Los habitantes del oriente de Cali viven con temor debido a los constantes enfrentamientos entre pandillas de jóvenes que amenazan la tranquilidad de esta zona de la ciudad. El caso más reciente ocurrió ayer en la mañana entre los barrios Pízamos y Potrero Grande, cuando un grupo de hombres se atacaron con piedras en plena vía pública, al parecer por la violación de las fronteras invisibles.
A raíz de este problema de orden público, muchos padres optaron por no llevar a sus hijos al colegio por miedo a ser atacados o alcanzados por las piedras, además, la movilidad del sector se vio reducida porque los ciudadanos no querían resultar heridos con elementos contundentes.
Para Israel Vidal, expresidente de la Junta de Acción Comunal de Pízamos III la situación es insostenible, pues hace más de un año sufren estos desmanes. “Esto es una batalla campal de todos los días, mañanas, tardes y noches porque esto no tiene horario”.
De acuerdo al líder comunal, los habitantes han buscado soluciones con la Fuerza Pública y con la Secretaría de Seguridad, sin embargo, no han tenido una respuesta clara puesto que los involucrados son menores de edad. “Pedimos la presencia del Bienestar Familiar y de la Policía, pero no hemos sido escuchados hasta el momento”.
Estas peleas se han convertido en parte de la cotidianidad de los ciudadanos de muchas zonas del oriente de Cali, donde las fronteras invisibles todavía son una realidad.
La delimitación de los territorios que controlan algunas pandillas es lo que genera los enfrentamientos. Según Pablo Uribe, experto en seguridad ciudadana, grupos de jóvenes buscan demostrar poder y que son ellos quienes dan los permisos para entrar a los barrios, sin embargo, pueden tener otras intenciones.
De la misma manera, Juan Camilo Cock, director de la Fundación Alvaralice y experto en prevención de violencia, explicó que uno de los puntos más dramáticos de estos límites es que “cuando una persona de un lado pasa al otro queda expuesta a una agresión, incluso a la muerte. En algunos casos afectan solo a quienes están involucrados en el conflicto, pero en otros afecta a toda la comunidad”.
Si bien la situación se presenta hace más de un año en Pízamos III, en otras zonas del oriente de la ciudad es una problemática con décadas de antigüedad, donde un conflicto entre dos sectores se convirtió en una disputa eterna.
“Los niños van creciendo con la idea de que las personas del otro barrio son sus enemigos y aunque muchas veces no entienden el origen de las disputas, las interiorizan”, dijo Cock.
Un problema estructural
La falta de oportunidades y las familias disfuncionales son apenas un par de las múltiples causas del ingreso a las bandas. Israel Vidal manifestó en algunos casos la cabeza del hogar debe trabajar incansablemente para llevar el sustento, lo que provoca que los adolescentes no tengan supervisión adulta.
Pablo Uribe comentó que en la mayoría de los casos “son jóvenes de hogares vulnerables y la familia suplente que se encuentran son las pandillas de sus barrios. Como no hay mayores pendientes de ellos, tienden a llenar ese vacío emocional en las calles con otros menores y así es como se forman los grupos”.
Esta problemática vulnera el derecho a la libre locomoción, a la educación e inclusive al trabajo debido al temor de los vecinos de ser alcanzados por palos, piedras e inclusive balas perdidas al salir a las calles, por lo que Uribe expresó la necesidad de que se judicialice a las personas que incurran en estos desmanes.
A pesar de que parece una situación difícil de mejorar, Israel Vidal tiene claro que con intervención social y apoyo estatal es posible. “Hemos escuchado a los jóvenes que en la mayoría de los casos vienen de otros barrios, convocamos a actividades deportivas y se han visto cambios, pero nosotros solos no podemos”.
Los expertos concuerdan en que, con acompañamiento y supervisión los enfrentamientos pueden cesar. “Hay experiencias de desactivación de fronteras invisibles y reconciliación entre grupos con rivalidades a través de trabajo de prevención social”, manifestó Cock.
Vidal puntualizó que los involucrados en pandillas pueden salir adelante y convertirse en adultos valiosos para la sociedad si se ejecuta un plan de intervención integral con los padres y los menores de edad.