La emergencia mundial del Covid-19 hizo algo que parecía imposible solo hace unos años en el mundo de la ciencia y la medicina: en vez de una década para el desarrollo de una vacuna, ahora son 12 o 18 meses lo que podría tardar ese mismo proceso.
Es decir, a finales de este año o inicios del 2021 ya se tendría una o más vacunas consolidadas, según el Instituto Milken, que cuenta con la base de datos más confiable sobre ese tipo de investigaciones, así como de la creación de tratamientos para reducir los impactos de la enfermedad en el organismo.
Actualmente, hay 169 vacunas en desarrollo, de las cuales 12 ya se encuentran en etapa de prueba médica, es decir, aplicándolas en pequeños grupos humanos para conocer su eficacia y efectos secundarios a corregir. Y a esto se suman 254 tratamientos también en construcción.
Y si bien el 15 de marzo se aplicó la primera prueba en una ciudadana estadounidense de Seattle, en el estado de Washington, lo que no solo rompía el récord de la prueba de vacuna más rápida en ser implementada en la historia sino que también dio esperanzas de tener listo un fármaco en pocos meses, ¿qué significa en realidad que “ya esté disponible”?
“Mañana puede salir un anuncio en el que afirmen, bien sea desde China, desde Europa o cualquier parte, que para diciembre se contará con una vacuna, pero eso no significa que esté disponible en el mercado, es decir, al alcance de todos los países”.
Ese es el cuestionamiento que se hace al respecto Sócrates Herrera Valencia, director del Centro de Investigación Científica Caucaseco y médico con estudio en inmunología en la Organización Mundial de la Salud.
“La producción sería algo gigantesca -agrega-, porque si lo que se busca es vacunar a toda la humanidad, no solo habría que realizar 7700 millones de dosis para igual cantidad de personas en todo el planeta, porque en algunas enfermedades se puede requerir más de una dosis por persona. Por ejemplo, tres. Entonces multiplique tres por 7700 millones”.
Y pese a que algunos especialistas consideran que es suficiente con vacunar al 60 % de la población mundial (4.620 millones de almas), no deja de ser una cifra astronómica.
Sin embargo, Johnson & Johnson ha asegurado que ya tiene un pacto de US$1000 millones con el gobierno de Estados Unidos para producir más de 1000 millones de vacunas, además de disponer de una fábrica en Holanda para realizar 300 millones de dosis. Aun así, cabe preguntarse cuándo se comercializaría en el resto del globo.
De hecho, es posible que se repita una situación similar a la del 2009, cuando tenía lugar la pandemia del H1N1, y una empresa australiana fue la primera en descubrir la vacuna, pero el gobierno de ese país no permitió que la comercializaran en el resto del mundo hasta que tuviera un impacto significativo dentro de sus propias fronteras. Ese mismo comportamiento fue replicado por Canadá y Estados Unidos.
“A esto se suma otro inconveniente económico: el temor no tanto por un monopolio, porque hay varias empresas que compiten por tener una vacuna lista lo más pronto posible, sino más bien por un oligopolio”, puntualiza el doctor Herrera.
Pero también hay que tener en cuenta el nivel de eficacia de ese tipo de fármaco. Por lo general, durante la etapa de prueba médica, una vacuna tiene que superar tres filtros: primero, probarla en un grupo reducido de personas (menos de 100), luego ampliar el espectro a un margen entre 100 y 300 individuos y, tercero, aplicarlo a otro grupo de entre 300 y 3000 humanos.
No obstante, aunque ese proceso llegue a arrojar un porcentaje de eficacia, no es completamente acertado en tanto que no se ha aplicado en la mayoría de la población mundial.
“En ninguna vacuna se habla de un 100 % de eficacia, siempre se aspira a un 80 % o 90 %, indicador con el que se espera que haya un impacto significativo contra la pandemia”, asevera el Director del Centro de Investigación Caucaseco.
‘Solidaridad’ llega a Colombia
Pese a los 254 tratamientos en etapa de desarrollo para el Covid, hasta la semana pasada la Organización Mundial de la Salud, OMS, solo ha dado su visto bueno a uno de ellos, el esteroide dexametasona, que reduce en un tercio la mortalidad de los pacientes graves por Covid-19 y hasta un quinto en los menos graves, es decir, a los que no hay necesidad de entubar.
A esto se suma la noticia de que Colombia se adhiere a los 25 países en los que llevarán a cabo al estudio clínico ‘Solidaridad’ por parte de la OMS para encontrar un tratamiento efectivo a partir de cuatro alternativas: Interferón beta-1a, Lopinavir / Ritonavir, Cloroquina, Hidroxicloroquina y Remdesivir. Este último, según una investigación de la revista New England Journal of Medicine, solo reduce el lapso de tiempo de 15 a 11 días entre los enfermos hospitalizados y no tiene ninguna incidencia en la mortalidad.
“El desarrollo de este tipo de iniciativas en el país es de gran importancia, ya que permite llevar a cabo procesos de evaluación sustentados en la independencia, imparcialidad y objetividad frente a los datos clínicos necesarios para determinar la viabilidad de posibles alternativas terapéuticas para el tratamiento de enfermedades como el Covid-19”, indica un comunicado del Invima.
¿Cómo funciona lo inmunológico?
Un virus como el Covid-19, tras introducirse al organismo, cuenta con un marcador llamado antígeno, el cual da instrucciones a las células para reproducir más el patógeno y generar más daño en el cuerpo.
Es por eso que la tarea del sistema inmunológico es identificar ese marcador para que atacar - por medio de anticuerpos- cualquier intruso que cuente con él y exterminarlo. Pero esta es una respuesta que puede llegar a tardar hasta dos semanas e, incluso en algunos casos, el sistema se descontrola y acelera la mortalidad.
Frente a esto, hay 56 vacunas en desarrollo que otorgan el antígeno al organismo para que los anticuerpos les sea más fácil interceptar el coronavirus.