Mohamed Aliaui, al pie de majestuosas palmeras, levanta la tapa de una de las decenas de colmenas que vigila en el centro de Irak, donde la sequía y el aumento de las temperaturas afectan la producción de miel.
Su empresa repartió decenas de colmenas en dos emplazamientos en la provincia de Babilonia. En medio de los sedientos huertos de la aldea de Al Reghila, unas cuarenta cajas de madera se alinean cerca de los melones y sandías, que difícilmente crecen bajo el sol que agrieta la tierra.
Para escapar de las temperaturas veraniegas, que rozan los 50ºC, la mayor parte de su producción de miel fue desplazada. Siete sitios fueron reubicados en las alturas de Kurdistán autónomo (norte), donde las abejas disfrutan de un poco de frescura y abundante vegetación, fuente de néctar y polen.
En el centro de Irak, “no hay agua y no hay plantas”, explica a la AFP Aliaui, de 43 años, subdirector de la Asociación de Apicultores de Najaf.
Para encontrar verdor y forraje, la abeja debe recorrer distancias cada vez más largas. “Cuatro o cinco kilómetros” en lugar de algunos centenares de metros, señala.
“Esto afecta su esperanza de vida. La obrera, en buenas condiciones, puede vivir 60 días. En las circunstancias actuales, solo 20 (días)”, explica el apicultor, recordando que la temperatura óptima para una abeja es entre 30ºC y 35ºC.
En esta mañana de julio, Aliaui y su equipo, con el rostro protegido por un sombrero de apicultor, inspeccionan las colmenas de Al Reghila.
Provistos de un ahumador -cuyo humo calma a las abejas-, levantan las tapas y sacan varios panales. Sobre los alvéolos de cera, las obreras se aglutinan alrededor de la reina, de mayor tamaño.
Tormentas de arena
Considerado por la ONU como uno de los cinco países del mundo más expuestos a ciertos efectos del cambio climático, Irak sufre este año su cuarta temporada de sequía consecutiva.
Además de la falta de precipitaciones, el aumento de las temperaturas y la desertización, el gobierno critica las represas turcas e iraníes construidas aguas arriba, responsables de una caída drástica del caudal de los ríos que cruzan Irak.
Hashem al Zeheiri, director de la sección de apicultura del ministerio de Agricultura, sigue siendo optimista. En 2022, la producción de miel iraquí -fuera de Kurdistán- ascendió a 870 toneladas, frente a algo más de 700 en 2021. “Año tras año aumenta”, asegura.
En 2022, Kurdistán produjo 850 toneladas. Zeheiri preparó un estudio sobre las ventajas de transportar las colmenas del centro y del sur de Irak a Kurdistán, y viceversa, “en función de las necesidades”.
También aconseja a los apicultores que coloquen las colmenas bajo un toldo de caña, cerca de los árboles y de una fuente de agua.
“El aumento de las temperaturas impacta a las abejas. La reina deja de incubar completamente” cuando hace demasiado calor, precisa la quincuagenaria.
En un país donde los remolinos de arena se encadenan, “cuando llega una tormenta, si las abejas salen, la mitad no podrá volver”, lamenta quien, en un momento, dirigió la sección de mujeres de la Unión de Apicultores Árabes.
A pesar de los desafíos, su pasión permanece intacta. Bajo un toldo en el patio de su casa en Babilonia, conserva unas cuarenta colmenas. Protegida de las abejas que vuelan, y provista de un cuchillo de cocina, corta un gran trozo de cera del que gotea miel dulce para una degustación improvisada.
*AFP