Laura Sotelo Labrada ‘Sumercé’ Docente, gestora cultural y melómana
Salsa: nace en la Nueva York de los años 60s. Ella, que a todos enloquece, es la música que surge de la unión de artistas provenientes de las Antillas, del norte, centro y sur del continente americano, Améfrika en palabras del Satélite Sursytem. Es descubrimiento, fusión, ancestralidad y virtuosismo; la voz del barrio que encontró en Cali, o Kali, esa que ya escuchaba y bailaba sones, boleros, tangos, guarachas, valses, criollas, pasillos y cumbias, una madre que la cuida celosamente entre discos, salsotecas, tiendas de barrio, bailadores, bailarines, melómanos, coleccionistas, músicos y gestores culturales. Aunque adoptiva, la relación que une a Salsa con Cali es profunda, significativa y compleja.
Cali también es migrante. Dicen que su nombre proviene del Paez caly (tejido sin agujas), del Náhuatl calli (casa) o de la población indígena “Cali Cali” en Quito, Ecuador. Sin embargo, la Kali Ají del Zudaka Boy sumada a las palabras de un viejo sabio que habitaba la ladera de la ciudad me llevaron a Kali, diosa hindú que promueve la destrucción como parte vital del amor. “Kali significa ‘negra’. Su nombre parece ser una versión femenina de la palabra sánscrita kala (que significa ‘oscuridad’); también significa ‘mujer negra’.” Musas, brujas, diosas vampiresas, Kali y Salsa son mujer. Todo tiene sentido.
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La Salsa en Kali, Kali en Salsa. Ellas son embriagadoras de por sí, los que habitamos la ciudad de la rumba interminable tenemos una relación de “Te odio y te quiero, porque a ti te debo, mis horas amargas, mis horas de miel…” que con frecuencia nos imposibilita dar un paso atrás para saber qué debemos hacer para relacionarnos mejor con ella o con las dos. Cali y la salsa son mucho más que territorio y sonoridad. Son madre e hija, ¿cómo entender a la una sin la otra? Es este el momento de entender qué y quién es la salsa, ¿por qué llegó hace tanto y está más que lejos de irse? ¿Por qué nos abraza con más fuerza después una pandemia, después del estallido social? Es este “el mejor momento que yo he conocido” uno de agitación y cambio que nos remonta al Spanish Harlem, el Barrio de la Nueva York de los 60s, esa de luchas y resistencia, Panteras Negras y Young Lords, “Todo el Poder para el Pueblo”, de un Eddie Palmieri tocando en Sing Sing, y un Felipe Luciano recitando:
“Jíbaro, mi negro lindo de los bosques de caña caciques de luz tiempo es una cosa cómica…”
Músicos y poetas encontraron en la salsa un medio de denuncia, el grito colectivo: “Paz, no quiero guerra, queremos paz…”. Es que ellas nos invitan al trabajo colectivo. Un colectivo del que hace parte el curioso, el estudioso, el local y el extranjero; usted que escucha salsa gracias a sus abuelos, sus padres, sus vecinos o la tienda de la esquina; usted que reacciona cuando en conversación ajena alguien menciona a Hermes Manyoma, Evelio Carabalí, Piper Pimienta, Grupo Niche y Guayacán; usted que hoy escucha a Clandeskina, Calibre, Son 21; usted que ahora está lejos pero sabe que “Todos vuelven a la tierra en que nacieron; al embrujo incomparable de su sol…”; usted que llegó Cali, decidió quedarse y no volvió a ser el mismo.
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Necesitamos salsa como respuesta a la América Latina que se despierta; el arte no como industria, sino como posibilidad de cambio y libertad; para el desamor siempre está el bolero. ¡El Pueblo no se rinde carajo!
Sin duda, quienes habitamos Kali estamos en deuda con ella y su memoria que es nuestra historia. Estamos en deuda con su gente, aquellas y aquellos que desde las artes han recreado nuestra realidad o la han hecho más llevadera, aunque no pocos aún deambulen en el olvido a la espera de una mente curiosa que se tope con un testimonio invaluable en una conversación casual. Estamos en deuda con Kali y su venerada Salsa porque aun en 2022 ignoramos, omitimos o descartamos la historia contada por las mujeres, desde la música, el baile o la melomanía. Nuestra representación es mucho más que la figura mitificada alrededor de Jovita. Son de Azúcar, Canela, Magenta, Yerbabuena, Orquesta D’Caché, Son Mujeres, Las Guaracheras, María “La Bella”, Aydé España e Ibérica son tan solo algunos de los nombres que deben hacer parte de la lista de referentes, cuando en Cali se habla de salsa. Trascendamos “sólo sé que tiene nombre de mujer”.
Tite Curet soñó con Anacaona, le compuso una canción y la inmortalizó, en Cali, Petecuy sigue a la espera.