El llamado de emergencia ocurrió en medio de la oscuridad de la noche. En Guapi, a 180 kilómetros de Cali, un hombre se debatía entre la vida y la muerte debido a que tenía un cuchillo incrustado en su cráneo.
“Afortunadamente llegamos a tiempo en nuestro helicóptero bautizado como El Ángel de la Fuerza Aérea, brindamos los primeros auxilios y, posteriormente, trasladamos al paciente a un centro asistencial y logró sobrevivir”, relató el subteniente Cristian Iván Yepes, quien es el copiloto del poderoso Black Hawk.
El helicóptero siempre está en la Base Aérea Marco Fidel Suárez, en Cali. Desde allí parte cada que recibe un llamado de auxilio en los departamentos de Cauca, Valle, Nariño y Chocó. “Desde el momento en que recibimos la llamada tenemos máximo 30 minutos para alistarnos y partir. Desde Cali a Guapi nos tardamos 40 minutos aproximadamente. Nos desplazamos lo más rápido que podemos con tal de llegar de manera oportuna y poder darle una segunda oportunidad de vida a quien se encuentre herido”, explicó Yepes.
Esta aeronave, también conocida como el ‘Ángel de metal’ vuela a aproximadamente 130 nudos por hora, es decir, 250 kilómetros por hora.
“Este helicóptero está destinado para que otros puedan vivir, pues a cualquier hora de la noche, del día o de la madrugada, haciendo un calor inclemente o una lluvia fuerte, los siete integrantes de este equipo saldrán a cumplir su misión en cualquier territorio”, dijo el coronel Jorge Andrés Henao, líder del Comando Aéreo de Combate Número 7 de la Fuerza Aérea de Colombia.
Como las misiones se realizan en lugares remotos a los que muchas veces por vía terrestre ni fluvial se puede acceder, todas las misiones son de alto riesgo por su difícil acceso y la presencia de grupos al margen de la ley que podrían atentar contra la vida de los militares y el resto de la tripulación.
“Sabemos que siempre hay que reaccionar muy rápido, pero a pesar de eso debemos mantener la calma ya que volar siempre será un riesgo. Cuando vamos en condiciones climáticas adversas se me pasan muchas cosas por la cabeza, la primera de ellas es mi familia porque sé que ellos me están esperando en casa sano y salvo. Además, pienso en cumplir la misión de forma exitosa y en llegar a tiempo porque sabemos que hay alguien que nos necesita de manera urgente”, reflexiona el subteniente Cristian Iván Yepes, quien lleva tres años volando, y añade que cuando cumplen un objetivo y logran dejar al herido en un centro asistencial o salvarle la vida en medio del vuelo “siente la satisfacción más grande”.
Esta aeronave es un UH-60, lo que significa que es un helicóptero utilitario y que cumple muchas misiones, una de ellas es el rescate de personas. Para ello está equipado con una grúa de rescate que permite hacer evacuaciones aeromédicas en zonas confinadas donde no se puede hacer un aterrizaje seguro o no se tiene un punto para descender.
Luego de la extracción del herido los rescatistas le brindan atención prehospitalaria con el objetivo de estabilizarlo. “Muchas veces nos hemos encontrado que cuando llegamos los soldados o civiles tienen los signos vitales muy bajos, por lo que ha tocado darles reanimación, oxígeno, estabilizarlos y llevarlos rápido a una zona o a un establecimiento médico donde se le pueda brindar atención más avanzada”, cuenta el técnico tripulante Daniel Limas Cañón.
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La misión más reciente de este grupo de rescatistas ocurrió el domingo pasado, en El Charco, Nariño. Hasta allá debieron llegar tras el llamado de un civil que recibió un disparo en el abdomen que comprometía su vida, motivo por el que fue trasladado a un hospital de mediano nivel para que fuera intervenido.
“Adicional a las misiones médicas estamos preparados para desarrollar extinción de incendios forestales, llevar alimentación, cumplir misiones de transporte de carga interna o externa, como por ejemplo piezas para armar un puente móvil en lugares alejados. Todo lo hacemos por el bienestar de la población colombiana”, contó el técnico tripulante Daniel Limas Cañón.
“Uno de los momentos que más me ha marcado como piloto de este helicóptero fue una evacuación en Nariño que realizamos, a altas horas de la noche, de una mujer con embarazo de alto riesgo. Esa noche recibimos el llamado del Centro Nacional de Recuperación de Personal y procedimos, bajo condiciones meteorológicas adversas, hacia esta población. Inicialmente llegamos hasta Guapi a recargar combustible y, posteriormente, fuimos a rescatar a la mujer porque estaba muy delicada. La recibimos con signos vitales estables y la pudimos traer a Cali donde pudo nacer el bebé”, relató el piloto y capitán Juan Pablo Jaimes, quien desde el 2008 ingresó a la Fuerza Aérea Colombiana (FAC), institución que este mes cumplió 103 años de servicio.
Otra de las integrantes de la misión es la capitana Jennifer Vanessa León, oriunda de Puerto Carreño, Vichada, y especialista en seguridad y defensa de bases. Ella decidió unirse a la FAC porque desde pequeña estuvo influenciada por sus padres, pues su mamá fue suboficial de la Policía y su papá trabajó como suboficial de la Armada Nacional.
“Una de las misiones que más recuerdo fue cuando se rescató a un soldado profesional con impacto de bala. A pesar de todos los esfuerzos realizados se logró dejar al uniformado con vida en el hospital, pero después me enteré de que las heridas fueron tan graves que falleció en cirugía. Eso me hizo reflexionar y pensar en que son muchos los solados que están entregando su vida por el país para que las ciudades y pueblos estén seguros y a la mayoría nadie los conoce. A pesar de eso ellos dejan a sus hijos y esposas para hacer una labor silenciosa muy importante”, sostuvo la capitana Jennifer Vanessa León.
A pesar de que no todas las misiones terminan con el final esperado, las ganas de este grupo de militares siguen intactas y están listos para embarcarse en una nueva misión, pues dicen que “los colombianos siempre tendrán la tranquilidad de que vamos a estar en los lugares donde nos necesitan. Este helicóptero es un ‘ángel’ de metal que aterrizará hasta en los lugares más difíciles”.