“Mi hermanito ya no está
ya no lo puedo cuidar
aceleraron tu camino, sé que fue una trampa del destino”...
La canción se escucha desde la casa 23 en la manzana 3 del barrio Manuel José Ramírez, donde vivía Alfonso Mosquera Murillo, uno de los cadetes muertos en el ataque registrado el jueves en la Escuela General Santander, en Bogotá.
Con música y tratando de estar alegres como le hubiera gustado que estuvieran, así esperan familiares y amigos, en el municipio de Pradera, el féretro del joven atleta que soñaba con ser Policía.
La espera ha sido larga y cuando todos pensaban que ya iba a terminar, recibieron ayer una llamada desde Bogotá, de doña Inocencia, madre de ‘Ponchito’ —como le decían a Alfonso de cariño— diciendo que el traslado de los restos solo se haría hasta hoy.
Wilfredo Murillo, tío de Alfonso, pero a quien consideraba un hermano porque se criaron juntos, oculta su dolor tras unas gafas oscuras. Es él quien explica que lo van a recibir con música y tratando de estar alegres.
“Vamos a tratar de estar alegres, como él era y escuchar música, la música que a él le gustaba, vamos a recibirlo bien”, dice.
Su hermana Yuri Isabel, de 17 años, también atleta, confiesa que siente un nudo en la garganta pero sostiene que no puede llorar. Debe ser fuerte por su mamá que es la que más está sufriendo con la pérdida de su hijo.
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La joven asegura que no cree que su hermano esté muerto.
“Sé que él está estudiando en Bogotá y ¿cómo así que está muerto?”, se pregunta la menor rechazando la noticia pese a que ya han pasado cuatro días desde el atentado.
Ella lo recuerda con su alegría contagiosa, como cuando estuvo en diciembre pasado y les bailaba y cantaba.
“Él se sentaba encima de mi madre y bailaba. Era muy recochero, le gustaba la salsa, San Pacho, Dance y también Dubosky, entre otros cantantes”, cuenta su hermana.
Relata cómo la aconsejaba: “Me decía ‘si usted quiere ser alguien tiene que esforzarse bastante’. Éramos muy unidos, me bailaba y me decía Yuri ‘tengo hambre, andá fritame algo’. Mi hermanito era una personota”, reitera.
Todos los que lo conocían afirman que su sueño era graduarse, superarse y ayudar a sus padres a quienes quería darles una casa y mejorar sus vidas.
Precisamente, el 8 de enero cuando regresó a la escuela le confesó a tu tío Wilfredo que estaba muy contento y que tenía metida en el corazón su institución policial, que le gustaba demasiado estar en Bogotá.
Otro que lo recuerda como una persona estupenda es su compañero en Indervalle, Cristian Felipe Baena, quien cuenta que Alfonso era un luchador y un deportista empedernido.
José Lemos, también atleta, reveló que hoy cuando llegue el féretro, le harán un gran recibimiento en moto desde la entrada del pueblo hasta su casa, donde le harán una calle de honor para manifestarle toda su admiración y su amor.