En 1969, en Valledupar, durante la segunda edición del Festival de la Leyenda Vallenata, fundado por los visionarios Alfonso López Michelsen, Consuelo Araújo Noguera y Rafael Escalona; un joven formado en la escuela del gran Alejo Durán, que aprendió a tocar el acordeón a escondidas de su padre, bajo en estatura, pero bastante rápido en el acordeón, oriundo del corregimiento El Piñal, en el municipio Los Palmitos, en el departamento de Sucre, llamado Lisandro Meza Márquez, compitió en la final frente a Nicolás “Colacho” Mendoza, acordeonero considerado de la élite.
Lisandro, que ya acumulaba ocho años de trabajo continuo con Los Corraleros de Majagual, que además había logrado publicar “Fiesta sabanera”, su primera producción discográfica como líder, y que contaba con el favoritismo del pueblo, no resultó ser el ganador, de acuerdo con el veredicto del jurado; quizás porque a pesar de estar ‘pegao’, su estilo no se ajustaba dentro de la ejecución del denominado ‘auténtico’ folclor vallenato.
Ese hecho derivó en un descontento por parte del público que decidió recompensar al polifacético instrumentista y cantautor, distinguiéndolo como ‘El Rey sin corona’.
La aparente derrota, en lugar de representarle un obstáculo, resultó fundamental para Lisandro en la creación de un estilo que lo desmarcó de la ejecución de los cuatro aires tradicionales del vallenato: el son, la puya, el merengue y el paseo; construyendo una propuesta con mayor énfasis en el sonido sabanero, retando así a los más ortodoxos, en su búsqueda de nuevas posibilidades.
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Bajo ese concepto, Lisandro Meza popularizó con su conjunto piezas como ‘El acordeón pitador’ que le dio título a su álbum de 1973; ‘La miseria humana’, un poema escrito en décimas llevado al disco en 1976 a partir de los versos del poeta Gabriel Escorcia Gravini, que años más tarde hizo parte de la banda sonora de la película de Felipe Aljure ‘La gente de la Universal’; ‘Entre rejas’, un tema de Leonidas Plaza convertido en éxito en 1977; ‘El Guayabo de la Y’ del compositor Luis Herrán grabado de 1978, y al año siguiente ‘El polvorete’ del compositor Manuel Salvador González.
Ya en la década de los ochenta, Lisandro Meza le dio vida a un conjunto familiar conocido como Los Hijos de la Niña Luz, que recorría los distintos pueblos de la geografía colombiana, llevando el nombre de su esposa por más de 60 años, Luz María Domínguez, la madre de siete, de los hijos del intérprete.
De esa memorable época hoy siguen resonando canciones como: ‘Baracunatana’ y ‘Estás pillao’ de la autoría de Leonidas Plaza; ‘El ocaso de una flor’ de José Garibaldi Fuentes, donde Joe Arroyo hace la segunda voz; ‘Te llevaré’, ‘La cumbia del amor’ y ‘El siete’, escritas por el propio Lisandro.
La alegría, la jocosidad y la picardía, como elementos característicos de una obra musical tan auténtica, como la de Lisandro Meza, lo han hecho ganador indiscutible en cuatro ocasiones, de la canción de la Feria de Cali, con: ‘Las Tapas’ (1980), ‘La Matica’ (1983) ‘La Bella’ (1990) y ‘El Hijo de Tuta’ (2001).
Quizás, como un acto de reivindicación, en 2018, en el marco de la edición 51 del Festival de la Leyenda Vallenata, se le hizo justicia al músico, cuando se le otorgó la corona que lo acredita como “Rey vallenato honorífico”.
Lo cierto es que, con o sin corona, Lisandro Meza ha sabido insertarse, tal y como declara su grito de batalla: ‘Por debajito, por debajito’, no solo en la ciudad de Cali, sino en el corazón mismo de la época decembrina, donde su música es imprescindible, por ser uno de los artistas preferidos de todos los colombianos, que por décadas ha logrado expandir su arte a territorios como el mexicano, el ecuatoriano y el peruano, donde no se tiene duda que es un verdadero monarca.
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