A pesar de encontrarse en una prisión tailandesa considerada “de baja densidad” y sin hacinamiento, en contraste con otras instalaciones carcelarias del país, Daniel Sancho, ciudadano español acusado del homicidio del colombiano Edwin Arrieta, compartirá una celda con al menos otras 20 personas y deberá descansar en el suelo.
Desde su ingreso el pasado lunes, Sancho se encuentra en un período de aislamiento como medida protocolar debido a la covid-19, el cual dura 10 días, antes de ser ubicado entre los reclusos en la prisión de Samui, ubicada en una serena área en el sur de esta isla turística, rodeada de cocoteros y plantaciones.
Una vez concluido el período de aislamiento, a Sancho, ataviado con el uniforme de presidiario compuesto por pantalón y una camisa amplia, generalmente de color marrón, se le trasladará a una celda compartida y se le proporcionará un juego de tres piezas de tela que funcionarán como colchoneta, sábana y almohada sobre el suelo.
Las celdas en Samui varían entre pequeñas, con capacidad máxima para 20 reclusos, y grandes, que albergan entre 30 y 40 internos. Otra de las dificultades notorias son los baños y duchas de uso colectivo.
Desde el advenimiento de la pandemia, las prisiones en Tailandia han incorporado salas de videollamada para permitir el contacto con familiares y amigos, y ahora también cuentan con visitas en los períodos habilitados para ello.
Además, los prisioneros tienen la opción de solicitar reuniones con sus representantes legales y, en el caso de los detenidos extranjeros, con las autoridades consulares de sus respectivos países.
Asimismo, cuentan con una tienda para adquirir, bajo pedido, alimentos, bebidas y otros productos a precios asequibles, aunque superiores a los del exterior de la prisión.
La rutina de los internos en la prisión de Samui
Un funcionario de la prisión de Samui describió a EFE la rutina diaria de los reclusos dentro de la instalación. El día comienza a las 5:00 a. m., cuando los guardias despiertan a los prisioneros y efectúan el primer conteo de internos, seguido por una oración budista. A las 7:00 a. m., reciben el desayuno y a las 8:00 a. m., son formados en fila frente a la bandera de Tailandia para entonar el himno nacional, seguido de un nuevo conteo por parte de las autoridades.
Luego de esto, llega el momento de las duchas y la realización de tareas asignadas por el comité penitenciario. Además, en el centro existen diversos proyectos para que los reclusos reciban formación en habilidades laborales, como jardinería y electricidad, como parte de su proceso de reinserción.
El almuerzo es servido al mediodía y, tras concluir con las tareas del día alrededor de las 3:00 p. m., se lleva a cabo otro conteo y se les permite ducharse nuevamente.
La cena se ofrece temprano, cerca de las 4:00 p. m., y luego se realiza una nueva oración antes de regresar a las celdas. La hora de dormir está fijada a las 9:00 p. m.
El funcionario también precisó que existe una sala de televisión y una biblioteca, así como un amplio patio para practicar deportes, aunque no cuentan con un gimnasio.
Situación carcelaria en Tailandia
Aunque el sistema penitenciario tailandés difiere de las prisiones en España, donde las celdas suelen ser más pequeñas, de uso individual y cuentan con colchones, la instalación carcelaria de Samui es considerada como una de las más “humanas” en comparación con otras en el país.
De acuerdo con los datos publicados el 5 de agosto por el Departamento de Correccionales de Tailandia, la prisión alberga a un total de 394 reclusos masculinos, entre ellos un ciudadano español. Esta penitenciaría recibe a internos con condenas que no exceden los 15 años de prisión.
En la actualidad, la prisión dispone de 127 espacios disponibles antes de alcanzar su capacidad máxima, un aspecto que la distingue de otras cárceles en el país que padecen problemas de hacinamiento, como es el caso de la prisión de Bangkok.