Al finalizar una relación amorosa, cuando los miembros de la pareja se dicen adiós, empieza un estado de sufrimiento que popularmente se conoce como 'tusa' o 'despecho'. Pero, contrario a lo que se expresa en refranes y canciones acerca de enamorados heridos y con 'el corazón roto', en realidad las personas sufren en estos casos a causa de reacciones bioquímicas que ocurren a nivel cerebral. Esto resulta menos romántico, pero es lo que asegura la neurociencia.

Este malestar ha sido estudiado por médicos, científicos y psiquiatras de diferentes épocas, pues siempre hay y habrá alguien sufriendo por amor. De hecho, según Leonardo Palacios Sánchez, neurólogo y profesor titular de esta área en la Universidad del Rosario, “el despecho o ruptura amorosa tiene un origen científico y existe registro de estudios desde el siglo XVII, cuando el médico francés Jacques Ferrand publicó un libro llamado 'El mal de amor o la melancolía erótica”.

De modo que cuando Leidy Johanna Cardona, madre y estudiante de enfermería, terminó una de sus relaciones amorosas más profundas, “estaba bien enamorada de esa persona y romper fue toda una pérdida”, no importó que hubiera sido por común acuerdo y, en efecto, el desamor se manifestó: “los primeros días lloré mucho, me sentía muy agotada, aunque no me esforzara físicamente. Tampoco tenía ánimo y sentía que no me importaba nada alrededor. Me cansaba de estar pensando en los motivos que nos llevaron a romper, si era lo correcto o había otra causa que él no me quiso decir. Eso no me dejaba concentrarme en mis responsabilidades”, recuerda.

Al respecto, actualmente los neurólogos pueden explicarle a Leidy, y a cualquiera que llegue a experimentar lo mismo, que todo lo que sienten es causado por su cerebro.

“Se ha comprobado a nivel cerebral, a través de la resonancia magnética funcional, que durante una ruptura amorosa se estimula la corteza cingular anterior del cerebro, la misma que se activa con el dolor físico. Es decir, el cerebro asimila esta experiencia como un hecho físico, tal como romperse una pierna”, afirma el doctor Palacios, quien de hecho es especialista en la neurobiología del amor.

En este sentido, complementa José Gerardo Albán, médico de la Universidad de Caldas y especialista en psicoinmunoendocrinología, “el problema de las rupturas amorosas es básicamente un problema de sustancias químicas. Todos los cambios emocionales suceden debido a cambios en la química cerebral”.

Por otro lado, para César Augusto Arango, médico psiquiatra de la Universidad Icesi, “necesariamente el cerebro ya está en unas condiciones biológicas para permanecer con una pareja indicada y cuando se rompe el vínculo toda esa condición, ese equilibrio que tiene con los neurotransmisores, deja de ser estimulado. Entonces, la persona que sufre la separación, empieza a tener cambios importantes”.

“Afortunadamente, la superación del duelo amoroso es un proceso fisiológico. Por ello, la gente debe entender que es mejor que las relaciones se dañen temprano para aprender de la experiencia, ser fuertes y después elegir mejor. Y sobre todo, para sanar esa herida es fundamental dejar de escarbarla”.
José Gerardo Albán, médico de la Universidad de Caldas.

“No rompas mi amígdala”

Entender cómo se comporta el cerebro durante el proceso de desamor puede que no haga menos dolorosa esta experiencia, pero sí ayudará a resistir sus efectos, de la misma forma en que un paciente acepta un tratamiento doloroso, pero que finalmente sabe que lo va a curar.

Por eso, se esperaría que una persona en estado de despecho no entre en pánico, aunque como afirma el doctor Albán, “es un proceso natural y fisiológico que si no sucede de forma normal, puede haber problemas más profundos a nivel psicólogico y entonces sería necesario aplicar tratamientos más especializados”.

En primer lugar, para entender con más claridad la neurobiología del desamor, se debe dejar de culpar al corazón y empezar por comprometer a otra parte del cuerpo humano no tan famosa: la amígdala cerebral. Esta es una fina estructura que funciona con sustancias bioquímicas liberadas por el cerebro. También es llamada el cerebro emocional, dado que desencadena emociones de sorpresa, miedo, angustia, ira, afecto, cariño, alegría y excitación. Es precisamente esta amígdala la que según Albán, “se ve alterada por sustancias de efectos negativos que dañan el equilibro mental cuando sucede una ruptura amorosa”.

Entonces, cuando una pareja está en su mejor momento y se sienten dichosos, esto sucede porque la amígdala cerebral está saturada de sustancias como la feniletilamina, causante de la atracción sexual y de la oxitocina, hormona del placer. El problema surge cuando la amígdala se vuelve adicta a estas sustancias, ya que después de la ruptura, al no recibir sus dosis acostumbradas durante el duelo, produce sensaciones de insatisfacción, como temblores, ansiedad e incluso dolor.

Esta reacción es similar a la de un adicto con síndrome de abstinencia, por ello algunos 'despechados' caen en un círculo vicioso de malas sensaciones que les producen sufrimiento. De hecho, la amígdala es la causante de adicciones.

Una de las sustancias negativas que influyen en el dolor del desamor es el cortisol, que hace que el cuerpo se estrese, “y cuando se mantiene por ejemplo por 15 días, eleva la presión, el colesterol, aumenta los triglicéridos, produce acné, gastritis, espamos musculares y una baja de defensas, por eso cuando la gente está estresada es tan fácil que se contagie de gripa”, explica Albán.

Por otro lado, para el doctor Arango, “se considera que el desamor es el primer factor de ansiedad y tristeza. Incluso algunos investigadores han encontrado que su impacto puede ser mucho mayor que el dolor de la muerte de esa pareja, ya que si la persona está viva existe la posibilidad de volver, lo cual produce reacciones mediadas por la ansiedad, descargando en el organismo adrenalina y cortisol, sustancias que van afectando el cerebro y generando respuestas que para una persona muy susceptible puede generar problemas psiquiátricos”.

Estas sustancias llenan la amígdala haciendo sentir mal a la persona, liberando más sustancias y generando pensamientos negativos. Pero, este estado es algo que también se puede aprender a controlar. La clave está en buscar formas de producir y liberar sustancias positivas que contrarresten los efectos negativos del duelo.

CÓMO SUPERARLO

Sonríale a la vida. “Una forma de liberar sustancias positivas de manera natural es realizando cosas de nuestro agrado, incluso sonriendo o riendo, porque se libera dopamina, que es el neurotransmisor más abundante del cerebro y es el que determina la alegría y el entusiasmo”, asegura Albán.

No le dé más mente. Según los especialistas, para sanar una herida emocional como una ruptura amorosa es fundamental dejar de escarbarla, tal como ocurre en una herida física.

Ponga su dolor por escrito. Otra estrategia es escribir una carta para despedirse de la persona con la que se rompió. A través de esas palabras podrá desahogarse por 15 minutos y luego quemarla. Este ejercicio por cuatro días puede traer gran tranquilidad y disminuir la angustia.

Haga ejercicio. Los especialistas recomiendan entrar al gimnasio, “porque el ejercicio libera endorfinas y además, al trabajar la figura, ayuda a elevar la autoestima, que se ve afectada tras la ruptura”.

Recupere los amigos. Algo vital es volver a frecuentar las amistades, creando nuevas rutinas de entretenimiento y recreación. “Contarle a otra persona lo que les está pasando es un factor que puede ir disminuyendo la ansiedad”, propone Arango y agrega que se debe “aceptar que lo que está sufriendo es similar a lo que le pasa a todas las personas, algo natural del proceso de crecimiento y experiencia. Por ello, es importante no dejar temas pendientes con la ex pareja y evacuar todos los relacionados con esa persona y luego asumir la separación”.

Saque tiempo para la reflexión. De acuerdo con Palacios, la ruptura amorosa “es una etapa tremendamente dolorosa, que no se debe menospreciar jamás y que hace necesario vivir una etapa de algún tipo de soledad para reflexionar sobre lo que le pasó”.

Cambie de foco de atención. Leidy optó por concentrarse en su carrera y en dedicarle más tiempo a su hija. Según ella, pasados dos meses estaba de nuevo animada y en perfecto estado de salud.