El alcalde de Palmira, Óscar Escobar, recuerda a un inversionista que había llegado a la ciudad con la intención de iniciar nuevos negocios en la región. Antes de su viaje desde el exterior, solicitó camionetas blindadas para ir desde el aeropuerto Alfonso Bonilla Aragón, hasta la Zona Franca. Un trayecto de 15 minutos en lo que tal vez lo más peligroso sea pasar por algún bache en la vía, le generaba temor.

El miedo del empresario se debía a una noticia recurrente. Desde 2013, Palmira hacía parte del ranking de las 50 ciudades más violentas del mundo, según un listado que elabora el Consejo Ciudadano para la Seguridad Pública y la Justicia Penal A.C. de la sociedad civil, en México. La metodología que utilizan es sencilla: dividen el número de homicidios de una ciudad entre el número de habitantes, y el resultado lo multiplican por 100 mil.

En los días en los que el empresario visitaba Palmira, la ciudad tenía una tasa de homicidios que no solo superaba la media nacional sino la de varios países del continente, al punto que, en 2015, ocupó el octavo lugar en el deshonroso listado. En los titulares de la prensa se leía: “Palmira, en el ‘top ten’ de las urbes más violentas”.

En ese entonces la tasa de asesinatos en la ciudad era de 70,88 por cada 100.000 habitantes, dos veces más alta que la de Colombia, de 24,5. En 2011, la tasa triplicó a la media nacional, con 107 asesinatos por cada 100.000 habitantes.

El alcalde Óscar Escobar sospecha ahora que los inversionistas que lleguen del exterior para impulsar la reactivación económica y la generación de empleo que tanto se necesita en los días de la pandemia del coronavirus, ya no solicitarán camionetas blindadas ni nada por el estilo. Después de 8 años en el ránking de las ciudades más violentas del mundo, y de alejarse progresivamente de ese ‘top diez’, (puesto 37 según los datos de 2019) Palmira salió de la lista.

En 2020 se registraron 113 homicidios, 16 menos que en 2019, lo que en las frías estadísticas traduce una reducción del 12.4% en los asesinatos. La tasa de homicidios por cada cien mil habitantes se redujo al 31.9%. Valencia, la ciudad venezolana que ocupa el puesto 50 en el listado, tiene una tasa de 34.65 homicidios por cada cien mil personas.

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Gran parte de la violencia en Palmira – aún ocurre – se debe al microtráfico de drogas. En la ciudad fue famosa una banda que se hacía llamar ‘Los 300’. Tenía una estructura de sicarios, jíbaros, atracadores, extorsionistas, que se disputaban el control del territorio. Fue desarticulada en 2018.

Aunque no era la única, por supuesto. En 2016 las autoridades contabilizaban 17 bandas. La cercanía con Cali y la posición estratégica de Palmira para mover drogas y armas en las zonas rurales hacen a la ciudad atractiva para los narcos. Entre 2007 y 2011, los homicidios aumentaron un 26 %.

Eso hizo que se tomaran medidas drásticas. Inversión social para prevenir que los jóvenes fueran captados por las bandas – una buena parte de la violencia es cometida por menores de edad – pero también desarrollo tecnológico para la Policía y fortalecimiento del pie de fuerza. En 2015, cuando los asesinatos subieron, la gobernadora de la época, Dilian Francisca Toro, envió al Ejército a las calles. Actualmente el promedio de asesinatos es de 9 cada mes.

El secretario de Seguridad de Palmira, el coronel retirado de la Policía Álvaro Antonio Arenas Muñoz, explica que el nuevo plan de seguridad para seguir mermando los asesinatos se diseñó “bajo cinco pilares”.

El primero es la prevención del delito; evitar que los jóvenes, las principales víctimas de los homicidios, sean reclutados por pandillas o bandas delincuenciales. Para intentarlo se creó la estrategia Pazos, en la que participan diez secretarías de la Alcaldía, y con la que se pretende generar oportunidades de estudio, trabajo, emprendimiento, en los barrios con mayores índices de homicidios. El 70% de los crímenes se concentra en 25 barrios.

"Pazos es una estrategia enfocada en la prevención de la violencia juvenil. Nos acercamos a los líderes de las comunas y trabajamos las problemáticas de los territorios priorizados. A los jóvenes les garantizamos la oferta institucional. Cuentan con atención psicológica, abogados para quienes tienen problemas judiciales, un trabajador social, y se busca la manera de brindarles oportunidades, de acuerdo a sus expectativas. Quien desee estudiar, por ejemplo, buscamos el acceso a los colegios con la Secretaría de Educación, o quien quiera hacer deporte, lo acercamos a las ligas. Todo se hace de acuerdo a las expectativas de cada joven", dice Yennifer Yepes, la Secretaria de Gobierno, cuya oficina en el piso cuarto de la Alcaldía está decorada con un mural que dice: Palmira Pa’ Lante.

La gráfica urbana hace parte de Pazos. Los jóvenes que integran la estrategia han realizado murales como una manera de recuperar espacios señalados como violentos. Callejones donde nadie entraba porque robaban fueron apropiados por la comunidad a través de la pintura. Es lo que ocurre en la galería central y en barrios como Loreto.
Aunque es cierto que la disminución de la violencia no se explica por la estrategia, por lo menos no en tan corto plazo - un año – en Palmira se perciben algunos cambios.

Brayan Mosquera, gestor de convivencia en la Comuna 1, dice que la percepción de su entorno es distinta. Los taxistas ya entran a la comuna. También las ambulancias y los encargados de reparar las redes eléctricas. Brayan perdió a cinco hermanos por la guerra de pandillas. Ese dolor fue lo que hizo que no tomara las armas, y en cambio decidiera dedicarse a evitar que su mamá, y tantas madres más, pasaran por la tragedia de enterrar un hijo. Brayan se encarga de mediar en los conflictos de los muchachos en la Comuna 1.

Otro de los componentes del plan contra la violencia lo llaman “seguridad inteligente”. Palmira cuenta con 464 cámaras de video vigilancia, 42 en la zona rural, y el 98 % está en funcionamiento. Es una prioridad, dice el Secretario de Seguridad, que las cámaras funcionen. La apuesta es que la ciudad cuente en dos años con 40 nuevas cámaras con sistemas de reconocimiento facial y detección de placas de vehículos.

Por ahora las cámaras son monitoreadas por funcionarios de la Alcaldía, después de haber sido capacitados. Es una manera de que los policías estén en las calles y no en el comando, y reducir el déficit de agentes patrullando. Palmira es una ciudad de 350 mil habitantes, y solo es vigilada por 380 policías, a veces 400 cuando llegan apoyos.

La tecnología en todo caso no solo permite advertir delitos en tiempo real, sino resolver crímenes. El municipio tiene la tasa de esclarecimiento de homicidios más alta del Valle, aunque sigue siendo baja: 34.4 %. De cada 100 homicidios, se resuelven 35.

Y, según el Centro de Información y Estadística, en donde se recoge la información delictiva, las denuncias por hurtos a personas, residencias, comercio, automotores, como los asesinatos, bajaron en el último año. El único indicador que aparece en rojo es el robo de motos.

Pese a los números, la percepción de inseguridad es alta. Conversando con la gente en la plaza, en la galería, en los barrios, el temor sobre todo es ese, los hurtos. El concejal José Arcesio López dice que procura no contestar su celular en la calle. Esa distancia entre los números del Centro de Información y como se sienten los palmiranos se explica por un fenómeno; la mayoría de quienes son víctimas de robos no denuncian.
En la Encuesta de victimización y percepción de seguridad de Palmira (2017), se lee que entre los que fueron robados en el último año apenas el 29 % reportó el hecho a las autoridades.

Entre los que se oponen a la actual Alcaldía manifiestan que Palmira aún está lejos de ser una ciudad segura por esa percepción de inseguridad y también porque sospechan que los homicidios bajaron no por las acciones de prevención contra el delito y los operativos de la Policía, sino por la pandemia del coronavirus: entre marzo y junio de 2020, cuando en Colombia se decretaron confinamientos, toques de queda, ley seca para prevenir contagios, fue cuando más bajaron los crímenes. El Secretario de Seguridad recuerda sin embargo que la pandemia fue mundial, no un asunto exclusivo de Palmira, por lo que en las ciudades que aparecen en el famoso ranking de las más violentas del mundo también hubo coronavirus y sin embargo Palmira ya no está allí.

Más allá de los intereses políticos que hay detrás, el alcalde Óscar Escobar reconoce que no se trata de un triunfo de su administración, sino de la ciudad, que ha logrado, en los últimos cuatro años, disminuir el promedio de asesinatos, y ahora el reto es seguir reduciéndolo o por lo menos, conservarlo. Al 28 de abril de 2021, son 40 los homicidios, 11 más que en el mismo periodo del año anterior, un aumento del 38 %.

Las más violentas

  • En el ranking de las ciudades más violentas del mundo en 2020, las seis primeras son mexicanas: Celaya, Tijuana, Juárez, Ciudad Obregón, Irapuato y Ensenada.
  • En total son 18 las ciudades de México mencionadas.
  • Cali sigue apareciendo en el listado. Figura en el puesto 39.
  • Cúcuta es la segunda ciudad de Colombia en el ranking de las más peligrosas, en el puesto 43.