Las especies exóticas invasoras, una amenaza casi invisible pero real, centrarán el informe de un grupo de expertos en biodiversidad que se publicará para alertar sobre el fenómeno y reflexionar sobre cómo hacerle frente.
Muy adaptables, estos animales o plantas, introducidas voluntariamente o no por el hombre, proliferan, sustituyen o erradican de su hábitat a las especies autóctonas, provocando múltiples impactos.
Las especies invasoras son uno de los “factores directos de pérdida de biodiversidad a escala mundial”, junto con el cambio climático y la contaminación, afirma la Plataforma Intergubernamental Científico-normativa sobre Diversidad Biológica y Servicios de los Ecosistemas (IPBES), un grupo internacional reunido bajo los auspicios de la ONU.
Su nuevo reporte, preparado por 86 expertos de 49 países, se basa en más de 13.000 estudios de referencia, sintetizados durante cuatro años, con un coste total de más de 1,5 millones de dólares. Se publica pocos meses después del acuerdo de Kunming-Montreal, donde la comunidad internacional se fijó el objetivo de haber reducido un 50% la tasa de introducción de especies exóticas invasoras para 2030.
“El fenómeno no es muy conocido y hasta hace poco suscitaba poca atención. Pero es un problema importante tanto en el plano ecológico como sanitario o económico”, explica Christophe Diagne, del Instituto de Investigación para el Desarrollo de Montpellier (sur de Francia).
Al establecerse de forma sostenible en nuevos territorios, estas especies “van a cambiar el entorno local, con consecuencias que pueden llevar a la desaparición de algunas especies nativas”, dice.
Creciente amenaza
Un estudio de 2021 publicado en Global Change Biology mostraba que un 14% de la “diversidad funcional” (hábitat y masa) de los mamíferos está amenazada por invasiones biológicas, y que un 27% de las aves, particularmente vulnerables, podrían desaparecer en los próximos 50 años. Para la salud humana, los repercusiones pueden ser devastadoras, como por ejemplo con el mosquito tigre, responsable de epidemias de dengue o de chikungunya.
En el plano financiero, las consecuencias no son insignificantes. En 2021, un estudio divulgado en la revista Nature cifraba el coste de los estragos en al menos 1,28 billones de dólares desde 1970. “A título comparativo, esta cifra es superior al PIB de la mayoría de los países africanos reunidos”, subraya Diagne, coordinador de la investigación.
Otro estudio realizado en abril estima que la magnitud de los daños es similar a los causados por terremotos o inundaciones. Según Invacost, una base de datos coordinada por el Centro Nacional de la Investigación Científica francés, este coste “se triplica cada década desde 1970 y, en paralelo, los gastos invertidos para evitar o controlar estas invasiones son entre 10 y 100 veces menos importantes”.
Según la IPBES, la “creciente amenaza” que representan las especies exóticas invasoras “generalmente no se comprende”. Su informe tiene como objetivo “contribuir a colmar las lagunas críticas en materia de conocimientos, apoyar a los responsables políticos y sensibilizar al público”, apunta Helen Roy, del centro británico de ecología e hidrología, que copreside la publicación.
Existen pocos censos oficiales. La base de datos mundial de especies invasoras (GISD), coordinada por la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza, estima su número en 1.071, destaca Diagne.
Sin embargo, el cambio climático acelera el desplazamiento de especies. Los efectos nocivos pueden permanecer invisibles durante mucho tiempo y una especie, considerada un tiempo como invasora, puede dejar de serlo años después porque el medioambiente se adaptó a ella o, simplemente, porque desapareció por sí sola.
Con información de AFP