Diez años después de la muerte de Nelson Mandela, primer presidente negro de Sudáfrica y héroe de la lucha contra el apartheid, muchos de sus conciudadanos se preguntan qué pensaría, qué haría, y qué tan diferente sería la realidad política con él.
Pero esta “nostalgia profunda, constatada regularmente en el país donde su rostro figura por doquier en muros, billetes y estatuas, el hecho de “aferrarse a este símbolo” puede transformarse en “energía destructiva”.
“Quizás ha llegado el momento de dejarlo partir”, afirma su archivista Verne Harris, presidente interino de su fundación en Johannesburgo.
Este viernes, 1 de diciembre, se inaugura en sus instalaciones una exposición titulada “Mandela ha muerto”, que invita a los asistentes a reflexionar sobre su legado.
“Estos diez últimos años hemos sentido el peso de la pérdida sufrida y el significado simbólico y práctico de su ausencia”, dice la presentación.
En vísperas de la inauguración, los organizadores instalaron paneles en varias universidades para recoger las reflexiones de la gente sobre este duelo y ponerlas en perspectiva.
El resultado fue un ecléctico abanico de declaraciones.
“Su herencia no ha hecho más que mantener a los pobres en la pobreza y ricos a los ricos. La libertad no tiene nada de libre”, reclama una persona anónima sobre un panel en el barrio estudiantil de Braamfontein en Johannesburgo.
“Si nadie se esfuerza por hacer realidad el sueño de una Sudáfrica realmente libre y progresista, ese sueño morirá con Mandela”, advierte otro mensaje. “Tantos de sus sueños siguen sin cumplirse”, lamenta otro.
La fundación insiste en esta necesidad de debate en momento que algunos jóvenes y partidos de izquierda reprochan regularmente a Mandela no haber hecho lo suficiente para acabar con el apartheid, o que debería haber hecho una reforma agraria para redistribuir la tierra entre la población negra.
“No un santo”
“Nosotros fomentamos la confrontación de puntos de vista. Su herencia no es la de un santo”, recalcó Morongwa Phukubye, responsable de la comunicación de la Fundación Mandela.
La exposición, que recorrerá el país, no pretende “imponer una narrativa, sino crear un espacio para escuchar lo que otros tienen que decir”, señala Harris, de 65 años.
En los townships y las universidades, “oímos todo tipo de discursos”, comenta Harris.
“Madiba (su nombre de clan) era un vendido, por eso teneos tantos problemas hoy”, dice una persona.
“Madiba era un gran líder, lástima que sus sucesores hayan sido tan mediocres”, afirma otra.
“Si Madiba hubiera sido más joven cuando salió de la cárcel, quizá no estaríamos donde estamos hoy”, opina.
Es hora de deshacerse de la “profunda nostalgia” por esta figura fundacional, sugiere el archivista, y “buscar nuevos modelos”.
Harris participó de los trabajos de la Comisión de Verdad y Reconciliación instalada tras el apartheid para examinar las violaciones de derechos humanos más graves.
En los años siguientes colaboró con el gigante sudafricano para organizar el lugar conmemorativo que actualmente alberga la fundación.
¿Cómo ve el aniversario de su muerte? De manera “profundamente ambivalente”.
“Recuerdo que deseaba, en sus últimos años, que se dejara llevar. Su vida se había convertido en una carga para él”. Pero “sigue siendo una gran inspiración” para el historiador.
La lección más importante aprendida del antiguo preso de Robben Island sigue siendo que “la esperanza no es suficiente”, afirma. “Debemos estar profundamente convencidos de que, aunque el futuro sea peor que el presente, debemos seguir luchando, eso es lo que nos hace seguir adelante”.
Con información de AFP