Esperanza* estuvo a punto de entregarle más de un millón de pesos a un estafador que organizó una pantomima tal que ella incluso lo transportó en su propio vehículo para ir juntos a un cajero y retirar el dinero, pero en el último segundo le advirtieron que el hombre era un ladrón que ya había logrado su cometido antes. La historia de Esperanza la podrían contar otros, escena por escena.
Ella cuenta que todo comenzó cuando iba manejando su carro por un sector del sur de la ciudad cuando una voz la alertó de que estaba a punto de sufrir una catástrofe.
“Yo iba conduciendo cuando un carro se acercó al mío y por la ventanilla una mujer me hacía señas y me gritaba, muy alarmada, que tuviera cuidado, que una de las llantas se iba a salir.
Repitió lo mismo al menos tres veces, siempre con mucha urgencia. Aunque yo no sentía nada extraño en el timón, no quise arriesgarme y me orillé para revisar”.
La mujer cuenta que fue en ese momento cuando cualquier sospecha de que algo no era cierto se difuminó porque enseguida apareció un hombre que le confirmó que estuvo a punto de accidentarse. No había razones para sospechar: el amable extraño estaba vestido con un overol de una serviteca y tenía a la vista identificaciones que dictaban que era un mecánico.
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“Yo estaba revisando la llanta cuando un señor alto con vestimenta azul, que lucía todos los logos una serviteca se me acerca y me confirma lo de la llanta. Yo, ingenuamente, le creí porque era lo mismo que me acababan de decir. Él dice que está en su hora de almuerzo y que me puede ayudar. Yo iba sola, así que acepté, se agachó, vio la llanta, me hizo mover la dirección del carro para un lado y otro y me dijo que había un daño en el eje y me mostró. Todo el tiempo usaba términos de mecánica”, cuenta.
Parte del éxito de la operación es que el delincuente no trabaja solo y cuenta con varios cómplices que le ayudan a crear la tramoya. Además de las personas que van en el vehículo que hace la alerta inicial -un hombre y la mujer que avisa a la víctima del supuesto daño- otra persona llega cuando el vehículo está detenido y el falso mecánico está revisando las llantas, esta se encarga de distraer a los afectados.
El investigador de temas de violencia y conflicto, Néstor Rosanía, dice que estas estrategias de estafa y robo obedecen a un fenómeno de sofisticación por parte de los delincuentes, quienes cada vez más parecen incorporar más miembros a su organización, en especial personas que ofrecen mayor seguridad para cometer el delito.
Agrega que esto es posible debido a que este es un crimen muy rentable. Solo a esperanza, por ejemplo, le estaban pidiendo dos millones de pesos por los supuestos arreglos que le hicieron al eje y las piezas que reemplazaron.
El investigador de violencia indica que otro elemento que juega a favor de la comisión de este delito es que los riesgos son, relativamente, bajos para los perpetradores porque los resultados inmediatos de estos robos son dinero en efectivo y además tienen acceso a elementos de fácil venta como computadores celulares, tablets, que puedan sustraer de los vehículos.
Además, al no usar armas ni métodos de intimidación, están mucho menos expuestos a ser confrontados por las autoridades.
En el caso de Esperanza, los estafadores incluso le mostraron una factura para comprobar que el trabajo que se le había hecho a su vehículo había sido real y validado por una empresa consolidada. Hasta hicieron una llamada en la que una supuesta asesora le confirmaba el valor que debía pagar.
En ese punto, el hombre disfrazado de mecánico ya se había ganado su confianza al punto que fueron juntos a un centro comercial para sacar el dinero de un cajero automático. La mujer mantuvo comunicación con sus familiares, quienes no sospecharon porque el delincuente estaba muy enterado de todos los términos mecánicos, aunque por el elevado costo del arreglo solo se le iba a pagar la mitad.
Lo único que salvó a Esperanza de entregar más de un millón de pesos es que justo en ese momento una de las víctimas del hombre lo reconoció y le advirtió que estaba a punto de ser víctima de un robo.
En medio de la confusión, el hombre escapó y Esperanza no volvió a saber de él. Hoy cree que casi cae en la trampa porque es una mujer mayor, que se movilizaba sola y así la perfilaron.
De hecho, hace pocos días se denunció un caso muy similar, con todos los elementos de lo que le ocurrió a Esperanza. También se trató de un hombre mayor, que se movilizaba solo. Lo preocupante es que esa vez ocurrió en otro punto distinto de la ciudad, lo que habla de la capacidad de estos delincuentes de moverse hacia distintas áreas.
Expertos en seguridad coinciden en que es necesario aumentar los índices de condenas cuando se presentan estos casos y de esta manera estimular a los ciudadanos a que denuncien cuando son víctimas de ladrones, así no hayan usado la violencia para quitarles el dinero, y añaden que se debe tener en cuenta este tipo de alertas porque, justamente afectados por la impunidad jurídica, muchos de los afectados no denuncian y así estos métodos no están llegando al radar de las autoridades, por lo que no se están desarrollando planes y políticas para enfrentar el problema en sus dimensiones reales.