En un gran almacén cerca de Nueva York, decenas de voluntarios abren, clasifican y cierran cajas: la empresa Meest, especializada en el envío de paquetes a Europa del Este se transformó a toda prisa en base por donde transitan toneladas de ayuda a Ucrania.

"Cuando la guerra empezó, perdimos la mayor parte de nuestras actividades. En unos días, nos organizamos para transportar ayuda humanitaria", explica Natalia Brandafi, jefa de operaciones de Meest-América.

Frente a ella, a lo largo de una treintena de estanterías de madera color naranja, reposan centenares de paquetes y cartas. En tiempos normales, eran regalos o correo que la diáspora enviaba a su país. "Pero todo ha quedado completamente bloqueado a causa de la guerra", dice Brandafi, mientras suena la radio con informaciones en ucraniano.

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Material médico

En el almacén de 8.500 metros cuadrados, situado en una zona industrial de Nueva Jersey, justo en la frontera de Nueva York, se trabaja "desde las ocho de la mañana hasta las diez de la noche", precisa la jefa de operaciones, oriunda de Ucrania como el "80%" de los 180 empleados.

Stephanie Domaradsky, de 23 años, se activa con una veintena de voluntarios a lo largo de una cadena rudimentaria montada con planchas de plástico. Centenas de cajas son enviadas por particulares, asociaciones o iglesias ucranianas de la región.

Cada paquete se abre, se verifica el contenido para retirar productos perecederos, aerosoles o alcohol. A veces, se introduce algún dibujo infantil antes de cerrar la caja y colocarla en el palé correcto.

"Esto es para niños, ropa de bebé, pañales; aquí hay sacos de dormir, cobijas, almohadas", describe Domaradsky. Asimismo, "ropa, alimentos, productos de higiene" y lo más importante, material médico, que incluye vendas, compresas, hilo de sutura, pomadas para las quemaduras y analgésicos.

Meest también ha obtenido en tiempo récord una licencia para exportar material militar ligero y no letal, como chalecos antibalas y cascos.

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Estrés

"Quedarme en casa y ver las informaciones durante horas no me hacía nada bien. Prefiero venir aquí y echar una mano", cuenta esta joven, hija de padres ucranianos nacida en Estados Unidos, donde acaba de obtener su diploma de ingeniera.

"Tengo primos (en Ucrania). Normalmente vivían en Kiev, pero están tratando de ir hacia el oeste pese a que es muy peligroso estar en las carreteras. Ayer tuve noticias de ellos", asegura.

"Todo el mundo está estresado. Algunos de nuestros empleados vienen de ciudades que ya han sido bombardeadas", dice Natalia Brandafi. El lunes, una voluntaria se desplomó. "Acababa de recibir una llamada de su hermana en Ucrania para informarle de que su sobrino había muerto en Sumy", una ciudad del noreste del país, teatro de violentos combates y objeto de bombardeos aéreos rusos. "Tenía 28 años"

Peligroso

La semana pasada, Meest envió 120 toneladas de ayuda por avión y después por carretera a tres organizaciones caritativas ucranianas "con las que trabajamos", dice la jefa de operaciones.

Responsable de recursos humanos, Myroslava Downey explica que uno de los desafíos "es llevar el material a Ucrania y transportarlo por camión en el país".

"Nuestros camioneros trabajan en condiciones extremadamente peligrosas. Pueden ir a una zona que hoy es segura pero que cambia cada día", explica esta ingeniera de 59 años oriunda de Ucrania.

Para Meest, el desafío es también financiero. La empresa pide donaciones para cubrir los gastos de flete.

"Tenemos la solución logística óptima porque enviamos este material y paquetes desde hace años", explica Myroslava Downey. "Pero cuando fletamos un avión hay que pagarlo".