Tras años quejándose de los supuestos abusos de la prensa en su contra, Harry, duque de Sussex, tuvo finalmente lo que los gringos llaman “su día en la corte”, es decir la ansiada oportunidad de expresar todas sus quejas y sed de justicia.
Su anhelo era tal, que no ha tenido problema en hacer algo poco elegante para todo un hijo del rey de Inglaterra, como es pararse a testificar ante el estrado de un juzgado.
Se trata de algo tan inconcebible para la realeza, que no se veía desde 1891, cuando el díscolo príncipe de Gales, futuro rey Eduardo VII, testificó por un caso de juego ilegal en el que le hicieron trampa. Todo para disgusto de su madre, la estricta y autoritaria reina Victoria I.
En ese momento, la monarca estaba furiosa y algo así debe estar experimentando el padre de Harry, Carlos III, por exponerse de semejante manera.
En efecto, su hijo quedó a merced de un abogado, Andrew Green, representante del Mirror Group, quien no tuvo con él las contemplaciones que cualquier británico tendría fuera de una corte judicial.
Según Jan Moir, periodista del Daily Mail que asistió a la sesión, estas deben haber sido las peores cinco horas en la vida de Harry, a quien Green arrinconó en todo momento para que demostrara claramente sus acusaciones de que el Daily Mirror, el Sunday Mirror y el Sunday People recurrieron a métodos ilegales para escribir artículos sobre su vida privada entre 1996 y 2010.
En su acusación, el duque alega que sus teléfonos fueron interceptados o que los diarios usaron detectives privados para seguir sus pasos.
Para ello, Harry presentó unos 140 artículos a modo de ejemplo y lo que el abogado Green hizo fue ir caso por caso para que demostrara sus señalamientos de ilegalidad.
En ningún momento el príncipe fue capaz de probar que lo hubieran interceptado o perseguido y, más bien, sí quedó en ridículo con sus imprecisiones.
Por ejemplo, uno de los artículos que puso como ejemplo del supuesto abuso por parte del Mirror se refería a su conflicto con Paul Burrell, el mayordomo de su madre, quien se dedicó a vender objetos e historias de ella en la prensa.
En sus declaración previa a la comparecencia, él dijo que no quería para nada encontrarse con Burrell para hacerle el reclamo por lo que estaba haciendo con la memoria de Diana, en 2003.
Sin embargo, el abogado le sacó en cara que en su libro de memorias, En la sombra, escribió que no estaba seguro de querer hacerlo.
Aunque quiso enmendar la cuestión, para los observadores británicos, detalles como ese minaron su credibilidad.
Otro momento que fue objeto de burlas para el duque fue el relacionado con una noche de fiesta en un bar de Londres.
Dice estar seguro de que los reporteros del Mirror supieron dónde estaba porque le interceptaron el teléfono, dada la precisión en el lugar y la hora a la que llegaron.
El abogado le preguntó si más bien no sería el dueño del bar, un conocido chef de celebridades, el que filtró la información a los fotógrafos. Ello teniendo en cuenta que a este cocinero le gusta el autobombo y contarles a los periodistas sobre los famosos que visitan su local.
A ello, Harry contestó: “Como chef, debía estar muy ocupado como para hacer esa llamada”.
Green le replicó que tenía a otros cocineros trabajando para él, así que podría dejarlos a cargo mientras alertaba a la prensa.
“No tengo idea, nunca he trabajado en una cocina”, respondió Harry, lo que a los ojos del periodista del Daily Mail no solo lo dejó como un esnob sino además como un arrogante.
El príncipe seguirá declarando en el Tribunal Superior de Londres este miércoles, pero ya muchos pronostican que perderá el caso.