Un G7 de expectativas rebajadas pero con importantes asuntos sobre la mesa como las tensiones comerciales abrió este sábado su cumbre anual, en la que la división entre sus países miembros quedó de manifiesto pese a las buenas intenciones.
Frente a las cámaras, en la recepción oficial, todo fueron sonrisas: el presidente de Francia, Emmanuel Macron, recibió a sus homólogos de Alemania, Reino Unido, Italia, Estados Unidos, Canadá y Japón en el Faro de Biarritz, que albergó su cena informal.
Pero la cumbre en esa ciudad del suroeste francés no es ajena a la dificultad de acercar posturas entre los distintos aliados.
"Seguramente no consigamos todo, pero quiero que este G7 sea útil. Esta reunión es importante. Sin ella, cada uno emprendería su camino", dijo horas antes Macron en un mensaje televisado y dirigido a sus propios ciudadanos.
El presidente francés advirtió de que las tensiones comerciales "perjudican a todo el mundo" y confió en que esta reunión contribuya a la desescalada, pero declaraciones previas de algunos de sus participantes habían precisamente avivado el fuego.
Así, el presidente estadounidense, Donald Trump, reiteró antes de viajar a Biarritz su amenaza de imponer aranceles al vino francés en respuesta a la ley que tasa en Francia la facturación digital de los gigantes tecnológicos.
Pese a todo, en su primer cara a cara con Macron en una comida bilateral de trabajo, el mandatario estadounidense se mostró conciliador y aseguró que incluso el tiempo era "perfecto", mientras que el anfitrión dejó clara la necesidad de este tipo de discusiones entre "aliados y amigos".
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Se trata de su primera cita bilateral antes de que el conjunto de negociaciones comience con el resto del G7 (Alemania, Reino Unido, Italia, Canadá y Japón), y sirvió para que ambos tomaran el pulso a sus respectivas posturas.
La situación en Libia, Siria, Ucrania, Corea del Norte e Irán formaron parte de su agenda.
"Tenemos que trabajar muy duro porque creo que compartimos el mismo objetivo, asegurarnos de que no tiene acceso al arma nuclear", dijo Macron sobre Irán, pese a que Trump se retiró en 2018 del acuerdo nuclear internacional alcanzado tres años antes con la República Islámica.
La imprevisibilidad de Trump a golpe de tuit no fue el único elemento explosivo de la cumbre: el estreno del nuevo primer ministro británico, Boris Johnson, contribuyó a polarizar las posturas en uno de los temas principales de la agenda, el 'brexit'.
Johnson se enzarzó en un combate de declaraciones con el presidente del Consejo Europeo, Donald Tusk, en el que trataron de responsabilizarse mutuamente si al final Reino Unido debe salir de la UE sin acuerdo.
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El debate sobre una reincorporación de Rusia al G7 tras su expulsión en 2014 por la anexión de Crimea, algo que solo respalda Trump, o el frente abierto con Brasil por su gestión de los incendios en la Amazonía, que ha provocado que la UE cuestione el pacto con Mercosur, empañan igualmente una agenda centrada en la lucha contra las desigualdades.
Sobre el papel, ese es el eje que articula las discusiones, en las que a partir de mañana también han sido invitados en distintas sesiones los líderes de Sudáfrica, Australia, Chile, la India, Burkina Faso, Egipto, Senegal y Ruanda.
Es una manera de ampliar el impacto de las decisiones de un grupo que cuando se creó en 1975 sumaba el 70 % del Producto Interior Bruto, PIB, pero que en la actualidad ha perdido peso y no representa más del 40%.
Conscientes de la dificultad de llegar al consenso pese a ser un foro informal y franco de diálogo, Macron ha avisado ya de que no habrá un comunicado final este lunes, sino distintas declaraciones que serán suscritas por quien lo desee.
En el polo opuesto, la contracumbre organizada por distintos colectivos sociales convocó este sábado una marcha entre las localidades fronterizas de Hendaya (Francia) e Irún que reunió a miles de personas sin incidentes, mientras por la tarde, ya en Bayona, otra manifestación sí registró enfrentamientos con las fuerzas del orden.
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