John Reyes, un agente finca raíz de Los Ángeles, su esposa Elizabeth y otros familiares, se encontraron una fortuna, pero literalmente no saben qué hacer con ella.
Gastársela no pueden, porque convertirla en efectivo parece un imposible.
Elizabeth es la heredera, junto con otros familiares de una casa que data de comienzos del siglo XX, herencia de su padre Fritz, un inmigrante alemán que trabajó como carnicero en Hollywood.
Tras su muerte, sus sucesores no se quisieron deshacer de la casa, sino, todo lo contrario, limpiarla y ponerla bonita y habitable para que puedan disfrutarla los miembros de la nueva generación.
Así, poco a poco, todos se reunían para jornadas de limpieza que demandaban mucho trabajo, pues la propiedad es grande y parece que Fritz lo guardaba todo.
Un día, finalmente, le tocó el turno al sótano, un punto un poco lúgubre y lleno de todo tipo de cachivaches que les deparaba una sorpresa.
Cuando quisieron indagar lo que había detrás de un hueco, apareció un grupo de cajas con docenas de bolsas y otras cajas pequeñas, que contenían muchas monedas de cobre de un centavo, lo que en Estados Unidos se conocen como pennies o peniques.
Según le contó Reyes al canal local KTLA5, Fritz atesoró todas esas monedas con la ilusión de que alguna de ellas sería una de esas piezas de numismática que resultan con una característica particular, por lo cual resultan costando millones de dólares.
Pero la vida no le dio el tiempo para sentarse pacientemente a revisar pieza por pieza y ahora su familia se encuentra en un gran dilema.
Reyes cuenta que se han puesto a observar el tesoro y les ha resultado muy curioso, pues corresponde al antiguo sistema, de cuando los bancos acuñaban su propio dinero.
“Hay monedas de bancos que ya no existen”, contó a modo de anécdota.
Pero esa no es, sin duda, la peripecia más grande que han experimentado desde el hallazgo.
Como calculan que Fritz logró atesorar un millón de peniques, una cantidad nada despreciable, resolvieron llevarlos a un banco para que se los cambiara.
Llamaron a una sucursal de Wells Fargo y les dijeron que eran demasiados peniques. “Ni siquiera tengo espacio e, mi bóveda para eso”, le dijo el gerente.
Resolvieron acudir a un banco en San Bernardino, en la misma California, pero esta vez no llamaron sino que resolvieron presentarse en la oficina con el caudal.
Son tantas las monedas, que sacarlas del sótano les tomó horas.
Luego vino el problema de cómo llevarlas y la respuesta fue dos camiones y una camioneta Dodge Heavy Duty.
Por supuesto, no fue fácil conducir los autos, porque el cobre de las monedas ejercía peso sobre las suspensiones.
Además, tuvieron que pasar por un incómodo control de carretera y dar largas explicaciones a la policía.
Pero todo fue en vano, porque en San Bernardino tampoco quisieron aceptar su tesoro y les sugirieron, más bien, que se dedicaran a rastrear si había monedas raras o con un significativo valor para los coleccionistas.
Pero, definitivamente, no están dispuestos a pasarse toda una vida en eso y decidieron ofrecer el millón de peniques en la página OfferUp, en la cual pedían 25.000 dólares.
Sin embargo, la máxima oferta que recibieron fue de 10.000 dólares, lo que para ellos es muy poco.
Otros les han planteado acuerdos como buscar las piezas valiosas y cobrar un porcentaje pro su valor.
También les han querido comprar el cobre, pero resultaba poco practico, además de que requería una buena inversión.
“El valor (del tesoro) está en la singularidad”, dijo Reyes a KTLA5, y recibir menos de su valor total iría en contra de los ideales de su suegro, quien se caracterizaba por su voluntad fuerte.