En las últimas semanas, el presidente francés, Emmanuel Macron, ha tenido que enfrentar la peor crisis política y social de su Gobierno. De hecho, dicen que se trata de la peor desde Mayo del 68.
El movimiento de los ‘chalecos amarillos’, que inició oponiéndose a la subida del impuesto al combustible, ha extendido sus inconformidades y se ha convertido en una gran movilización contra el mandato de Macron.
A las manifestaciones en París y otras ciudades de Francia se han sumado miles de personas, mientras la imagen del Presidente se desploma y lo pone contra las rejas apenas un año y medio después de iniciar su Gobierno.
¿Por qué protestan en Francia?, ¿quiénes son los ‘chalecos amarillos’?, ¿qué piden?, El País le explica lo que debe saber sobre esta crisis que tiene en caos al país de la Torre Eiffel
¿Cómo se originó?
El 18 de octubre, Acline Mouraud, una mujer de 51 años, protagonizó un video en Facebook en el que denunciaba el aumento en los precios del combustible, además de interpelar al presidente Macron por la “caza de los conductores”.
La publicación se volvió viral y se sumaba a la petición que Priscilla Ludosky, mujer de 32 años, había lanzado en mayo pasado, a través de la plataforma online Change.org, en ese mismo sentido y que se ha convertido en la petición más firmada desde la apertura de esa plataforma en Francia en 2012.
La viralización de estos contenidos motivó a diversos grupos a convocar a la movilización y el 17 de noviembre se organizó la primera jornada de protesta, siendo entonces cuando nació el movimiento de los ‘chalecos amarillos’.
La primera manifestación congregó a unos 290.000 asistentes. Una persona murió y 227 resultaron heridas.
¿Por qué protestan?
El Gobierno de Macron anunció una nueva alza en los combustibles, que se empezaría cobrar a partir de enero del próximo año, como parte de su política de fomentar el uso de combustibles limpios y energías renovables.
La medida generó el descontento de varios sectores, principalmente de aquellos para quienes el automóvil es de uso indispensable por las deficiencias en la conectividad y el sistema de transporte.
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El Gobierno anunció la congelación de los precios del gas, la electricidad y de los carburantes como medidas para apaciguar las protestas. Sin embargo, las manifestaciones continuaron y ahora se convirtieron en un reclamo general por el alto costo de vida de los últimos años.
Quiénes son los ‘chalecos amarillos’
Los gilets jaunes (chalecos amarillos, en francés) se definen como un movimiento transversal y sin cabezas visibles.
En su mayoría son personas de clase trabajadora que no pertenecen a movimientos políticos ni a un sindicato determinado. Se unieron por medio de redes sociales para mostrar su descontento.
El nombre ‘chalecos amarillos’ es dado porque los manifestantes usan prendas reflectivas como los que usan los automovilistas en Francia en caso de presentarse un incidente en carretera para tener mayor visibilidad.
El movimiento no tiene una estructura organizada. Funciona a través de convocatorias en las redes sociales Facebook, Twitter y Whatsapp.
¿Qué piden?
Una de sus principales demandas es la de aumentar el poder adquisitivo. Proponen también la supresión del Senado o bajarle el sueldo a los ministros. Exigen al Estado que le apueste a desarrollar vehículos de hidrógeno que son más ecológicos, entre otras medidas necesarias para, según ellos, “cambiar el sistema”.
En las redes sociales francesas está circulando un manifiesto con 25 peticiones que van desde apostar por más gasto social, a la vez que se paguen menos impuestos, hasta dejar a Francia aislada de Europa en lo económico y en lo militar, algo así como un ‘Frexit’.
Macron subirá el mínimo y bajará impuestos
El presidente Emmanuel Macron anunció ayer que subirá en cien euros el salario mínimo y que bajará los impuestos a los pensionistas y a los trabajadores, en un discurso en el que trató de responder a las demandas de los ‘chalecos amarillos’.
El Mandatario francés reconoció que sus palabras “han herido a algunos” en el pasado y consideró justificado el descontento que han provocado las protestas, por lo que decretó un “estado de emergencia económico y social” para hacerle frente al mismo.
Admitió que el país afronta “un momento histórico” y pidió a las grandes empresas que participen en el esfuerzo necesario para cambiar la situación.
Macron indicó que ese aumento del salario mínimo, que en la actualidad es de 1498 euros brutos, entrará en vigor en 2019, “sin que le cueste nada al empleador” y añadió que las horas extraordinarias estarán exentas de impuestos y cargas.
El Mandatario solicitó además a los empresarios “que puedan” que entreguen a sus empleados una prima de fin de año que también quedará exonerada.
Asimismo, recalcó que los jubilados que ganen menos de 2000 euros mensuales verán anulada la subida de la Contribución Social Generalizada (CSG), un impuesto proporcional sobre los ingresos profesionales o de capital que financia la Seguridad Social.
‘Chalecos rojos’
Un anuncio difundido ayer en varias redes sociales insta a los tunecinos a hacerse con un “chaleco rojo” y salir a las calles para protestar como en Francia contra la política de austeridad y recortes del Gobierno.
Inspirado en el movimiento francés de los ‘chalecos amarillos’, el mensaje insta a los ciudadanos de distintas zonas del país a “sumarse y coordinarse para emprender una corriente de protesta pacífica” contra la creciente desigualdad social.
El objetivo es dar a la juventud tunecina “dignidad y derecho a tener una vida digna”, afirma el mensaje, aparecido en una página de la red social Facebook de forma anónima y en Twiter bajo el enunciado #giletrouge.
El llamamiento se produce a una semana de que se recuerde el octavo aniversario de la muerte de Mohamad Bouazizi, el joven vendedor ambulante tunecino que con su decisión de suicidarse, tras ser humillado por la Policía, desató la revuelta que el 14 de enero de 2011 acabó con la dictadura de Ben Ali.
Aquel alzamiento popular, conocido como la ‘revolución del jazmín’, desató las ahora marchitas ‘primaveras árabes’, una oleada de protestas que alcanzó a países como Egipto, Siria, el Yemen, Baréin o Arabia Saudí, con éxito dispar.