Por Olga Lucía Criollo, Editora Política
“La gente evalúa negativamente la gestión del Gobierno y Maduro es superado no solo por María Corina Machado sino por otros líderes opositores e incluso algunos chavistas. Sin embargo, también hay total desconexión con el sistema político, una desesperanza sobre la posibilidad real de cambio, un agotamiento sobre las protestas en la calle que se usaron varias veces en el pasado”.
Así explica José Vicente León, presidente de Datanalisis, empresa líder en investigación de mercado de Venezuela, por qué no es optimista frente a un pronto retorno a la democracia en su país, tras medio siglo de gobernanza del chavismo.
¿Cómo ha logrado el chavismo permanecer 25 años en el poder?
No podemos hacer un análisis lineal, porque han habido estrategias diferentes. Incluso Chávez tuvo dos épocas distintas, un primer triunfo electoral y un inicio de Gobierno con los procesos económicos protegidos de sus intentos de control político, hasta la ruptura, cuando enfrenta a sectores productivos y llega el paro petrolero, que termina con su salida del poder en un momento, pero con un regreso que cambia el juego a un proceso mucho más intervencionista, más antiempresarial y hostil, pero en todo ese período y casi hasta la última elección, Chávez logró colonizar la democracia con la popularidad. Es decir, divisiones de poder, alternancia y respeto a la Constitución, fueron colonizados alrededor de una figura que la gente aceptaba en muchas de las cosas que hacía y proponía. Hubo intentos de sacarlo del poder, protestas, elecciones, pero es muy difícil organizar un movimiento de cambio frente a un líder popular que controla el poder y que está dispuesto a usarlo para defenderlo, es una mezcla invencible.
Y luego llega Nicolás Maduro...
Maduro nunca fue un líder popular, llegó al poder con apenas 51 %, es decir dos puntos más que su adversario y con acusaciones de abuso de poder, y ahí arrancó un proceso de declive. El juego de Maduro ha sido la fractura de la oposición y el estímulo a la decepción, la frustración y la apatía a los procesos electorales. Su triunfo del 2018 proviene de una cosa insólita: había un líder opositor que tenía 25 puntos más que él en la intención de voto, Henry Falcón, y pierde porque la oposición institucional se fracturó y un grupo importante llamó a la abstención, lo que mató también el interés de la población en los procesos electorales y hoy está pagando las consecuencias.
Entonces, se celebra la participación en las primarias que eligieron a María Corina Machado como candidata unitaria de la oposición, pero fue un evento de dos millones y pico de personas, muy inferior a primarias previos de la oposición. Lo ven como un gran logro porque pensaban que no iba nadie, pero además porque el Gobierno, en pleno proceso de negociación, permitió que esas primarias ocurrieran, porque es un país también cooptado institucionalmente, donde mucha parte de la política depende de lo que el Gobierno decide que puede ocurrir. Este proceso de deterioro, fractura y desconexión ha sido muy importante en la explicación de la continuidad del proceso revolucionario venezolano.
¿Pero qué respaldo real tiene hoy el chavismo entre el pueblo venezolano?
El chavismo tiene un problema crítico de conexión popular, 71 % de la población venezolana desea un cambio político, pero eso también incluye a la oposición tradicional. La gente evalúa negativamente la gestión del Gobierno y Maduro es superado no solo por María Corina Machado sino por otros líderes opositores e incluso algunos chavistas. Sin embargo, también hay total desconexión con el sistema político, una desesperanza sobre la posibilidad real de cambio, un agotamiento sobre las protestas en la calle que se usaron varias veces en el pasado. María Corina, que ha logrado un triunfo importante en las primarias, no tiene ninguna capacidad de movilización, su convocatoria a la calle, incluso en la Plaza Altamira, donde se generaron las grandes protestas opositoras del pasado, es mínima. Entonces no es un respaldo a alguien, sino a ese deseo de cambio, lo cual representa un problema para el Gobierno, porque se puede rellenar con cualquier otro que sea capaz de articular la oposición. Pero esa apatía y esa desconexión hacen casi imposible imaginar que ella va a tener la capacidad de mover este pueblo para defenderse.
¿Y qué le falta a María Corina Machado para lograr ese respaldo en las urnas?
Creo que la población estaría dispuesta a votar, pero lo que pasa es que la candidata que ella misma escogió en las primarias no podrá participar porque está políticamente inhabilitada. Eso es inconstitucional, pero aquí eso termina siendo un adjetivo, es decir, no la van a habilitar para las elecciones. Hay mucho discurso emocional, y me parece bien que ella busque alternativas para rescatar sus derechos democráticos, pero la van a agarrar sin capacidad de reacción, no importa si la elección es en febrero, mayo, junio o diciembre, porque está concentrando su energía en algo que no va a ocurrir.
¿Pero qué posibilidad real hay de que surja otra figura en el chavismo o una tercería, no de esta oposición?
Lo que pasa es que las ofertas han sido muy pobres y terminan convirtiéndose en otros chavecitos, sin la fuerza de Chávez. Hay un deseo de cambio que no es correspondido por una oferta racional y se plantea desde la perspectiva radical, que la mayoría de la población rechaza. No veo una amenaza creíble frente al Gobierno de Venezuela y eso no significa que no vaya a ocurrir, pero la historia muestra que las revoluciones suelen temer más a las fracturas internas que a la oposición. Si tuviera que apostar quién es más peligroso para Maduro, diría que hay más peligros en el chavismo. Él sabe que adentro tiene que actuar con cuidado, aunque es difícil, sobre todo en una concentración de poder donde las traiciones internas o los intentos de reto interno son considerados el peor de los pecados. Pero sí puede ocurrir que el chavismo sienta que ya Maduro no tiene vida para mantener esa revolución y busque soluciones a sus sanciones personales, pero no podemos proyectar nombre ni apellido ni tiempo. Un escenario es que el sector militar decida que quiere sustituir a Maduro, pero sería una sustitución interna, nunca hacia la oposición ni hacia una elección competitiva, sino más controlada por el Gobierno, con la posibilidad de sustituir la cara de Maduro para establecer puentes de negociación.
Entonces, ¿qué se puede esperar de las elecciones programadas para este año?
Obviamente, el escenario base es la permanencia de Maduro en el poder, pero no sabemos cuál ruta tomará para quedarse, salvo que será una ruta controlada, sobre todo porque él tiene un costo de salida infinito y un costo de permanencia muy bajo y eso quiere decir que este no es un momento de transición. Va a estar como un kamikaze, sin muchos actores luchando contra él, fracturando y absteniendo, pero corriendo riesgos, porque la ecuación que le funcionó en el 2018 podría no funcionarle hoy. Maduro va a tomar acciones para una elección menos competitiva, transparente y democrática, hasta un escenario extremo de que ni siquiera ocurra, ante una convocatoria de emergencia nacional por el caso Guyana o en contra de una acción económica de Estados Unidos.
Al escucharlo, parece que no hubiese una salida a la crisis venezolana...
Así como las revoluciones suelen tener más problemas al interior, también es verdad que las transiciones de la autocracia a la democracia suelen ocurrir porque el autócrata sobreestima su fuerza o subestima su adversario y (Maduro) se va a equivocar. Y, como oposición, deberían presionar al máximo que eso ocurriera, pero tienen que estar, participar, independiente de las condiciones inadecuadas, pero cuando se deja sacar de la ruta electoral, mata esa posibilidad. Además, hay un escenario remoto, pero donde veo una probabilidad real de éxito a futuro: negociar, no la salida de Maduro sino su permanencia un tiempo más, pero en un sistema en el que él pueda protegerse con el sector militar y su patrimonio y su gente, en una especie de acuerdo en el cual la oposición juegue un rol importante de participación política y de control en áreas relevantes económicas, sociales, petroleras, que les permita una convivencia pacífica en la construcción de una transición. Eso garantiza la integración, el perdón y las legislaciones transicionales, un tema de largo plazo que exige que los opositores y Estados Unidos estén dispuestos a una negociación institucional muy distinta a la que se ha visto hasta ahora.
¿Y usted cree que la oposición ya aprendió la lección?
El problema es que le tocó unirse alrededor justo de la candidata que no puede participar, y eso complica otra vez el proceso. ¿Es justo que defiendas a María Corina de una cosa que todos sabemos que es inconstitucional e ilegal? ¿Ella tiene derecho a defender su participación?, sí. Ahora, quedarse ahí, sabiendo que no va para ningún lado, le hace perder tiempo en la construcción de una oferta alternativa unitaria que pueda llevar a lo que he descrito como un momento más interesante de lucha política. Ahí, no aprendimos.
¿Cómo ve la incidencia del gobierno de Gustavo Petro en esta situación, cree que puede ayudar?
La comunidad internacional es muy importante en el apoyo en la búsqueda de soluciones y América Latina debería jugar un rol más fuerte por sus intereses y conexiones y la importancia histórica de sus relaciones. Petro, sin duda, es un actor llamado a jugar un rol importante, incluso en el escenario de un acuerdo institucional que permita el rescate democrático en Venezuela. Sin embargo, la comunidad internacional es como sal y pimienta en un bistec: lo que no puede faltar es el bistec, que es la articulación opositora interna, la apertura mental de entender cuál es su fuerza. Si eso no ocurre, no importa cuánta sal y pimienta venga de Colombia; el bistec no lo da Petro ni (Javier) Milei ni (Joe) Biden, se tiene que construir en Venezuela. Petro puede representar confianza en el Gobierno, cuando la otra parte de la comunidad internacional solo representa confianza para la oposición; él puede garantizarle al chavismo que no hay ansia de destruir, sino de resolver un problema.