Tras el ataque terrorista de la mañana de este martes 20 de septiembre que dejó dos personas muertas en Timba, Cauca, nunca llegaron las autoridades. El País estuvo en la zona de los hechos y en las tres horas posteriores a la explosión no había presencia de Policía, tampoco del Ejército ni de la Defensoría del Pueblo y mucho menos del alcalde de este municipio o de algún representante de la Gobernación del Cauca. Los habitantes estaban solos.

Esta fue una de las viviendas que quedó destruida tras el ataque terrorista en el municipio de Timba, Cauca. | Foto: El País

El País llegó a la zona ubicada a una hora de Cali en la que, aproximadamente a las 7:10 a.m. explotó un carro bomba que iba dirigido contra una estación de Policía que está ubicada al ingreso a Timba, sobre la vía que de Jamundí conduce a Suárez, Cauca. Las primeras versiones apuntan a que el ataque fue perpetrado por la disidencia Jaime Martínez de las Farc. En los hechos ningún uniformado resultó herido o fallecido, pero sí dos civiles que pasaban por el lugar.

La primera de ella es la profesora Estela Balanta, quien se movilizaba en su motocicleta y se dirigía a dictar clases de primaria. La otra persona que falleció es un joven que también se desplazaba en su motocicleta por la zona y fue afectado por la onda expansiva que solo dejó destrucción a su alrededor.

Jhoana Muñoz es la propietaria de una de las viviendas que queda al lado de la estación de Policía que atacaron. De su vivienda, de paredes blancas, queda muy poco ya que el techo se desplomó y en la parte donde funcionaba un taller donde se reparaban motocicletas el incendio convirtió todo en cenizas.

“Yo vivo aquí hace más de 10 años. Lo único que escuché fue la explosión que ocurrió cuando me encontraba en la cocina junto a mi hija de 10 años. Como pude, después de todos los escombros que me cayeron encima, salí junto a ella. Todo esto parecía una pesadilla porque mi casa quedó totalmente desbaratada”, comenta la mujer, quien evidentemente seguían en estado de shock luego de lo ocurrido.

Fueron las mismas personas que viven en la zona, quienes acordonaron el lugar de los hechos. | Foto: El País

“Todo lo perdimos, yo aquí tenía mi negocio y todo lo perdimos. Lo primero que hice fue salir a buscar a mi mamá, que vive en la casa de al lado. Mi casa quedó en destrucción total. No quedó nada porque después de la explosión hubo una conflagración. Los bomberos se demoraron mucho en llegar y fueron las personas las que nos ayudaron a apagar el fuego con baldes de agua y extintores”, dice la mujer.

Inclusive, tres horas después de lo ocurrido las llamas no habían sido controladas por completo y Jhoana le seguía pidiendo a sus vecinos colaboración para que trajeran baldes con agua y poder apagar algunos conatos de incendio más pequeños que amenazaban con salirse nuevamente de control.

La mujer cuenta que lo primero que vio cuando salió de su casa fue a las dos personas fallecidas. “La profesora estaba en el lado donde se encuentra la moto roja y, más cerca a la casa, había otro cuerpo. Lo primero que hice fue salir a buscar a mi madre y cuando la hallé con vida descansé, luego busqué a mi hermano y gracias a Dios ellos habían alcanzado a salir por la parte trasera”.

La mujer contó que minutos después de la explosión la zona quedó desolada. “No había ni una persona y lo que hicimos fue ponernos a llorar por las pérdidas tan grandes. Aquí estaba el capital de todo un tiempo y no sabemos qué vamos a hacer. Todo es pérdida total”.

La profesora Estela Balanta, quien se movilizaba en su motocicleta y se dirigía a dictar clases de primaria, fue una de las víctimas del ataque. | Foto: El País

En la zona otras casas y negocios dedicados a la compra y venta de repuestos para vehículos también resultaron afectadas, especialmente en los techos y ventanales. Inclusive, hasta un restaurante que está ubicado a varios metros de la explosión volaron piezas contundentes que serían del vehículo que explotó. Los cables del alumbrado público terminaron en el piso, lo que hace pensar que esta noche, sin el servicio energía, podrían ocurrir más ataques. El miedo se percibe en la mirada de quienes transitan por el sector.

“Necesitamos paz, nosotros no tenemos ninguna culpa de esta guerra. Estuvimos a punto de morir por una guerra de la que nosotros no tenemos la culpa. Nadie sabe hasta que le toca vivirlo, porque uno muchas veces ve en las noticias lo que está ocurriendo, pero nunca cree que le va a pasar”, finalizó Jhoana.