El papa Francisco viaja esta semana a Mongolia, un destino que puede parecer sorprendente teniendo en cuenta su minúscula comunidad católica, pero estratégico a raíz de su ubicación entre Rusia y China, dos potencias.
El sumo pontífice argentino de 86 años volará el jueves por la tarde desde Roma a la capital mongola, Ulán Bator, adonde llegará el viernes por la mañana tras nueve horas de avión que pondrán a prueba su salud, luego de la operación de abdomen bajo anestesia general que tuvo en junio.
Con su elección de visitar este inmenso país budista de apenas 3,3 millones de habitantes, en el que permanecerá hasta el lunes 4 de septiembre, Francisco aspira sin dudas a acercar a sus dos grandes vecinos.
El papa, que tiene dificultades para caminar, dijo el domingo estar “feliz” de conocer “un pueblo noble y sabio” provisto de una “Iglesia pequeña en número pero dinámica en la fe”.
Exsatélite de la Unión Soviética que se convirtió en una democracia en 1992, Mongolia cuenta con una de las comunidades católicas más pequeñas del mundo, estimada en unos 1.400 miembros. El país tiene 25 sacerdotes (solo dos de ellos mongoles) y 33 religiosas, según el Vaticano, y se jacta de tener al cardenal más joven de la Iglesia católica.
Diálogo interreligioso
El viaje de Francisco pone de manifiesto el deseo de llevar su mensaje al otro lado del planeta, muy lejos de Roma, promoviendo al mismo tiempo el diálogo interreligioso.
La dimensión geopolítica es innegable. La visión a largo plazo del Vaticano es tener “una presencia (...) en países donde no es forzosamente obvio”, estima Paul Elie, del Centro para la Religión, la Paz y los Asuntos Mundiales de la Universidad de Georgetown en Washington.
Parte del imperio fundado por el legendario conquistador Gengis Kan en el siglo XIII, Mongolia no tiene acceso al mar y depende de Rusia para su abastecimiento energético y de China para colocar sus recursos mineros, esencialmente carbón.
Este país busca mantener una neutralidad entre sus dos poderosos vecinos y al mismo tiempo desarrollar sus relaciones con otras naciones como Estados Unidos, Japón y Corea del Sur. Esta posición puede ser útil para la Santa Sede, que renovó en 2022 un histórico acuerdo firmado con China en 2018 sobre la delicada cuestión del nombramiento de obispos en el gigante asiático, en un contexto de tensiones por la situación de los católicos bajo el régimen comunista.
Del lado ruso, el papa busca desde el inicio de la invasión en Ucrania abrir caminos para una solución pacífica del conflicto, por ahora sin éxito.
Mongolia mantiene relaciones bilaterales con Corea del Norte y “no tiene diferendos con sus vecinos, algo bastante raro en Asia”, indica a la AFP Julian Dierkes, un experto en ese país que enseña en la Universidad de Columbia Británica (Canadá).
Encuentros políticos y misa
Primer papa que visita Mongolia, Francisco tendrá 24 horas de descanso el viernes al llegar y comenzará sus encuentros oficiales el sábado, con reuniones con el primer ministro Luvsannamsrai Oyun-Erdene, miembros de la sociedad civil, diplomáticos y misioneros.
El domingo, hablará durante un encuentro interreligioso (una de sus cinco intervenciones en público) y presidirá una misa en un estadio cerrado de hockey sobre hielo. El papa podría aprovechar este viaje para referirse nuevamente al impacto del cambio climático, que junto a la actividad minera y el pastoreo excesivo acelera la desertificación del país.
Los fenómenos meteorológicos extremos, desde las inundaciones a las tormentas de arena, pasando por las sequías, han diezmado los rebaños de ganado de las grandes praderas, obligando a los nómadas -que representan un tercio de la población- a emigrar a barrios muy precarios alrededor de la capital.
En diciembre, se produjeron protestas a raíz de un escándalo de corrupción en la industria del carbón, exacerbado por un descontento alimentado por la inflación y una economía en problemas por la pandemia y la guerra en Ucrania.
La visita del papa se inscribe en un movimiento diplomático inusual para Mongolia en los últimos meses: el presidente francés Emmanuel Macron visitó el país en junio y el primer ministro Luvsannamsrai fue recibido en Washington este mes.
El año pasado, una delegación de monjes budistas y sacerdotes católicos fue recibida en el Vaticano para marcar el 30º aniversario de las relaciones diplomáticas entre la Santa Sede y Mongolia.
La delegación estuvo encabezada por el cardenal italiano Giorgio Marengo, nombrado en 2022 por Francisco y que con sus 49 años es el cardenal más joven de la Iglesia católica.
Este misionero, presente desde hace 20 años en Mongolia, es también el más importante responsable católico en el país.