Para Trump, quien ahora enfrenta una tercera acusación formal, en esta ocasión por sus esfuerzos para anular los resultados de las elecciones de 2020 e impedir la transferencia del poder presidencial, ganar es algo más que una cuestión de ego, redención, ajuste de cuentas o el futuro del país.
“Esta elección bien puede ser sobre la libertad personal de Donald Trump”, comentó Ari Fleischer, un experimentado estratega republicano. “No es una exageración decir que, en caso de que sea declarado culpable, podría ser sentenciado a prisión a menos que gane y utilice las palancas de la justicia para revertir o detener o desestimar su condena”.
Los intereses sumamente personales para Trump se suman a lo que ya es una elección como ninguna otra en la historia moderna. Ahora no es solo un debate sobre los desafíos del país, sino una lucha partidista sobre si el expresidente de 77 años y puntero entre los precandidatos presidenciales del Partido Republicano debería pasar tiempo en prisión. Poniendo esa cuestión en primer plano, la representante Marjorie Taylor Greene, quien es aliada de Trump, tuiteó que “de cualquier forma votaré por Trump, incluso si está en la cárcel”.
Los críticos han alegado desde hace tiempo que el miedo de Trump a ser enjuiciado fue uno de los motivos principales para tomar la decisión de lanzar otra campaña presidencial. Aunque Trump lo niega, e insiste que no le habrían presentado cargos si no hubiera decidido postularse nuevamente, la nueva acusación formal garantiza que su campaña y sus problemas jurídicos estén entrelazados a partir de ahora.
“El mensaje jurídico es el mensaje político y el mensaje político es el mensaje jurídico”, señaló Steven Cheung, portavoz de la campaña de Trump, sobre la nueva realidad. “Forma parte de nuestra campaña. Trump ha hecho que los problemas legales sean un gran foco de su campaña y, desde nuestro punto de vista, es un mensaje que funciona”, añadió.
El total de 78 cargos estatales y federales en contra de Trump ya domina sus discursos de campaña, en los que trata de presentarse como víctima de un Departamento de Justicia politizado, empeñado en dañar las perspectivas del principal rival político del presidente Joe Biden. En sus mítines, trata de presentar los cargos no solo como un ataque contra él, sino también contra sus partidarios.
En un plano más práctico, Trump tiene ante sí un acto de malabarismo sin precedentes, haciendo campaña al tiempo que enfrenta posibles juicios en por lo menos tres jurisdicciones diferentes.
Trump comparecerá el jueves en un tribunal federal de Washington para enfrentar los cargos más recientes para después asistir a una cena del Partido Republicano de Alabama el viernes. La próxima semana asistirá a otra comparecencia en Florida, luego de que el fiscal especial Jack Smith presentó cargos penales adicionales en su contra en el caso relacionado con su manejo de documentos confidenciales. Esto ocurrirá entre una parada en Nueva Hampshire para un evento de campaña y un posible viaje a la feria estatal de Iowa.
Trump también enfrenta la posibilidad de nuevos cargos en Atlanta relacionados con los esfuerzos para anular los resultados de las elecciones de 2020 en Georgia y también deberá tomar la decisión sobre asistir al primer debate presidencial republicano, previsto para el 23 de agosto.
“La campaña del presidente Trump no se verá afectada por los intentos del Estado profundo de interferir en las elecciones, sin importar cuánto lo intenten”, dijo el asesor principal de la campaña de Trump, Jason Miller, quien, al igual que otras personas, afirmó que Trump y su equipo tienen mucha experiencia en estar a la defensiva.