‘Jake’ dormía en el corredor del apartamento. Cuando abría su cuarto en las mañanas, lo primero con lo que se encontraba Leidy Caucalí era con la mirada dulce de su perro. Lo mismo le ocurría a su esposo, y a sus dos hijas de 13 y 17 años. El ritual de todos antes de iniciar el día era abrazar a ‘Jake’.
Sin embargo, hace unas semanas se vieron obligados a guardar la cama del perro. También su coca, el alimento, los juguetes. Ver esos objetos todo el tiempo les resultaba muy doloroso.
A ‘Jake’ se lo robaron el domingo 20 de septiembre de 2020 en cercanías a la Universidad Libre de Cali, y desde entonces no han tenido noticias sobre su paradero. La familia comenzará a asistir a terapias con un psicólogo.
- Todos los días sentimos esa incertidumbre de si vamos a pasar por una calle y lo vamos a ver, o si vamos a abrir la puerta y ‘Jake’ va a aparecer. Escuchar un perro ladrar es ilusionarse con su regreso. Por eso no hemos sido capaces de ir a caminar al parque. Normalmente salíamos a montar en bicicleta y mientras alguien montaba, otros paseábamos a ‘Jake’, pero es un plan que cancelamos. Que te roben el perro que te ha acompañado durante tanto tiempo es una experiencia que no le deseo a nadie. Es un miembro más de la familia - dice Leidy.
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‘Jake’ es un cocker de pelaje café, pecho blanco y orejas largas y caídas. Leidy lo adoptó en Bogotá cuando apenas tenía tres meses de nacido. Fue un regalo de cumpleaños para su hija menor, que ama a los animales. Un poco después la familia se trasladó a Cali por motivos de trabajo, por lo que Leidy, coordinadora administrativa de una empresa de la ciudad, dice que su perro “es más caleño que rolo”.
Hasta el momento del robo, el único contratiempo con ‘Jake’ había sido su estómago. Es muy delicado con lo que come. Por eso Leidy prefirió no castrarlo. Le daba temor que le ocurriera algo con la anestesia. Ahora se pregunta si acaso hubiera sido mejor operarlo. Uno de los motivos por los que los delincuentes roban perros es reproducirlos en criaderos clandestinos y comercializar sus crías. Leidy le ora a Dios para que eso no sea así. Además, reflexiona, su perro no es de esos canes costosos como para que un ladrón lo considere un gran botín.
El robo sucedió ese fin de semana de septiembre, cuando la familia estaba de viaje. Siempre que deben trasladarse a otra ciudad y no pueden llevar a ‘Jake’, lo dejan a cargo de un paseador que vive en Santa Isabel, ese barrio famoso por el Monumento a la Aviación que hay allí y que todo el mundo conoce como ‘El Águila’.
Dejar el perro con alguien más no es algo muy frecuente, aclara Leidy. Tal vez cosa de una o dos veces en el año, y con el paseador, quien trabaja en una veterinaria y es de total confianza, ‘Jake’ era un perro feliz.
El paseador salió ese domingo por el barrio a darle una vuelta a ‘Jake’ junto con su hija, quien también es muy apegada a la mascota, hasta que dos hombres se bajaron de un Chevrolet Spark GT gris, le apuntaron con un revólver, y le pidieron el celular, la billetera, los zapatos y el perro.
- No nos mirés, no te vas a hacer matar - le decían.
El paseador les entregó todo y una vez los tipos se fueron – parecían borrachos o drogados - salió corriendo con su hija abrazada.
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En la Policía Ambiental dicen no tener ni idea de que en Cali se roben a los perros. Como si los agentes no tuvieran redes sociales donde se divulgan tantos casos o no recordaran las noticias que se hacen virales.
Como la de ‘Rocco’, un bulldog francés que le fue arrebatado a su cuidadora en un parque del barrio las Quintas de Don Simón en enero de 2020 y sin embargo el ladrón devolvió al animal en un Uber después de que la familia saliera en todos los noticieros. Según los registros de los agentes, en la ciudad no existe ninguna denuncia formal por robo de mascotas.
Esa misma tarde en que le robaron a ‘Jake’, ya de regreso en la ciudad, Leidy acudió al CAI más cercano donde, asegura, los policías no le pusieron demasiada atención. Apenas le dijeron que “esperara” a que la llamaran a pedir dinero por el rescate de la mascota, algo muy común en estos casos, “porque de resto no podemos hacer nada”. También le dijeron que debido a la pandemia por el coronavirus, las denuncias se debían hacer de manera virtual. La denuncia del robo de ‘Jake’ ya está en la Fiscalía.
Leidy, junto con su esposo y sus hijas, después de llorar “lo que nadie se imagina” una vez se enteraron del robo, diseñaron carteles que distribuyeron por todo Santa Isabel. También preguntaron por las cámaras de seguridad de la zona para identificar a los ladrones y publicaron anuncios en redes sociales, pero hasta el momento no hay ninguna pista.
Cada que llueve le pedimos a Dios que ‘Jake’ esté en un lugar seguro, en un refugio, que no vaya a estar en la calle, que no pase hambre. Esa incertidumbre de no saber qué le pasó es horrible. Lo que nos ha salvado es que tenemos mil cosas qué hacer, el trabajo, el colegio, un curso de guitarra de mi hija pequeña, entonces eso nos ha mantenido a flote. Pero no dejamos de pensar en el perrito. Por favor, que lo devuelvan. Hay una familia sufriendo – dice Leidy.
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A diferencia de la Policía, que en una ciudad donde matan a más de 1000 personas al año se ocupa de otros menesteres, adiestradores y animalistas aseguran que el robo de mascotas es un delito muy frecuente.
Henry Heshusius, propietario de Perros de Casa, un centro de socialización y rehabilitación de conducta canina, realizó una estadística “personal” de las razas que más roban en Colombia: bulldog francés, bulldog inglés, bernés de la montaña, border collie.
Son los perros que tienen un ‘boom’ en la sociedad. Razas que, digamos, se ponen de moda. Una de las modalidades para robárselos es llevar una hembra en celo a los parques. Cuando un perro percibe una hembra en celo, no hace caso. Una vez se alejan de sus cuidadores, los montan a un carro. Detrás hay un mercado enorme. Sin embargo, por lo regular los perros que venden por internet y en aplicaciones como Mercado Libre, supuestamente puros, no lo son. La única entidad que puede certificar que un perro es de raza pura es el Club Canino Colombiano, y un perro con certificado del Club cuesta millones. Mi recomendación es que quién no tenga ese dinero, tampoco pague $700 mil, o un millón de pesos por un perro supuestamente puro, porque lo más probable es que no lo sea. Mejor adoptar uno en un refugio. Así se lleva un perro a la casa, no una raza. Y frena el robo de mascotas. Es como las partes robadas de los carros. Las hurtan porque hay quién las compre.
Liliana Ossa, la directora de la Fundación Paz Animal, asegura que hay perros de manejo especial, es decir “bravos”, que los roban para ponerlos a pelear. En su refugio ha recuperado algunos, ahora disponibles para adopción en días en los que es mejor ir a los cajeros bien acompañados.
El oeste de Cali, agrega Liliana, es donde más casos de perros robados se conocen. Los habitantes de ese sector salen a caminar alrededor del río con sus animales de compañía, perros de razas costosas. A un adiestrador que pidió no revelar su nombre le intentaron robar el perro que entrenaba en el sector.
El ladrón le sujetó la mano para arrebatarle la trabilla, la correa con la que se saca al perro, y fue tal la fuerza que a pesar de que el adiestrador la tenía sujetada con firmeza y asegurada en su canguro por seguridad, el canguro se reventó y el ladrón salió corriendo con el perro contra su pecho. Por fortuna el portero de una unidad residencial se percató, puso su mano sobre el arma, y el delincuente soltó al animal. Si el adiestrador no revela su nombre es porque sabe que la cuidadora del perro la podría pasar muy mal si se entera que su “peludito” estuvo en riesgo de desaparecer.
Detrás de los hurtos de mascotas también hay diversas modalidades de estafas. Le sucedió a Leidy Córdoba, después de publicar en internet un mensaje denunciando que su perro, ‘Tenchy’, fue robado. La mascota sufre de incontinencia y problemas renales, por lo que necesita de medicamentos.
Todo ocurrió el domingo 27 de septiembre de 2020. ‘Tenchy’ jugaba con otros perros en Río Claro, Jamundí. Si alguien lo observara a lo lejos, podría confundirlo con un lobo: pelaje negro con blanco, mirada penetrante, una cruz en la frente. Como todo husky siberiano.
Liliana dice que apenas lo descuidó durante cinco minutos, y lo perdió de vista. De inmediato comenzó a buscarlo, hasta que una señora le dijo que al perro lo montaron en una camioneta Duster de color negro.
La hermana de Leidy publicó en Facebook el cartel con la foto de ‘Tenchy’, ofreciendo una recompensa. Desde entonces le han enviado decenas de fotos, y ninguna corresponde a la mascota. Alguien más tomó del anuncio el teléfono de Leidy y en cambio se hizo pasar por una amiga suya que está en el exterior. Le escribió por WhatsApp.
Le dijo que necesitaba urgente que le reclamara una encomienda. Cuando supuestamente llegó la encomienda, le escribió que debía pagar una multa en el aeropuerto El Dorado debido a que el envío no había sido declarado por el monto correcto, pero que estuviera tranquila que le devolvería la plata. Enseguida le mandaron un número de cuenta para consignar $2 millones. Leidy creyó que estaba escribiéndose con su amiga, y pareció comprobarlo cuando la llamaron de una supuesta agencia de envíos internacionales a decirle lo mismo: que debía pagar la multa. Leidy consignó los $2 millones y ahora, además de su perro, busca a los estafadores.
Por eso no confía en los desconocidos que la llaman a suministrarle información de ‘Tenchy’. Desconfiar es lo correcto en estos casos. Es cierto que se debe acudir a las redes sociales para encontrar a los animales, pero con cuidado. Lo dice Laura Briseño, una animalista que estuvo a punto de perder a su perra, ‘Laika’.
Laura aclara que no podría afirmar que la bull terrier mini que le regaló a su novio hace un año se la hayan robado, aunque todo parece indicar que sí.
Sucedió el 1 de octubre de 2020. ‘Laika’ se encontraba en el antejardín de la casa del novio de Laura, en el barrio El Dorado. Allí la dejaban mientras hacía sus necesidades fisiológicas. Sin embargo, la perra, de un momento a otro, desapareció. Lo extraño era que la reja, de media altura, no estaba abierta como para pensar que se hubiera escapado. Lo más probable es que alguien se agachó para sacarla.
Laura y su novio, angustiados, buscaron a la perra por el barrio en varias ocasiones. Como era día de sacar la basura, les preguntaron a los recicladores si la habían visto. También a algunos indigentes. Los indigentes tienen fama de robar perros. Nadie les dio razón.
Mientras tanto varias personas comenzaron a llamar al celular del Laura por el anuncio que publicó en Instagram y en portales de búsqueda de mascotas. Le dijeron que habían visto a la perra en el parque de Capri, y ella se fue para allá de inmediato. Cuando llegó no había ningún perro con las mismas características.
Uno en ese momento es muy susceptible, y hace lo que sea por encontrar a su mascota. Por eso hay que tener cuidado. Se pueden aprovechar de uno. Te pueden decir “tengo a su perra, pero consigne una plata”, y resulta un engaño. En mi caso a cada llamada que me entraba le ponía el alma, la fe, de que me iban a decir que la perra había aparecido y que era verdad. Yo le decía a mi novio: sé que Dios sabe que he ayudado a muchos animales indefensos, heridos, con hambre, con sed, sé que él nos va a ayudar a encontrar a ‘Laika’.
Parece que es cierto que la fe mueve montañas. Laura recibió una primera llamada, en la que le decían que la perra había sido vista en el antejardín de una casa ubicada muy lejos de donde desapareció: el barrio Nueva Floresta.
Cuando llegó al lugar, y volvió a llamar a la persona que le dio ese dato para que le ayudara a encontrar la casa, le contestó un minutero. Laura suspiró. Junto a su novio siguieron dando vueltas por la zona, mirando en cada antejardín, en cada garaje. Hasta que una persona diferente a la que la había llamado le escribió a su celular y le dijo lo mismo: la perra estaba en la Nueva Floresta. Quien le escribió le pidió un momento para ir a verificar la dirección exacta. Un rato después le envió los datos, con una petición: “sean muy prudentes. No quiero tener problemas con mi vecino”.
Cuando Laura y su novio llegaron a las afueras de esa casa, ‘Laika’ escuchó sus voces y de inmediato asomó el hocico por la ventana. Laura le tomó una foto, como para congelar el que es uno de los días más felices de su vida. Como animalista, sabe que algo está ocurriendo. Las posibilidades de que una mascota robada vuelva a su hogar son muy bajas.
Pero jamás se debe dejar de creer.
Quien tenía su perra le aseguró que “se la había encontrado”, pero Laura no lo cree. Temía que la fueran a poner a parir. Una de las recomendaciones para proteger a las mascotas de los delincuentes es castrarlas o esterilizarlas en caso de que no se pretenda tener crías. También ponerle una placa con los datos de contacto de los cuidadores, así permanezca en la casa. Y el microchip de identificación animal.
Es como un grano de arroz, y se introduce en la piel del perro. Allí está toda la información del cuidador, y si alguien lo roba y pretende venderlo, un veterinario podría escanearlo y descubrirlo.
También es posible comprar un GPS, aunque de momento solo se pueden instalar en los collares, por lo que en los robos no sirven mucho. El ladrón podría botar el collar y el localizador terminar en la basura. Laura sin embargo contempla esa alternativa. Son días en los que basta un descuido para perder lo que tanto se ama, dice.