La revista Semana hizo un informe periodístico en el cual relata varios detalles desconocidos que hubo durante la caída de uno de los capos más peligrosos tanto de Santander como del país.
Todo empezó el jueves 10 de octubre del 2024, cuando alias Pichi se encontraba disfrutando de casa por cárcel en un exclusivo apartamento del barrio El Poblado, con jacuzzi y asadero. En el transcurso de aquel día, recibió la llamada de un abogado, quien le informó que un juez lo enviaría otra vez a prisión y que sería extraditado por pendientes judiciales que supuestamente tenía con otros países.
“No fue una fuga preparada. Pichi se llena de temor, dice que él no quiere irse para el exterior y por eso toma la decisión de fugarse. ¿Cómo se fuga? Con las personas que estaban en ese momento en su casa”, aseguró al respecto uno de los integrantes de la Dirección de Investigación Criminal, quien lo siguió continuamente por las montañas de Antioquia.
En dicha escapada recibió el apoyo de su novia, un barbero, un escolta y el hermano de una de sus amantes.
“Ellos se embarcaron en una camioneta blanca, un carro pequeño gris y una motocicleta. De acuerdo con el registro de 54 cámaras de video, los ocupantes se desplazaron hacia el norte del Valle de Aburrá para esquivar la persecución policial”, señala el medio de comunicación mencionado en su investigación.
El municipio antioqueño de Bello fue donde tanto el capo como sus acompañantes se refugiaron durante las primeras 48 horas, mientras estaban en la búsqueda de un sitio más seguro en el mismo departamento. Y es que ‘Pichi’ decidió permanecer en Antioquia, ya que tenía el respaldo y garantías de seguridad de los cabecillas de la delincuencia de Medellín, a diferencia de Santander en donde se iba a enfrentar a una sentencia de muerte impuesta por las organizaciones con las que se disputaba el control de economías ilícitas.
Copacabana fue aquel municipio en donde estuvo en la clandestinidad en donde sus sobrinas rentaron seis fincas en Airbnb, las cuales cada día costaron más de un millón de pesos, según datos de inteligencia de la Policía.
En cuanto a sus excentricidades, pudo pagarlas por esos días con el dinero que le mandaban desde Santander. En ese sentido, su mano derecha, alias Rolex, transportó fajos de billetes hasta el Valle de Aburrá, con el fin de que los disfrutara. Algunas de las compras más destacadas fueron ropa de marca y licor fino.
Asimismo, por su obsesión por las mujeres, durante el tiempo de la clandestinidad los investigadores de la Policía identificaron que mantuvo relación y conversaciones con por lo menos tres parejas, quienes al parecer eran modelos activas en redes sociales y fanáticas del buen gusto.
“En su vida clandestina se movieron cientos de millones, producto de la ilegalidad. Lo que no se llegó a imaginar es que le estaban respirando detrás de la espalda durante las 24 horas del día. Los uniformados infiltraron la red social en la que estaba documentando su vida, accedieron a imágenes privilegiadas que explicaron sus rutinas y escucharon sus comunicaciones”, relató Semana.
Finalmente, los investigadores resaltaron que aunque podía cambiar su apariencia frecuentemente, un dron de la Policía identificó al capo por un tatuaje en sus espaldas cuando se sentaba en un corredor del inmueble.