Ana Lucía Caicedo, nació en Tumaco, Nariño, hace 36 años. Aunque estudió ingeniera electrónica de la Universidad de Nariño, descubrió que su pasión era el mar, el océano e hizo un magíster en Oceanografía Física y actualmente está cursando el doctorado en Ciencias del Mar.
Caicedo, ha recorrido el mundo gracias a su conocimiento, llegando en 2016 a la Antártica. Pero siempre regresa a Tumaco, a trabajar por sacar adelante a su territorio. Esto la hizo merecedora en 2018 del ‘Reconocimiento Afro’ del Ministerio del Interior y este año también fue seleccionada en la categoría de Ciencia, Tecnología e Innovación, de la primera versión del concurso ‘El Poder de las Mujeres en Nariño’.
¿Desde cuándo empezó su gusto por el mar y el océano?
El interés por estudiar el océano viene desde que empecé a hacer mis prácticas académicas en el Centro de Investigaciones Oceanográficas e Hidrográficas del Pacífico. De pequeño uno tiene curiosidad por ciertas cosas, como la marea, porque al vivir en zona palafítica uno ve cómo se descubre la parte de la playa y cómo a ciertas horas la marea tiene un ascenso, entonces es una curiosidad de pequeña. Pero formalmente todo empezó cuando tuve la oportunidad de hacer mis prácticas académicas en el Centro.
Entré a trabajar en el diseño de un sistema de alertas tempranas por tsunami, y para poder abordar esa temática era indispensable conocer la dinámica del océano y desde ahí se unieron mis dos mundos: la electrónica y ese interés por conocer un poco más de la dinámica del océano.
¿Cómo fue su expedición a la Antártica?
El haber estado en la Antártica tuvo muchas repercusiones a nivel personal y profesional. El haber vivido esa experiencia partió mi historia en dos. Tuve la oportunidad de participar con una de las personas que más admiro y es mi mentor, el capitán Torres, que en su momento era jefe de la expedición, y también porque representó una oportunidad muy importante para demostrarme a mí misma que era capaz de sortear cosas como el mareo (risas). Además estuvo el reto que representa el confinarse en un espacio tan pequeño e interactuar con tantas personas con diferentes enfoques, disciplinas profesionales y sobre todo diferentes formas de ser, por un tiempo de tres meses. Todo eso demostró de qué estábamos hechos. Por el lado de vista profesional fue ver que quizás esa formación que había tenido, los conocimientos que empezaba a adquirir, realmente podrían dar frutos y resultados.
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¿Qué logró aprender de esa expedición en cuanto a los océanos?
Logramos aprender sobre el oleaje, sobre cómo nuestras costas están conectadas, aún con esa distancia tan grande que tenemos, por ejemplo, desde Tumaco hasta el territorio Antártico. Fue poder ver, identificar y apreciar en altamar cómo era la dinámica de las olas, la frecuencia, sus características, cómo subía el buque, tal y como nosotros en teoría lo habíamos analizado. Fue muy enriquecedor desde el punto de vista científico, puntualmente en la parte del oleaje. Y la gran lección fue poder sentir de primera mano cómo estamos de conectados en un solo mundo. Lo que ocurre aquí en Tumaco, ocurre en Cali, en Bogotá y en un lugar tan lejano como la Antártica.
¿Cómo va su investigación sobre el fenómeno del niño?
Va muy bien. Con fortuna este año presentaremos los primeros resultados en una plataforma que va a ser visible para la comunidad. En todo este proceso hemos podido interactuar con consejos comunitarios, o población indígena y hemos tratando de darle una interpretación y un enfoque (al trabajo) para que para ellos sea un poco más entendible.
Ha sido muy bueno poder entender un poco más sobre el fenómeno del Niño, las repercusiones que tiene en el país y en Latinoamérica, las cuales confluyen con otras oscilaciones, como el cambio climático, y se convierten en información para la toma de decisiones.
¿Ya se pueden pronosticar?
Se pueden hacer pronósticos y hay unas instituciones que lo hacen. Lo que sí se tiene claro es que hay unos niveles de certidumbre. Por ejemplo, la Universidad de Nueva York con su centro de investigaciones genera unos pronósticos mensuales de lo que va a ocurrir en el siguiente mes. Pero más que decir si va a ocurrir o no, lo más importante es conocer qué impacto puede representar si se da un escenario en particular. En eso trabajamos nosotros en el Centro.
¿El fenómeno del Niño y el calentamiento global afectan los océanos?
Sí. En el océano lastimosamente podemos evidenciarlo desde el punto de vista físico: con el incremento del nivel del mar, del oleaje y la erosión costera, ahí podemos ver esos impactos del fenómeno del Niño y del cambio climático.
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¿Cómo van las labores para mejorar las oportunidades de los jóvenes en Tumaco?
Nosotros como Centro de Investigaciones estamos enfocados a la parte técnica, el conocimiento y la dinámica costera, del océano y la relación con la atmósfera. Pero precisamente ahora estamos asumiendo un reto: hemos tocado las puertas de una universidad, para que nos permitan acceder a pasantes en la profesión de sociología. Nuestro interés es poder transformar la información que generamos, para que llegue a la comunidad de una manera más precisa.
En la Dirección General Marítima, que cobija los dos centros de investigaciones del Pacífico y el Caribe, nuestro objetivo es impactar a diferentes sectores, en los que están la academia, los jóvenes, las comunidades y demás. Precisamente dentro de las actividades que se vienen, está el poder contar con más visitas de estudiantes a nuestras instalaciones. En el futuro la idea es apoyar a semilleros de ciencias del mar, a nivel local en Tumaco y en el resto del Pacífico.
¿La violencia y el racismo han frenado el crecimiento de Tumaco?
Sin duda. La violencia y la discriminación, vista desde diferentes enfoques, ha hecho que el municipio de Tumaco quizás no sea el que muchos de nosotros quisiéramos ver en este momento.
Este lunes es el día internacional del agua, ¿cómo concientizar a la gente sobre la importancia de este líquido vital?
Sobre el tema del agua, y relacionándolo con el océano, hay que saber que el océano inicia desde nuestras casas: toda esa agua finalmente pasa por ríos, desagües, alcantarillados y finalmente llega al mar.
Creo que el mejor mensaje es saber que esa gota, esa agua que utilizamos de manera inadecuada, es agua que necesitaremos más adelante. Y si la contaminamos, afectaremos un recurso tan amplio, como el que tienen los océanos. Debemos pensar que todo está conectado y que este recurso no es ilimitado, tenemos que cuidarlo.
¿Cómo van sus estudios sobre las afectaciones al mar por los derrame de hidrocarburos?
Ahora estamos en una primera fase, en el que estamos simulando: si hay un derrame en este punto, ¿hacia dónde iría? Dentro de lo que es la zona costera de Tumaco, Bahía Solano y Buenaventura, ¿hasta dónde podría llegar la mancha? Esto nos permite aportar para la toma de decisiones en temas de contención, para saber de manera prioritaria qué zonas deberían atenderse primero. Luego vendrá un proceso de validación y después esa información será incorporada en mapas de sensibilidad ambiental, donde se integra el conocimiento de los recursos naturales, el tema de riesgo y las simulaciones, con diferentes escenarios de contingencia.
¿Cree que a los humanos les falta más de aprecio por su planeta?
Sin duda. Somos muy irresponsables y lo digo, porque en este momento, por el trabajo que estoy haciendo, tengo más nivel de sensibilidad frente a esas cosas. En algún momento, tanto mi familia como yo hemos sido irresponsables en el manejo de los recursos, de los residuos y demás. Por eso yo pienso que, mientras las personas entiendan un poquito más sobre cómo estas irresponsabilidades impactan en la naturaleza y afectan las dinámicas, mientras que nosotros podamos hacer una sensibilización o tratar que esa información llegue a las personas que todavía no conocen de estos impactos, ahí estaríamos dando un paso muy importante. Todavía hay mucha inconsciencia y lo más triste es que hay muchos que lo saben, pero no les importa.
¿Qué océanos le falta conocer?
Hay una expedición que se está armando para el Ártico y me encantaría ir para allá. Me gustaría también conocer un poco más del Atlántico. Bueno, hay mucho por hacer todavía, apenas estamos empezando.
¿Qué es lo que más le gusta del océano Pacífico?
Me gusta todo. Cuando hacemos comparaciones desde el punto de vista más científico, hasta el punto de vista que tiene que ver con la gastronomía o la dinámica de las playas, realmente soy una enamorada del océano Pacífico. Es un océano muy atractivo, tiene mucho por hacer, mucho potencial, mucho por desarrollar y sobre todo en nuestras zonas costeras hay mucha gente que ama vivir en estas poblaciones, precisamente por esas riqueza natural que tenemos.
“El agua que utilizamos de manera inadecuada, es agua que necesitaremos más adelante. Y si la contaminamos también afectaremos un recurso tan amplio, como el que tienen los océanos”.