“Ayúdanos a encontrarlo”, “Se busca”, “Ayúdanos a compartir”, “buscamos a”, “¿Lo has visto?”. Este es el drama que viven cientos de familias en Cali afectadas por el fenómeno de la desaparición forzada. Un flagelo que silenciosamente corroe las calles y barrios de una ciudad que parece hacer oídos sordos al clamor de estas personas que solo quieren saber qué pasó con sus seres queridos, dónde están, si aún están vivos.
Preguntas que no encuentran respuesta en la Fiscalía, Policía, ni Medicina Legal del Suroccidente, que dicen no tener cifras sobre denuncias y que las mismas deben ser consultadas en el Sistema de Información Red de Desaparecidos y Cadáveres, Sirdec. Este es un primer obstáculo, la falta de acceso a información.
Incluso, el subsecretario de Derechos Humanos de Cali, Juan Manuel Torres, reconoce que el tema de los desaparecidos en Cali, “es algo que había perdido un poco como los dolientes”. Agregó que “las instancias pues en realidad no están funcionando, como las instancias de articulación, un comité de desaparecidos o una mesa”.
Sin embargo, afirma que desde la Secretaría de Paz y Cultura Ciudadana, realizan actividades de prevención al tiempo que anunció la puesta en marcha de la campaña Rompiendo Mitos, que busca derrumbar el mito de las 72 horas para que alguien pueda hacer el reporte de una desaparición.
Por su parte, el Personero Delegado de Cali, Diego Fernando Padilla, informó que entre el 1 de enero y 2 de abril de este año se reportaron 93 personas desaparecidas, de las cuales, el 30.10% (28) corresponde a mujeres y el 69.89% (65) a hombres.
Asimismo, 25 casos son menores de edad, de los cuales 9 aparecieron vivos y 16 continúan desaparecidos.
El dolor de no saber qué más hacer
Jean Pool Becerra Saldarriaga, 19 años, salió de su casa en Calimio Norte, el 3 de marzo. Salió en su bicicleta color gris. Vestía un jean azul oscuro, saco tipo chaqueta roja y gorra del mismo color. Tiene tatuajes en piernas y brazo. Su mamá Claudia Milena dice que hablaron esa noche como a las 8:00 o 9:00 de la noche y le dijo que estaba comiendo fritanga con el papá y que después iba para la casa, pero “nunca llegó mi niño”.
Entonces comenzó la búsqueda por el barrio y por las ‘ollas’ donde posiblemente podrían encontrar la bicicleta, pero nada, dice la madre desesperada, quien fue a Medicina Legal donde dejó su ADN por si aparecía un cuerpo. También ha ido a hospitales y estaciones de policía del sector, ha repartido volantes y puesto el caso en redes sociales y emisoras, pero nada. Asegura que luego de la desaparición de su hijo, al menos otros seis muchachos también han desaparecido del barrio, entre ellos una menor de 14 años de nombre Sofía. “Hay muchas versiones, mucha gente dice que la guerrilla está reclutando”, sostiene.
Jean Pool es delgado, de 1,60 metros, sin antecedentes. Finalmente ella se quiebra: “Por Dios, usted sabe cómo nos cambió la vida, esto es algo que no se puede explicar. Piense usted que un hijo se le desaparezca, lleve más de un mes y no sepa nada de él. Sabiendo que su hijo siempre estaba esperándola en su casa, para decirle: ‘Madre te amo, cómo le fue en el trabajo’”, solloza María Claudia.
Un recorrido sin regreso
Gustavo Eduardo Veloza, de 64 años, salió en su bicicleta el pasado 24 de marzo. Le dijo a su esposa e hija que se verían a la hora del almuerzo, pero nunca llegó. Un pariente, tras iniciar la búsqueda, les dijo que lo había visto ese día en la ciclovía ingresando a Cali a la altura de la estación de gasolina Primax, hacia las 10:00 de la mañana.
Su hijo Luis logró que le permitieran revisar las cámaras de vigilancia del CAI del Paso del Comercio donde lo vio efectivamente pasando por ese sector hacia las 8:53 de la mañana en el sentido Palmira – Cali. Sin embargo, no hay registro de su regreso a las 10:00 de la mañana.
“El vídeo tiene registros hasta las 11:00 de la mañana, entonces estamos esperando mirar otros vídeos para establecer si pasó más tarde para Cali”, dice Luis. Su padre viste una camiseta color verde militar, una sudadera azul oscura, zapatos café y una gorra beige. La bicicleta es una todoterreno roja, con una parrilla gris. Lo han buscado por todos los barrios del norte y han ido a Medicina Legal y visitado centros asistenciales en Palmira. La búsqueda dio unos primeros resultados.
“Encontramos la bicicleta el pasado 6 de abril, estaba en un predio cercano a la bomba Primax, nos dicen que estaba abandonada. Estamos esperando vídeos de las empresas aledañas para ver si vemos algo. Hemos extendido la búsqueda hacia Buga, porque de pronto anda deambulando por las carreteras”, dice su hijo que sigue cada rastro en busca de su padre.
Royser salió de casa el domingo
El domingo de Pascua, Royser José Asenso, extranjero, de 35 años (los cumplió el 3 de abril) quien lleva 3 años en Cali, salió de la casa de su hermano en el barrio Chapinero, en Cali. Eran las 5:00 de la tarde, recuerda su esposa Odalis Santamaría.
Dice que ese mismo día le dijeron que lo vieron corriendo por los lados del hospital de López, pero allá nadie lo recuerda. Su familia lo ha buscado por toda la ciudad. El volante pegado en paredes, establecimientos y hasta en tubos de la energía, lo describe como un hombre que sufre de epilepsia, pero no es peligroso. Viste camiseta verde, pantaloneta negra y zapatos blancos. Es padre de una bebé de 11 meses de nacida. “Estamos orando para que aparezca”, dice Odalis, quien aún no sabe nada de él.
Mideros, una búsqueda infructuosa
Juan José Mideros salió a trabajar a las 5:08 de la mañana, el pasado 2 de marzo. Así quedó registrado en las cámaras del barrio Terrón Colorado donde vive con una familia desde hace 7 años que lo acogió como un miembro más. Por eso, cuando no regresó empezaron una búsqueda por todo el sector, sin resultados.
“Es muy extraño porque él es un muchacho muy juicioso, respetuoso y responsable. Hemos puesto el anuncio en Facebook, en las redes sociales, en el CTI, pero nos han pedido la cédula y él cargaba sus documentos”, asegura María Paula Martínez.
Desde hace 13 años María Elena Gallego busca a su hija Sandra Cuéllar Gallego, desaparecida un 17 de febrero de 2011. La ingeniera ambiental salió de su casa con destino a Palmira, pero nunca llegó a la Universidad Nacional donde quedó de reunirse con un docente para ayudarle en su cátedra de cultura general. La joven, de 26 años, se esfumó, nunca volvió a tenerse noticias suyas. En un conmovedor mensaje, su madre asegura que “no quiero morir sin saber qué le pasó a mi hija”.
Esto es lo único que les queda a cientos de familias: seguir buscando, confiando, orando, llorando, suplicando, susurrando sus nombres, sin saber dónde están.