Si algo ha caracterizado la contienda política de cara a las elecciones presidenciales del próximo 3 de noviembre, es la aguda polarización ideológica que se ha profundizado entre los candidatos Donald Trump y Joe Biden, en especial por el manejo de la pandemia del covid-19, que ya deja 200.000 muertes, más los conflictos raciales registrados en varias ciudades de los Estados Unidos.

Mientras Trump insiste en minimizar los efectos del coronavirus y sus 6,1 millones de contagiados y de calificar las manifestaciones de la comunidad afro como “terrorismo doméstico”, el aspirante demócrata, John Biden, dice que es “un engaño y un fracaso” la forma como el presidente ha dirigido el combate al coronavirus.

Todo ello ha concentrado el debate político, incluyendo el tema de China, país al cual Trump ha lanzado duras criticas por sus prácticas comerciales, y al que responsabiliza de los millonarios daños causados por el Covid-19 a la economía y el empleo.

Según el politólogo de la Universidad del Rosario, Matías Alejandro Franchini, las fuerzas están en una encrucijada “porque el país vive desde hace algún tiempo un profundo proceso de polarización, y a eso se añaden factores no políticamente correctos”.

Trump, anota el analista, “ha acudido a las bases republicanas para lanzar mensajes racistas, entre otras cosas, y en el campo internacional no le ha importado a quien perjudica. Eso es preocupante porque esos ejes de la campaña han sido duros, inclusive por parte del mismo Biden quien sostiene que “vivimos una época de oscuridad y de gran amenaza a la democracia”.

Pero “las criticas también se han enfocado hacia el candidato demócrata al cual acusan de representar a los sectores más radicales del socialismo en Estados Unidos, y que el país se va a convertir en una nación caótica”, enfatiza Franchini.

En algunas encuestas en diez “estados péndulo”, o indecisos entre los que figuran Arizona, Florida, Wisconsin, Nevada, y Michigan, las mismas favorecen a Biden. Otros sondeos, por su parte, han reforzado el poder del magnate en Texas, Georgia, Iowa. Y faltan Nueva York, Carolina del Norte y otros fortines republicanos.

De allí, que el índice de favorabilidad en los sondeos se haya inclinado por ahora (50 a 42) a favor del candidato demócrata, que cuenta con el respaldo de los expresidentes Bill Clinton y Barack Obama. Pero estas son solo hipótesis, ya que Trump tiene a su favor la maquinaria burocrática y del Congreso estadounidense, para seguir de largo en la Casa Blanca.

Sin embargo, Franchini destaca que el voto popular o ciudadano no contará mucho, ya que finalmente el que elige al presidente es el Colegio Electoral y nadie sabe ni remotamente quién será el próximo gobernante. “Biden ha mejorado mucho, ya que el principio de la pandemia su accionar político era muy reducido”. Y una de sus apuestas es haber escogido como su candidata a la vicepresidencia a la senadora afroamericana, Kamala Harris para conquistar al electorado indeciso.

Una elección anormal

Otros analistas consideran que esta elección será anormal porque la misma se hará en medio de una pandemia, y donde más gente votará por correo, y no se sabe si ese sistema será capaz de procesar esa multitud de datos. Otro agravante es que Trump ha dicho que si pierde es por fraude, asegurando inclusive que no reconocería una posible derrota lo que polarizaría aún más a los estadounidenses.

A su turno, el internacionalista y docente, Nicolás Garzón, recalca que “en lo que falta de la carrera electoral serán relevantes dos factores: la gestión del Gobierno Trump frente al coronavirus, que de alguna manera logra apoyo respecto al tema de la vacuna”. El segundo factor es el impacto que tendrían las polémicas del presidente (especialmente en su cuenta de Twitter) con algunos gobernadores y mandatarios locales. El más reciente último episodio fue cuando Trump decidió, y pese al ser considerada persona no grata, visitó la ciudad de Kenosha, escenario de graves disturbios luego de que un policía atacara a tiros al afroamericano, Jacob Blake, quien quedó paralítico de la cintura hacia abajo.

Frente al futuro de Joe Biden, Garzón le dijo a El País que “su campaña tiene varios retos, y no es que esté en dificultades, o que esté perdiendo terreno porque de todas maneras está compitiendo con un presidente en ejercicio y muy polémico”. Pero destaca que el candidato demócrata “carece de las habilidades de sus predecesores (Clinton y Obama), y no es tan carismático porque no se conecta con el electorado, sobre todo con los jóvenes”.

Así las cosas, la incertidumbre y la polarización tienen bajo su dominio a los 231 millones de estadounidenses aptos para votar en un proceso político cada vez más complejo, y que definirá el futuro de la primera economía mundial en los próximos cuatro años.

La última palabra

En Estados Unidos el voto popular no determina el ganador de las elecciones presidenciales. La escogencia del residente de la Casa Blanca lo hace el llamado Colegio Electoral si el aspirante logra 270 de sus 538 votos.

Para tal efecto, se tiene en cuenta que cada estado tiene un número de electores respecto a su representación en el Congreso. La suma de sus senadores (cada estado tiene dos) más sus representantes en la Cámara (el número lo determina la votación), es lo que pesa en el Colegio Electoral.

Los estados con más delegados son California con 55, Texas que tiene 38, Nueva York aporta 29, Florida también 29, Illinois 20 y Pensilvania 20. Eso permite que algunos estados sean claves para los aspirantes, ya que entre más poblados sean, podrán aportar la mayoría de los votos electorales. Sin embargo, es posible ganar con el voto popular, pero perder con el Colegio Electoral como le ocurrió a los demócratas Al Gore en el año 2000 y Hillary Clinton en el 2016 cuando enfrentó a Donald Trump.

El voto latino y afro

El voto latino y afro sería decisivo en noviembre. Se calcula que 21,7 millones de hispanos están aptos para sufragar. El dilema está en que parte de la comunidad cubana aplaude las actuaciones de Trump contra el régimen de la isla. E igual pasa con los venezolanos respecto a Maduro.

El también politólogo de la Universidad del Rosario, Mauricio Jaramillo, señala que el voto de los sectores afro, las minorías, las mujeres y de los migrantes, impactaría los resultados.

Y jugarán el debilitamiento económico y el desempleo, el cual se disparó por el Covid-19. Ese será el reto del próximo presidente de los EE.UU.