“Tuve mucho miedo de ser enviado a Ruanda”, afirma un migrante que, como otros cientos, abandonó Reino Unido y partió a Irlanda tras la adopción de una ley británica que autoriza la expulsión de solicitantes de asilo al país africano.
Mohamed, oriundo de Afganistán y que no quiso dar su apellido, cuenta que tomó un ferry el domingo desde Liverpool a Belfast, en Irlanda del Norte, antes de dirigirse a Dublín en bus.
“Ahora no sé qué hacer, no hay donde resguardarse pero al menos me siento seguro”, explica el joven de 25 años tras haber presentado una solicitud de asilo en la Oficina de Protección Internacional, delante de la cual duerme en una tienda de campaña.
Un centenar de tiendas de campaña aparecieron en el exterior de la Oficina, que tramita las solicitudes de asilo, desde que el gobierno irlandés dejó de proporcionar alojamiento a los demandantes, en un contexto de crisis de la vivienda y de creciente sentimiento antiinmigración.
El miércoles, las autoridades volvieron a intentar evacuar las tiendas y reubicar a los migrantes para que tuvieran mejores condiciones, con aseos, duchas y zonas cubiertas donde conseguir comida.
Pero para muchos, como Mohamed, quedarse bajo una tienda de campaña es la solución menos mala. “En mi país están los talibanes. Y no me puedo sentir seguro en Reino Unido” debido al riesgo de ser expulsado hacia Ruanda, declara. “¿Para qué dejé mi país, Afganistán, si me envían allí?”, se pregunta.
“Aquí para quedarnos”
Lucas, un solicitante de asilo procedente de Nigeria, cuenta que en los últimos días ha aumentado la afluencia de personas que llegan a Irlanda del Norte “a causa de la ley sobre Ruanda”.
“Ruanda no es seguro”, asegura este hombre, que explica que llegó en avión a Belfast y tomó un bus a Dublín.
La semana pasada, la ministra irlandesa de Justicia, Helen McEntee, afirmó que más del 80 % de los solicitantes de asilo en el país pasaron por la frontera terrestre con la provincia británica de Irlanda del Norte.
El gobierno precisó el lunes que la cifra abarcaba “el último o los dos últimos años”, pero marcaba un cambio: hasta ahora, los migrantes llegaban principalmente a los puertos y aeropuertos irlandeses, donde solicitaban asilo.
Para el primer ministro británico, Rishi Sunak, esto demuestra que el proyecto de expulsar a los solicitantes de asilo a Ruanda funciona y tiene un efecto disuasorio.
Sunak prevé las primeras expulsiones para principios de julio. El lunes, medios de comunicación británicos indicaron que un primer migrante, a quien se le denegó el asilo, había aceptado ser enviado a Ruanda en el marco de otro plan.
El primer ministro irlandés, Simon Harris, advirtió el domingo de que Dublín tomaría medidas para frenar la afluencia, incluida la expulsión de solicitantes de asilo al Reino Unido.
Londres contestó que rechazará estas expulsiones desde Irlanda. Según un medio de comunicación irlandés, un centenar de policías serán desplegados en la frontera con Irlanda del Norte.
No existe una frontera física entre la provincia británica e Irlanda, ya que fue eliminada en 1998 como parte del acuerdo de paz tras décadas de sangriento conflicto en Irlanda del Norte.
El hecho de que Reino Unido no acepte de vuelta a los migrantes es “una buena noticia”, señala Lucas. “Estamos aquí para quedarnos”.
La amenaza de ser expulsados a Ruanda disuade a los migrantes de quedarse en Reino Unido, afirma Amir Zeb, un paquistaní de 39 años que lleva un mes acampado frente a la Oficina de Protección Internacional.
Él viajó directamente a Irlanda desde Baréin. “Ruanda se parece a Pakistán o Afganistán, es un país pobre como el nuestro donde no hay [respeto por los] derechos humanos”, añade.
Con 13 millones de habitantes, Ruanda afirma ser uno de los países más estables de África. Pero grupos de derechos humanos acusan al presidente Paul Kagame de gobernar en un clima de miedo y de reprimir la disidencia y la libertad de expresión.
*Con información de AFP.