El 13 de mayo de 1987 es una fecha inolvidable para los salseros. Ese día, exactamente a las cinco y treinta y tres de la tarde, Ismael Rivera, ‘El Brujo de Borinquen’, moriría en los brazos de su madre, doña Margarita Rivera, la mamá más popular del mundo salsero por cuenta de Héctor Lavoe, quien la inmortalizó en uno de sus pregones cuando en ‘Dueña de mi inspiración’, una de las canciones más sentidas que interpretó ‘El Sonero Mayor’, Lavoe (quien hacía coros junto a Rubén Blades, Santos Colón e Ismael Quintana) advierte a la madre de manera jocosa: ‘Margarita llegó Maelo fumando caña’.

Ese mismo fatídico día, a dos mil kilómetros de la Isla del Encanto, en Cali, una ciudad donde Ismael Rivera ya era uno de los dioses que custodiaba su olimpo salsero, Benhur Lozada escuchaba perplejo la noticia de su muerte. El locutor más famoso de la ciudad, el hombre que había hecho sonar tantas veces a ‘Maelo’, el que había convertido en éxitos los temas del ‘Sonero Mayor’ a través de Radio Tigre, la más importante emisora de salsa de los años setenta, sentía que un pedazo de su banda sonora se rompía como un desgastado vinilo tostado al sol.

Una década atrás, en 1978, Benhur conoció en Nueva York a su gran ídolo. Había viajado a la ‘Gran Manzana’ con el cantante caleño Píper Pimienta, La Fórmula Ocho -entonces la mejor orquesta de la ciudad- y a los campeones de baile Watusi y María cuando en un rincón de un salón le presentaron a Rivera. El ‘feeling’ fue instantáneo. Benhur le habló de Cali, de cómo los rumberos le armaron un altar especial, de los temas que azotaban las esquinas, de las peticiones de los oyentes en la emisora, de una ciudad que hervía con su pasado al lado de su compadre Rafael Cortijo y le reveló cómo fue que ‘El Negro Bembón’ se convirtió en el himno de ‘El Bar de Merejo’, el mismo que Lozada frecuentaba en plena Carrera Doce con Calle 22, en el centro de la ciudad, allí donde palpitaba el corazón del barrio Obrero y donde de seguro Ismael se hubiera sentido como en casa.

“En mi barrio Obrero yo escuchaba ‘Quítate de la vía Perico’, ‘Máquinolandera’ (composición de Margarita Rivera), ‘El Negro Bembón’ y lo hacía ventaneando en ‘El Bar de Merejo’ porque yo estaba muy pequeño y no me dejaban entrar. Imagínate que Ismael Rivera fue tan importante en Cali que Duván y Leonardo Osorio crearon un conjunto para que sonara igual a Cortijo, se llamaba el Combo Swing, y el cantante era nadie más ni nadie menos que un jovencito al que le decían Píper Pimienta”, me dice esta biblia de la historia musical caleña, mientras se evidencia la emoción en sus palabras al evocar aquellos años recorridos.
El emocionante encuentro con Ismael terminó un par de días después cuando se volvieron a encontrar en ‘Cabo Rojeño’, una de las discotecas más famosas del ambiente latino de Nueva York. Allí la naciente amistad se selló con unas fotos autografiadas, el regalo de una imagen del Cristo Negro de Portobello (del cual ‘Maelo’ era devoto), la entrega de un dije de oro con forma de micrófono, además de un tesoro testimonial en formato de entrevista que el locutor caleño puso a rodar en Radio Tigre y la Voz del Río Cauca.

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Después de su fugaz encuentro en Nueva York, Benhur regresó a Cali con una única misión, lograr que ‘El Sonero Mayor’ viniera a Colombia por primera vez y que la capital de la rumba fuera su casa durante su estadía. Los contactos continuaron, cartas iban y cruzaban el Atlántico (no había internet, por supuesto) hasta que tres años después de la mítica coincidencia en ‘La Gran Manzana’, en 1981, el inquieto locutor junto con Miguel Proaño y el empresario Larry Landa (el que realmente ponía el dinero para pagar al artista) decidieron materializar un sueño: El encuentro de soneros que uniría en un solo escenario a Ismael Rivera, Héctor Lavoe y nuestro crédito salsero, el gran ‘Píper Pimienta’ Díaz.

“Eso para mí era un sueño, parecía increíble que en un mismo escenario pudiésemos tener a esos tres monstruos”, recuerda Benhur.
Serenidad y sencillez. Estas son las dos primeras palabras que le brotan a Benhur cuando le pido que me describa a ese portentoso hijo de Santurce. “Hay artistas que tienen un aura especial, yo tuve la oportunidad de sentirlo con Roberto Carlos en 1970 y también con Marco Antonio Solís, pero la verdad es que Ismael tenía una energía especial. Es cierto que tuvo problemas con el consumo de drogas, pero me pareció una persona muy tranquila, había una enseñanza en cada una de las cosas que hablaba. Él no dimensionaba lo que significaba, tenía un talento prodigioso, pero era un hombre sereno, humilde”, rememora Benhur.

Y se llegó el día del gran concierto. Ese lunes 28 de diciembre de 1981 una trilogía de caballos de la rumba mundial se iba a presentar en Cali. Al verlo en perspectiva quién podría dudar de que aquello sería un éxito de inigualables proporciones, pero es cierto: ‘El Brujo de Borinquen’, ‘El Cantante de los Cantantes’ y ‘El showman de Cali’ no lograron llenar el que debió ser el concierto del siglo. ¿Qué sucedió para que lo que debía ser el más recordado espectáculo en la historia musical de la ciudad se fuera marchitando como rosas añejas en la memoria de los salseros?
Benhur elabora su propia explicación. En primer lugar, El Coliseo El Pueblo no era un escenario que los caleños disfrutaran para apreciar los artistas, quedaba retirado (en el sur de la ciudad, más alejado que el estadio) y la acústica era terrible. También comenzó a circular el rumor de que ‘Maelo’ ya no era ‘lo último en la avenida’ y que de aquella voz tan singular y acompasada solo quedaba el recuerdo. Una verdad subyacía detrás de esa radio bemba que, sin embargo, muy pocos conocían en ese momento. “Cuando Ismael llegó a Cali ya le habían diagnosticado cáncer, venía bajo de nota y era lógico que ya no alcanzara los registros del pasado. Mucha gente no lo sabía y pues era imposible pretender que con el desgaste que tenía Ismael y, además, enfermo, lo fueran a encontrar en plenitud de condiciones. No fue su mejor concierto, pero estoy seguro que tampoco fue el peor”, recuerda Benhur con un dejo de nostalgia.

El concierto no será el más recordado en la historia de la ciudad, es cierto, pero el solo hecho de que haya sido la única vez que ‘El Sonero Mayor’, Ismael Rivera, hubiese pisado tierra caleña lo convirtió en legendario. El Brujo de Borinquen, recuerda Benhur, cobró siete mil dólares, lo acompañó la misma banda que tocaba con Lavoe y no hizo ninguna exigencia especial para la presentación. Se alojó en el recordado Hotel Petecuy, situado en la Carrera 9 con Calle 15, en pleno centro de Cali, que albergaba a todos los artistas que llegaban a la ciudad en aquella época.

El repertorio se lo armaron los empresarios, pero no incluyeron los discos con Cortijo por aquello de las dificultades para interpretar la bomba y la plena. “En el Coliseo El Pueblo, mientras estuvo en el camerino, nos sentamos en una banquita de atrás, como de Iglesia. Él permaneció en silencio, con un copito de papel en las manos donde le sirvieron algo de gaseosa, sin delirios de divo, muy sereno”, rememora Benhur.

La brillante cronista Lucy Lorena Libreros nos recuerda que el productor Jairo Sánchez le relató uno de los momentos más emotivos del concierto. Hubo un instante en que los tres artistas se unieron para cantar con Píper Pimienta ‘A la Loma de la Cruz’, el ‘numerito’ que el ‘showman’ caleño tenía pegado con ‘The Latin Brothers’. La remembranza de aquel momento tiene su parte divertida pues Lavoe, con la picardía propia de los caribeños, observó desde la tarima a una pareja que bailaba de forma muy sensual y el ‘Cantante de los cantantes’ gritó desde arriba “caliéntala tú, que ahora me la llevo yo”, lo que produjo una sonora carcajada en el coliseo.

Otro gran historiador de la salsa, el poeta Medardo Arias, me relata una maravillosa anécdota sucedida ese 28 de diciembre de 1981: “Lo que se hizo realmente en el Coliseo del Pueblo fue un Concurso Mundial de Soneros, ese fue el nombre que le puso Larry Landa. Él me invitó como jurado y el otro no recuerdo si era Edgar Hernán Arce o Benhur Lozada”, Medardo desanda sus pasos y explica que Ismael tenía ya la voz muy ‘cascada’, tal vez por el cáncer y entonces el título de ‘Sonero Mayor’ se le iba a otorgar al ‘Hombre que res piraba debajo del agua’, es decir, a Héctor Lavoe.

Pero fue en ese instante, cuando ya se tenía un veredicto, que entró súbitamente Larry Landa al camerino, conoció el resultado de la votación y rompió el documento.

- “No es posible que ustedes vayan a hacer esto. El Sonero Mayor es Ismael Rivera y punto” dijo Larry Landa un poco molesto por la votación. “Landa admiraba mucho a ‘Maelo’, incluso tenía una gran foto del artista en la sala de su casa materna”, recuerda el escritor bonaverense. Al final, en medio de una sonora carcajada Medardo advierte que los locutores tuvieron que salir a la tarima y anunciar que el Sonero Mayor seguía siendo Ismael Rivera.

Una historia que pocos recuerdan

Uno de los investigadores musicales más conocedores de la legendaria figura de Ismael Rivera es Rafael Quintero, el hombre fuerte de Convergencia, la mítica discoteca y salsoteca que quedaba cerca de la Avenida Sexta en aquellos años ochenta. ‘Rafa’ me precisa un momento clave en la historia que ancla a Rivera en la ciudad y que ha pasado inadvertido.

“A finales de los años cincuenta se presenta en los teatros de Cali la película ‘Calipso’, en la que actuaban Cortijo y su Combo, que fue un alumbramiento de lo que posteriormente iba a convertirse en la salsa de Nueva York cuando los puertorriqueños entraron en esa producción musical”. Para Rafa es clave ese momento porque desde allí se fortaleció un lazo inquebrantable entre esa sonoridad y el pueblo caleño.

Al final nadie te olvidó querido Maelo. Imposible dejar atrás a quien tantas alegrías nos ha brindado. Y aunque el hastío, la indiferencia, el olvido caigan sobre lo vivido al final como el telón, el ‘Ciudadano de la Calle Calma’ no morirá jamás en la memoria de los salseros caleños. Como dice Benhur Lozada, al recordar aquel concierto de 1981 en Cali, “haber tenido la oportunidad de disfrutar en vivo a Ismael Rivera no tiene comparación. Se trató de un momento único en la historia musical de la ciudad y quienes estuvimos allí jamás olvidaremos cómo se nos puso la piel cuando en tarima yo anuncié… ‘Y con ustedes, ¡Ismaaaaaeeeel Riveeeeera, El Sonero Mayor!”.

Seis años después de su única visita a Cali un infarto lo dejó en brazos de doña Margó, en su amada Calle Calma. Tenía apenas 56 años, aun joven para seguir entregándonos ese pasaporte para un viaje musical y para traernos salsa con mil cositas buenas, pero ya el viejo caballo tenía el cuerpo golpeado y la voz gastada por tantas luchas y excesos.

‘El Brujo de Borinquen’ se marchó adonde su negrita lo esperaba, tal vez sin saber que en esta ciudad la ‘Maelomanía’ le seguiría rindiendo culto con excesos, con ahínco, a medias no, como lo reclamaba el propio Ismael…. En Cali su grito de guerra rumbero está a salvo: ‘Ecuajei, Maestro’.