también están expuestas. Por eso, es importante fortalecer la salud mental desde la infancia, enseñando a manejar las emociones”.

Cómo prevenirla

En la actualidad ante la información constante de noticias reales y fake news desde los diferentes medios se contribuye a un estado latente de convulsión social, por lo cual los especialistas en salud mental proponen direntes formas de regularse.

Para Lasso Chávez, “la única forma como un sujeto puede prevenir caer en esta situación es aprender a hacer una adecuada regulación emocional, llevando una vida saludable en términos de buena nutrición y sueño reparador, tener actividad física y un ritmo de vida laboral con mínimos niveles de estrés”.

Asimismo, para Rodríguez, es necesario “ser realistas y juiciosos en la evaluación de la realidad, estar siempre muy bien informados y tener una actitud crítica frente a la información, así como tolerancia y un gran respeto por la vida humana”.

“Generar un entorno emocional saludable desde la infancia para que los adultos tengan inteligencia emocional y puedan controlar sus reacciones ante circunstancias como estas”, aconseja la psicóloga Tamayo.