Raquel Vergara, coordinadora de proyectos de la Fundación Barco y líder de la iniciativa Pasos Seguros, habló con El País y contó cómo está el panorama de las minas antipersonal en la región, cuáles son los municipios más afectados por esta problemática, qué hacer en caso de encontrarse con un artefacto de este tipo y explicó cómo se desarrollan las iniciativas que están ejecutando en los lugares más apartados del Valle para impedir que más vidas sean apagadas por estos explosivos.

¿Cómo está el panorama de los artefactos explosivos en nuestro país, la Cruz Roja dice que hay 73 incidentes en lo corrido del año?

Sugiero tener un poco de cuidado con las cifras de la Cruz Roja porque ellos mezclan dos tipos de artefactos. El primero son las minas antipersonal, munición sin explosionar y trampas explosivas que son activadas por la presencia, proximidad y contacto. El segundo tipo son los artefactos de activación controlada y es por esa situación que ellos registran bastantes víctimas.

Si usted compara ese número de víctimas con los registros que tiene la Oficina del Alto Comisionado para la Paz, que es la fuente oficial, en el primer trimestre de 2023 irían alrededor de 31 víctimas por artefactos que son activados por presencia, proximidad o contacto.

Entonces, ¿es correcto decir que esas 31 personas han sido víctimas de minas antipersonal?

Son minas antipersonal y munición sin explosionar. Esta munición es la que queda abandonada en el territorio luego de los combates. Otra posibilidad es que sean artefactos a los que les ha fallado su mecanismo de activación y han quedado en el territorio.

También pueden ser restos, es decir, casquillos de balas que permanecen en terreno y que tienen restos explosivos que ponen en riesgo la comunidad. Han ocurrido casos de niños que recogen los casquillos de bala porque creen que son inofensivos, los manipulan y terminan explotando y, algunas veces, causando mutilaciones en los dedos y lesiones en las caras de los niños.

Raquel Vergara, líder de la iniciativa Pasos Seguros. Foto: Cortesía. | Foto: El País

¿Cuál es el panorama histórico del Valle del Cauca frente a esta problemática?

El Valle históricamente, desde 1990 hasta la fecha, ha tenido alrededor de 261 víctimas y 698 incidentes.

Tenemos unos municipios más afectados que otros y es muy compleja la situación en Buenaventura porque allí históricamente van 39 víctimas. En Buga el registro es de 29; Dagua tiene 9 víctimas; Pradera, 32; Tuluá, 22 y Palmira, 19.

Es importante hablar de Florida porque es el municipio más grave, pues históricamente ha registrado 83 víctimas de minas antipersonal.

¿Tiene un panorama actual o solo el registro histórico?

Actualmente tenemos una preocupación que nos motiva a realizar estos llamados de alerta hacia la educación frente al riesgo de minas antipersonal porque hay presencia de grupos armados que continuamente están contaminando los territorios y, a medida de que se presentan combates, aumenta la probabilidad de que exploten municiones. Adicionalmente se están presentando algunos casos de controles territoriales que se pueden prestar para la instalación de más minas.

Estas situaciones hacen que las minas antipersonal siempre sean un peligro en el Valle del Cauca.

Uno de los municipios del Valle más afectados es Buenaventura, allí históricamente van 39 víctimas según Raquel Vergara. Foto: Archivo de El País.

¿Se puede decir que las minas siguen siendo una realidad de la que todavía no nos hemos librado en nuestro departamento?

Así es. No nos hemos librado de las minas, primero porque los artefactos explosivos tienen una larga duración. Es casi imposible determinar la duración que pueden tener estos explosivos porque no caducan y, en la medida en que sean manipulados, aumenta el riesgo de que se puedan activar.

Por eso nosotros hacemos labores de prevención para que las personas se mantengan alejadas de zonas de riesgo y de estos artefactos explosivos. Cuando decimos que estamos trabajando en lugares como Buenaventura o Dagua, no significa que todo el territorio esté minado, significa que hay zonas rurales que pueden tener presencia de actores armados y que hay riesgo de que hayan explosivos.

¿Qué debe hacer una persona si se encuentra con un artefacto explosivo o que no identifica?

Los artefactos explosivos pueden estar camuflados con objetos de uso común. Lo primero que hay que hacer si una persona ve un objeto del cual duda, es detenerse, mantener la calma y observar a su alrededor porque hay una premisa: donde hay una mina es muy posible que hayan otras más. Uno pudo ver una, pero no puede ver las otras y por eso hay que mirar alrededor.

Además, si está acompañado, hay que alertar a las demás personas.

No hay que tocar el objeto ni moverlo con un palo, tampoco con una piedra. Es importante evitar tomarle fotografías y enviarlas por Internet, pues los celulares emiten ondas electrónicas y no sabemos si el mecanismo de activación que pueda tener ese objeto sea por ondas.

Lo que se hace es dar la vuelta, regresarnos por nuestras propias huellas hasta un camino seguro o principal. En caso de que vayamos en grupo, nos debemos regresar uno detrás de otro, es decir, en fila india.

Debemos alertar a la comunidad y avisarles que hay un objeto extraño para que vengan a verificar el hecho y hacer una detonación controlada. Reiteramos, no se puede cortar, estirar, halar, mover cables o cuerdas que estén visibles. La premisa de siempre es: si usted no botó eso que está allí, no lo recoja porque puede terminar lesionado.

Colombia es el sexto país con mayor afectación por minas antipersonal en el mundo y uno de los seis en los que se siguen instalando este tipo de artefactos. Foto: Archivo de El País.

Sabemos que van a trabajar en Dagua y Bugalagrande. ¿Qué se hará allí?

En Dagua hemos priorizado seis sedes educativas y once comunidades que son de mayor afectación. Además, en Bugalagrande tenemos ocho establecimientos educativos afectados y 13 comunidades.

Dependiendo de esta audiencia los procesos de gestión del riesgo son distintos. Se harán talleres acercándose, de múltiples maneras, para que las personas puedan hacer un análisis de los comportamientos de riesgo que tienen y se explicará la forma de cambiarlos a comportamientos seguros.

En los establecimientos educativos lo que hacemos es ayudarlos a que hagan y diseñen su propio plan de contingencia y que los docentes incorporen la gestión del riesgo dentro de las asignaturas, proyectos pedagógicos o estrategias transversales con niños y padres de familia. Estas acciones ayudan a salvar vidas y hemos tenido casos donde los niños detectan artefactos, se activa la ruta y se logran salvar vidas.