De las cinco estrellas que recuerdan su lujosa categoría, una se desprendió: un hotel abandonado de paredes descoloridas sobresale en el corazón comercial de la isla de Margarita, conocida como “la perla del Caribe”, principal polo turístico de Venezuela.
Años de crisis económica, apagones y la pandemia de coronavirus borraron el brillo que ostentó cuando hospedaba a turistas atraídos por playas de ensueño y productos de lujo libres de impuestos.
Hace poco, sufrió dos semanas de severo racionamiento eléctrico tras una explosión ocurrida en una instalación de gas que alimenta las termoeléctricas de esta isla de 500.000 habitantes.
Antes del estallido, que el gobierno atribuyó a un sabotaje, los cortes eléctricos que han castigado por años a la isla eran menos frecuentes, según Juan Caimán, un comerciante que se niega a dejar el país, como lo han hecho más de 7 millones de venezolanos según Naciones Unidas.
“Yo no me quedo atrás, yo trabajo”, dice Caimán, quien, cerca del fantasmagórico hotel, vende elegantes camas que él mismo fabrica.
Comerciantes como él luchan por rescatar la avenida Santiago Mariño, popular enclave comercial en la ciudad de Porlamar.
“Todas mis amistades se fueron, pero yo no me quiero ir”, dice este ebanista de 44 años, hijo de un colombiano que llegó a Venezuela en la década de 1980 escapando de la violencia desatada por el narcotraficante Pablo Escobar.
La vecina tienda de Fadwa Hage ofrece indumentaria para natación y artículos deportivos.
“Como esta isla no hay”, defiende Hage. “En esta cuadra abrieron tres negocios nuevos este año... Aquí recién se abrió una tienda de frutos secos, una tienda de aceite y otra de pintura”, dice Hage, de 55 años, que ha encontrado en las redes sociales una forma de expandir su negocio.
“Esto parece un desierto. No es la Margarita de hace años”, lamenta José Padobani, un barman de 26 años que dice sentir “tristeza” cuando camina los domingos por la solitaria avenida.
Apuesta por Rusia
Un rebaño de vacas pasta frente al complejo turístico Hotel Lagunamar que tenía salida a una exuberante playa.
Montañas de escombros están apiladas junto a una piscina vacía y lámparas y retretes están esparcidos en el antiguo jardín. Parece que hubiese sido devastado por un huracán o un terremoto, pero en realidad ha sido vandalizado desde su cierre en 2017.
Las ruinas contrastan con nuevos restaurantes que animan la vida nocturna de la isla.
En un intento por reactivar Margarita, el gobierno ha impulsado planes para atraer a turistas de Rusia y más recientemente de Cuba y Polonia, que con paquetes “todo incluido” ocupan hoteles equipados con plantas eléctricas. Unos 40.000 rusos han visitado la isla desde 2023, según cifras oficiales.
Letreros con la palabra “bienvenido” han sido dispuestos en ruso, turco, polaco y chino, mientras avisos en las playas, también en estos idiomas, ofrecen clases de kite surfing.
A Juan Griego, pueblo famoso por sus atardeceres, llegan en buses turistas extranjeros que fotografían el paisaje y toman ‘selfies’.
Sin embargo, los lugareños se quejan de que los rusos no salen de cierto circuito de hoteles de lujo, lo que se traduce en un limitado aporte a la economía local.
“Dependemos del turismo venezolano, porque los turistas rusos no dejan nada”, cuestiona Demetria, una masajista que trabaja desde hace 16 años en playa El Yaque, una de las más populares.
Peter, un informático ruso de 44 años que viajó por primera vez a Venezuela, se sorprendió al ver hoteles, tiendas y restaurantes abandonados.
“Parece que fuesen para al menos diez veces más turistas, pero no hay turistas. Para los viajeros puede ser bueno, pero para los negocios es malo”, señala.
“En pie de lucha”
Un pequeño quiosco sobresale en la penumbra en Las Maritas, barrio popular donde las fallas eléctricas son habituales.
Crismar López usa dos velas para iluminar la cocina, mientras su esposo y el menor de sus tres hijos sirven perros calientes, por un dólar y medio, y hamburguesas, por 4 dólares.
Recién han vuelto a abrir luego de las dos semanas más duras de apagones.
“La isla ha decaído muchísimo”, dice López, de 47 años. “Aquí estamos con la vela, con el bombillo (recargable), con el teléfono, el venezolano siempre buscar solucionar (...), seguimos en pie de lucha”, sostiene sonriente.
En su tienda, Hage confía en que Margarita renacerá pese a las adversidades: “Tenemos costa, tenemos playa, tenemos montañas, hay muchísimas actividades para invertir”.
Con información de AFP