Especial para El País
Buenaventura, 15 de junio del 2024. La tienda de doña Mary estaba lista para la ocasión, surtida al detalle: café, arroz, libretas, pilas, moñas para el cabello, entre otras. No era para menos, su pueblo amado, San Isidro, volvía a estar habitado luego de casi tres años de soledad.
El conflicto armado había sacado de allí y de Ceibitos y Guadual a todas las familias, las cuales se conviertieron en desplazadas. Muchas de ellas se albergaron durante todo este tiempo en el coliseo El Cristal y el centro comunal R9, en Buenaventura, otras se fueron para casas de seres queridos.
El momento del regreso fue el viernes 14 de junio, en chivas y camiones que trasladaron los enseres de 323 familias (786 personas) que volvieron a sus casas en consejo comunitario del Bajo Calima, que recoge a las tres veredas (San Isidrio, Ceibitos y Guadual).
Doña Mary, como unos pocos más, no resistió la vida en el coliseo y había retornado por voluntad propia el pasado noviembre. “Había días en los que estábamos cuatro o cinco personas no más acá. Es que me hacía mucha falta mi tierra. Pero ahora es otra cosa, ya estamos todos y eso es una gran alegría. Porque así somos: un pueblo alegre”, dice doña Mary.
El tan anhelado regreso colectivo se dio tras la propia decisión de la gente, la cual fue acompañada de manera conjunta por entidades territoriales y nacionales que aunaron esfuerzos con las comunidades para lograr que ese retorno se diera de manera digna.
Oscar Hurtado, profesor del pueblo, cuenta que el tiempo vivido en los albergues fue un tramo difícil: en un comienzo daba clases en las graderías, sin tablero, y luego empezaron a enfrentar las dificultades del entorno urbano y su influencia en los chicos.
“El territorio es la vida y la vida no es posible sin el territorio. Salir del territorio es como que nos quitaran una parte de nuestro ser y mucho más se evidencia en los niños y jóvenes. Hoy se abre una ventana para estar motivados y en nuestro contexto no nos pudo pasar algo mejor que retornar. Estamos convencidos que podemos reconstruir ese tejido social que se rompió con el desplazamiento forzado”, dijo el docente.
El alistamiento para el traslado a sus pueblos se dio durante toda la semana y se concretó en la mañana del viernes con chivas y camiones que iban acompañados de banderas y música en señal de alegría por el reencuentro con sus raíces.
En la calle principal de San Isidro, donde se veía el movimiento principal, se escucharon cantos que decían: “¡Aquí nacimos, aquí nos quedamos y de aquí no nos vamos. Porque esta tierra es nuestra, completamente nuestra!”. Como también se oyó la voz de un niño que sentado en la entrada de su casa saludaba a los forasteros acompañantes diciendo: “¡Miren a mi pueblo!”.
Patricia Tobón Yagarí, directora de la Unidad para las Víctimas, presente en este retorno, señaló que “hoy es un comienzo. Sin duda tenemos muchos retos y es seguir avanzando en mayor presencia del Estado para estas comunidades y lograr también la recuperación de sus proyectos de vida, en eso estamos trabajando de manera decidida”.
Agregó que este retorno se suma al esfuerzo adelantado en diciembre pasado con la comunidad de Santa Rosa de Guayacán, cuyas 31 familias también regresaron al territorio en la cuenca del Calima. Precisó que igualmente se está haciendo el seguimiento a los compromisos y avances en la ruta de retornos de este resguardo.
Julio César González, representante legal del consejo comunitario del Bajo Calima, recalcó en su mensaje la dignidad de las personas que han sufrido el conflicto: “El desplazado no es un mendigo, sino que sale de su territorio por fuerza mayor, por intereses de otros”. “Es menester que lo que han sufrido las comunidades del Calima no lo sigan sufriendo las demás. Trabajemos duro para que todas las comunidades que están desplazadas puedan volver a sus territorios y puedan retornar a la vida. Ustedes están observando cómo se vive la alegría de volver acá”.
La región del Bajo Calima ha sido una de las priorizadas por el Gobierno Nacional a través de acciones integrales para Vida y la Paz, que buscan contribuir a la restitución de derechos fundamentales y colectivos, como es la productividad y la infraestructura para la vida, por medio de proyectos de gran relevancia para las transformaciones territoriales.
Este proceso apunta a generar una permanencia en los lugares de origen, como también la recuperación de su identidad cultural y el arraigo en sus territorios. Con un enfoque diferencial de mujeres, niños, niñas y adolescentes, se busca posibilitar el retorno seguro de la población a sus territorios, el fortalecimiento comunitario y la restitución de los derechos colectivos étnicos.
Articulación interinstitucional
En aras de sacar adelante este proceso se ha generado una sinergia institucional acompañando a las comunidades en su voluntad de retorno. En este sentido, vienen participando la alcaldía de Buenaventura y la gobernación del Valle del Cauca, así como la vicepresidencia de la República, la Unidad de Atención y Reparación para las víctimas (UARIV), el Departamento Nacional de Planeación (DNP), El ICBF, Minvivienda, Minagricultura, la ART, Mineducación y Minsalud, DPS, entre otras.
Desde septiembre de 2023, la Oficina del Consejero Comisionado de Paz ha venido acompañando a las comunidades en conjunto con el Fondo de Programas Especiales para la Paz (Fondo Paz), que vienen invirtiendo en soluciones integrales para la verdadera transformación de los territorios.
El proceso de retorno se ha dimensionado en los diferentes ejercicios de articulación y negociación en la Mesa de Diálogos para la Paz entre el Gobierno Nacional y el ELN, quienes al cierre del Cuarto Ciclo de Diálogos, en Venezuela, suscribieron entre otros el Segundo Acuerdo de Caracas, que define al Bajo Calima y San Juan como zonas priorizadas para la implementación de alivios humanitarios y transformaciones territoriales, con la participación activa de las comunidades y brindando especial atención a sus necesidades más urgentes.