El balance de la “masacre de Shakahola”, nombre de un bosque de Kenia donde se reunía una secta evangélica que practicaba un ayuno extremo, subió este lunes 17 de julio a 403 muertos tras el descubrimiento de 12 nuevos cuerpos, anunció una funcionaria regional. Una situación que enluta el país africano desde hace varios meses y que, no parece cesar.
“Nuestro equipo medico-legal pudo exhumar 12 cuerpos hoy”, declaró a la prensa la prefecta de la región de la costa, Rhoda Onyancha, quien añadió en un mensaje a AFP que el “balance total” es “de 403 muertos”.
Las autoridades esperan que el balance aumente, pues sigue la búsqueda de las fosas comunes en una amplia zona de las costas kenianas, cerca de tres meses después del descubrimiento de las primeras víctimas.
La policía considera que la mayoría de los cuerpos exhumados son de adeptos de la Iglesia internacional de la Buena Nueva (Good News International Church), creada por el pastor autoproclamado Paul Nthenge Mackenzie, quien abogaba por ayunar hasta la muerte para “encontrarse con Jesús”.
Este ex chofer de taxi está detenido desde el 14 de abril y será procesado entre otras cosas por “terrorismo”. Otras 16 personas son acusadas de pertenecer a un grupo de hombres encargados de velar para que ningún adepto cesara el ayuno o escapara del bosque, situado cerca de la ciudad costera de Malindi.
Las autopsias practicadas hasta ahora revelaron que la mayoría de víctimas murieron de hambre, luego de escuchar unas oraciones. Algunas de las víctimas, entre ellas niños, fueron estranguladas, golpeadas o asfixiadas, según los informes de criminalística.
El ministro del Interior anunció que el bosque de Shakahola será declarado “lugar de memoria”, un espacio para conmemorar a las víctimas y recordar la tragedia que afecta a millones de kenianos.
“El bosque de Shakahola (...) donde se cometieron graves crímenes no seguirá siendo como era”, declaró el ministro del Interior, Kithure Kindiki. “El gobierno lo transformará en un memorial nacional, un lugar de memoria para que los kenianos y el mundo no olviden lo que ocurrió aquí”, añadió en su comunicado el alto mando.
Entre tanto, la justicia inició el mes pasado procesos por “tentativa de suicidio” contra 65 adeptos que rechazaban alimentarse tras haber sido sacados del bosque, a quienes las autoridades identifican como “rescatados”.
Estos procesos fueron condenados por grupos de defensa de derechos humanos. La ONG Comisión nacional de derechos humanos de Kenia denunció una decisión “inapropiada (que) traumatizará a los sobrevivientes cuando estos requieren desesperadamente comprensión”.
Las fallas de seguridad en el país
La masacre suscitó conmoción en Kenia y puso a las autoridades en la mira de las críticas por no haber impedido las actuaciones del pastor Mackenzie, quien había sido detenido antes por sus prédicas extremas, fue acusado de “terrorismo”, aunque su caso no ha llegado a la condena hasta el momento.
En marzo había sido liberado bajo fianza luego de ser acusado de la muerte por inanición de dos niños que estaban bajo custodia de sus padres, relacionados con la secta.
Ante el comité senatorial el 11 de julio, el ministro del Interior, Kithure Kindiki, denunció la actitud laxista de la policía local luego de que fueron reportados los primeros casos de hambre en Shakahola. También fueron criticadas las autoridades judiciales que liberaron al pastor tras las anteriores detenciones.
El caso también reanimó el debate sobre el control de los cultos en Kenia, país de mayoría cristiana que cuenta con 4.000 “iglesias”, según cifras oficiales.
*Con información de AFP.