Durante dos años las autoridades estuvieron detrás de Charle Portilla Salcedo y John Sebastián Giraldo, dos narcotraficantes solicitados en extradición por Estados Unidos y España, respectivamente, quienes conformaron una banda delincuencial de la que también hacía parte un soldado profesional, para traficar cocaína con destino a México, España, Bélgica y Países Bajos, principalmente, utilizando empresas que exportan productos típicos colombianos, aprovechándose de los tratados de libre comercio y de la baja en los controles en los puertos marítimos.
La terea para atraparlos no fue sencilla, pues se necesitaron dos años de investigación en los que se analizaron cerca de un millón de llamadas y mensajes de texto, que les sirvieron a las autoridades para darse cuenta de que no se trataba de principiantes, sino de personas conocedoras del tema y que habían puesto en marcha un plan para que lo narrado en sus conversaciones pasara completamente desapercibido.
La habilidad de estos delincuentes no tenía límites. En sus charlas telefónicas utilizaban lenguaje en clave. En el informe conocido en exclusiva por SEMANA, se lograron identificar 34 expresiones cifradas que eran utilizadas para detallar la forma cómo se estaba traficando la droga, las alertas que se presentaban en el proceso, e incluso la satisfacción cuando los cargamentos llegaban a su destino.
En una de las conversaciones, uno de los integrantes de la organización repitió en varias oportunidades las palabras “la reversa” o “la sacada”, a lo que su interlocutor respondía que era largo el proceso. Tras atar varios cabos, se determinó que con esta expresión se hacía mención directa a “realizar la extracción de la cocaína mezclada con el café o el abono orgánico”.
Con las investigaciones, las autoridades concluyeron que lo ocurrido en Países Bajos en el 2021 en el Aeropuerto de Ámsterdam, cuando se realizó una de las mayores incautaciones de droga en la historia de ese país: 400 kilos de cocaína escondida artesanalmente en un cargamento de café, no era un caso aislado, pues se trataba de una práctica cotidiana para traficar este tipo de cargamentos a Europa casi que de manera semanal.
Otra de las expresiones utilizadas era la “yuca baja en almidón”, que hacía mención a “un estupefaciente con bajo porcentaje de pureza”, lo que representaba que la droga tenía que ir a otro mercado y podía ser transportada por tierra.
Otras, en cambio, no eran tan divertidas y ponían a temblar a toda la organización: “Se calentó, se fueron al suelo, se perdió”, lo que se traducía en que el cargamento había sido incautado por “los amarillos” o “los verdes”, como se referían a los agentes de la Armada y el Ejército, respectivamente.
En más de una oportunidad, y por lo tenso de la situación, los jefes de la organización propusieron dar “papelería”, es decir dinero, para el “entrompado”, es decir, sobornar a las autoridades y así recuperar las “cajas de pollo” o “los cosos esos” como se referencian a las sustancias estupefacientes.
Finalmente, fue el rastreo de las empresas de papel lo que permitió identificar uno a uno a sus integrantes y establecer así las funciones que tenían para el tráfico de drogas.
Igualmente, el papel de una fuente humana permitió expandir el organigrama en la Fiscalía General y así establecer quiénes eran los jefes, las peleas internas que se presentaron, y los planes de expansión que tenían.
Así las cosas, hoy en día las 22 personas que formaban parte de esta estructura criminal fueron capturadas y encarceladas, siendo este uno de los golpes más duros que ha recibido el tráfico de drogas desde Colombia hacia Europa.