En 1981, Rubén Blades y Willie Colón lanzaron al mercado el que sería su penúltimo álbum colaborativo: Canciones del Solar de los Aburridos, que cuenta con la participación del pianista Joe Torres, el percusionista Milton Cardona y el bajista Salvador Cuevas. Cinco de las siete canciones que hacen parte de este trabajo fueron compuestas por Blades y tratan temas tan variados como controvertidos.

Las composiciones con tintes sociales del cantautor panameño le hicieron muchas veces merecedor del título de comunista y no sucedió de manera diferente con el tema ‘Tiburón’, una crítica a la política intervencionista de Estados Unidos en Latinoamérica durante los años previos al lanzamiento del álbum. El asunto se tornó tan grave que repercutió directamente en las ventas del disco en el mercado norteamericano, debido a que los programadores de radio se rehusaban a sonarlo pues temían el rechazo de sus oyentes que apoyaban mayoritariamente al gobierno estadounidense.

Las otras cuatro composiciones de Rubén Blades fueron ‘Te Están Buscando’, la historia de un jugador que incumple una apuesta y al que buscan en el barrio para ajusticiar; ‘Madame Kalalú’, una divertida conversación entre un cliente y una adivina que hace predicciones inentendibles para sacarle todo el dinero posible; ‘De qué?’, un merengue sobre los habladores, sobre quienes viven para aparentar; y ‘Ligia Elena’, la historia de amor de una joven blanca de familia acomodada que se fuga con un trompetista negro.

Esta última canción fue uno de los grandes éxitos del álbum –que fue nominado a los premios Grammy–. Originalmente iba a ser incluida en el disco ‘Siembra’ en ritmo de merengue, pero fue descartada para debutar posteriormente como un son. El reconocimiento de esta composición fue tan grande, que sirvió de inspiración para la realización de una de las novelas venezolanas más exitosas de la televisión de ese país.

Ligia Elena en mi vida

La admiración que le profeso hace años a Rubén Blades y a su capacidad de relatar historias complejas en una canción, hizo que no fuera difícil escoger un seudónimo cuando tuve la oportunidad de hacer parte de Salsa sin Miseria, una comunidad dedicada a la difusión de la salsa.

‘Ligia Elena’ es una historia de amor que rompe con los prejuicios sociales que rondaban la época en la que fue escrita, prejuicios que lamentablemente todavía habitan el mundo en el que vivimos. Así que la escogí como seudónimo porque es una canción que refleja la forma en que concibo la vida y la sociedad.

Blades cuenta una historia, pero es en realidad una denuncia. Habla de machismo, de la forma en que las mujeres hemos sido usadas para mantener o mejorar el estatus social y económico de las familias y cómo hemos sido criadas para obedecer sin protestar al padre o al esposo, según corresponda. Desde la primera vez que escuché la canción me he imaginado a Ligia Elena cansada de la disciplina del colegio de monjas, de los viajes por aparentar y de oír más de una vez que debía buscar un marido entre los niños de bien.

Es una canción que también habla de racismo y de clasismo, de las imposiciones a las niñas de bien para relacionarse exclusivamente con sus pares, para no juntarse con niños de color extraño –como dice Blades en ‘Plástico’– y que no se cuelen niches en la blanca sociedad.

Seguramente Ligia Elena se hartó de escuchar las mismas historias, las mismas expectativas calcadas de la educación religiosa, que impone una única forma de vida para las mujeres, y fue muy fácil enamorarse de un trompetista que podía cambiar el color del lánguido futuro que le esperaba.

Todas estas son formas de discriminación que considero inaceptables y que me he comprometido denunciar y hacer evidentes las veces que sean necesarias, y allí radica la importancia de esta canción en mi vida. No debería seguir sucediendo que una persona tenga que supeditar el logro de sus proyectos al lugar en que nació, al género con el que se identifica, a sus preferencias sexuales, a la cantidad de dinero que tiene, a su color de piel o a su nacionalidad.

Así que, para mí, Ligia Elena es un modelo a seguir, porque luego de hallar una razón para construir el futuro que deseaba –que en este caso fue su relación con el trompetista–, tuvo la valentía de abandonar la comodidad de su casa y la imponente figura paterna que pretendía tomar las decisiones de su vida, para irse a donde quiso y con quien quiso a ser libre y feliz. Podría decirse que, para quienes esperaban que ella cumpliera las expectativas, se convirtió en una traidora que se atrevió a desobedecer y con eso sembró la idea entre sus amigas de que hay vida más allá de las mansiones lujosas de la sociedad; que hay que encontrar la razón, el trompetista.

Nuestro compromiso desde Salsa sin Miseria es hacer visible la forma en que las vidas de las personas cambian gracias a la salsa. A mí esta canción me acercó y me ayudó a entender un poco más la realidad del mundo en el que nací, además me ha permitido concebir la salsa como un vehículo para que las personas que me rodean puedan ver más allá de la comodidad que dan los privilegios. Sueño con que la salsa se disfrute y se piense, que nos sirva para imaginarnos un mundo más justo, que nos dé la fuerza para hacer lo que nos apasiona y así poder vivir sin presiones económicas o sociales de ningún tipo.

Al final mi trompetista es la salsa.

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