Las cubanas Marta y Liset eran dos pueblerinas ajenas a la política y las redes sociales. Pero las condenas a sus hijos por participar en las manifestaciones del 11 de julio de 2021, las convirtieron en incansables activistas por su liberación.

“Libertad para Jorge y Nadir. Basta ya. Son inocentes”, se lee en un cartel blanco pintado con letras negras que cuelga de la fachada de la casa de Marta Perdomo, de 60 años, en la ciudad de San José de las Lajas, 32 km al sudeste de La Habana.

La sosegada vida de esta costurera se transformó en “dolor y angustia” desde que el 16 de julio de 2021, seis días después de las revueltas, la policía se llevó presos a sus dos hijos: Jorge Martín, un profesor de programación de 40 años, y Nadir (39), maestro de inglés.

“Desde el primer día que se los llevaron ya empezó ese dolor” y “cuando empezamos a hacer denuncias, comenzó la seguridad del Estado a llamarnos y empezaron las amenazas”, declara a la AFP Perdomo, que promete continuar luchando “cueste lo que cueste”.

Marta Perdomo, a la derecha, tiene a dos hijos arrestados durante las protestas del 11 de julio de 2021. | Foto: AFP or licensors

Ese mismo día detuvieron a Roberto Pérez (40), uno de los dos hijos Liset Fonseca (62), también vecina de San José, municipio de 80.000 habitantes. “Saber que es inocente y está preso es una tristeza tan grande”, dice sollozando esta ama de casa.

El 11 de julio de 2021 miles de cubanos salieron a las calles en unas 50 localidades del país al grito de “Libertad” y “Tenemos hambre”. Dos años después, cerca de 500 han sido condenados, algunos hasta 25 años de cárcel, según cifras oficiales.

Jorge purga ocho años de prisión por atentado, desacato y desorden público. Nadir, seis por delitos similares, todos “fabricados”, según Perdomo. Roberto, que durante las protestas en San José ayudó a hacer trizas un cartel de Fidel Castro, según su madre, fue condenado a 10 años.

“Quizás hicieron el crimen más grande que se puede hacer (en Cuba): pedir libertad”, estima Perdomo.

Convencidas de que sus hijos “no hicieron nada” para merecer esas “injustas” y “exageradas” penas de cárcel, ambas mujeres comenzaron a difundir sus casos en las redes sociales, uno de los pocos espacios abiertos en una isla donde toda oposición es ilegal y los medios de comunicación están vinculados al Partido Comunista, único autorizado.

"Quizás cometieron el crimen más grande que se puede hacer (en Cuba): pedir libertad”, estima Perdomo. | Foto: Romy Arroyo Fernandez/NurPhoto

El gobierno comunista tilda de “mercenarios” a los medios digitales independientes.

“Empezamos a protestar, sin saber si quiera lo que estábamos haciendo”, advierte la costurera. “No sabía cómo hacer un directo” en internet y “me temblaban mis pies” frente a la pantalla del teléfono, detalla.

Según Fonseca, otras cinco madres de la ciudad tienen hijos presos por las revueltas, pero “temen perder su trabajo” si protestan.

De momento, el timbre del móvil de Perdomo interrumpe la charla y su rostro se ilumina de alegría. “Mis hijos”, dice y, en efecto, es Nadir. “Todo está bien, mamá”, le dice el joven. “Estamos fuertes y firmes”, acota.

Minutos después entra una llamada de Jorge. “Aquel día teníamos una consciencia más intuitiva (...) pero hoy hemos radicalizado más nuestro pensamientoy “nos consideramos luchadores por la libertad”, explica a la AFP.

Las madres esperan los resultados de la reciente reunión en el Vaticano entre el presidente de Cuba, Miguel Díaz-Canel, y el papa Francisco (foto), después que un enviado papal visitara La Habana en febrero para pedir la liberación de los manifestantes presos. | Foto: 2023 Vatican Pool

Marta y Liset se unieron a Cuba de luto, un colectivo formado por madres y esposas de los manifestantes presos para reclamar su liberación. Vestidas de negro, realizan caminatas pacíficas y son muy activas en la redes.

Sin embargo, Perdomo lamenta que “Cuba de luto no haya prendido” como la agrupación Damas de Blanco, integrada por madres y esposas de los 75 opositores de la llamada Primavera negra de 2003, cuyas acciones le valieron dos años después el premio Sajarov del Parlamento Europeo.

Los familiares “tienen miedo a unirse”, razona Fonseca, que adorna la sala de su casa con 33 fotos de miembros del colectivo. Recuerda que en una de sus visitas a Roberto en prisión, fue advertida: “Si usted no está tranquila, su hijo va a pagar las consecuencias”.

Desesperadas, estas madres esperan resultados de la reciente reunión en el Vaticano entre el presidente de Cuba, Miguel Díaz-Canel, y el papa Francisco, después que un enviado papal visitara La Habana en febrero para pedir la liberación de los manifestantes presos.

“Bien que pudieran en ese momento frente al papa haber hablado y que esta injusticia pase, y que salgan todos del lugar donde nunca debieron haber entrado”, concluye Perdomo.