Hace 20 años, el 11 de septiembre de 2001, Estados Unidos sufrió el ataque terroristas más terrible en su historia, que dejó casi 3.000 muertos luego de que Al Qaeda secuestrara cuatro aviones comerciales estadounidenses para ser impactados en Las Torres Gemelas, el edificio del Pentágono y en un campo cerca de Shanksville, Pensilvania.
El dolor está vivo en las familias de los desaparecidos. La Zona Cero de Manhattan, donde se erigían las Torres, se ha convertido en un lugar de peregrinación y homenaje a los fallecidos. Los dos edificios fueron reemplazados por un monumento, una inmensa fuente con forma de piscina cuyas paredes llevan inscritos los nombres de las víctimas.
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A un lado, en el museo memorial del 11S, se expone además un trozo de escalera por donde pudieron escapar algunos de los que milagrosamente sobrevivieron, trozos de muro de los edificios convertidos en un amasijo de escombros, vigas de acero retorcidas por el calor del fuego que originó el impacto de los aviones cargados con combustible y la reconstrucción con imágenes de lo que fue aquel día frenético que mantuvo a más de 2.000 millones de personas en el mundo pegadas a las pantallas mientras George W. Bush, el presidente de entonces, prometía “castigar a los responsables”.
Este año, 2021, precisamente, no solo será recordado como el aniversario número 20 del atentado, sino también, por ser el año en el que Estados Unidos, en cabeza del actual presidente, Joe Biden, retiró definitivamente sus tropas de Afganistán y le puso fin a un conflicto de dos décadas que inició Bush en su lucha contra el terrorismo.
Tras los ataques de 2001, el país norteamericano invadió Afganistán, territorio donde Al Qaeda y su líder, Osama Bin Laden, tenían su base.
Para Óscar Palma, docente de Relaciones Internacionales de la Universidad del Rosario, la respuesta de Estados Unidos hacia Afganistán tras el 11S era apenas obvia, “el país tenía que ir a desarticular a Al Qaeda como respuesta, pero todo lo que surge de ahí durante los 20 años, incluso la salida de Afganistán tan apresurada, es consecuencia de no haber definido desde el inicio en qué consistía la misión a Afganistán”.
Un eje que sí definió Estados Unidos fue el de desarticular el grupo terrorista extremista, pero no precisó si se comprometía a la reconstrucción del país de los afganos. “Estados Unidos quedó en esa especie de zona gris en la cual por momentos parecería que su prioridad era solo perseguir a Al Qaeda y en otros momentos también construir un poco el Estado”, expresa Palma.
En efecto, el país pretendió instaurar un modelo de gobierno occidental, “pero ese objetivo lo abandonó en tanto que insistir en él implicaba un desangre de recursos humanos, económicos, políticos que el mismo pueblo estadounidense políticamente comenzó a no aceptar”, dice el analista político Jhon Mario González.
Por otro lado, los expertos señalan que aunque Biden llegó a la presidencia con el compromiso de terminar la guerra más larga en la historia de Estados Unidos, su determinación de }}}no es fortuita y tampoco nace en su gobierno.
El Mandatario solo cumple “el proceso de retiro de las tropas que se había pactado desde hacía ya mucho tiempo. Es un hecho que comienza con Obama cuando se termina la campaña ofensiva en 2014 y pasa a una misión de apoyo. Realmente es Donald Trump quien finalmente acuerda la salida definitiva con talibanes en las negociaciones en Qatar para mayo de 2021” afirma Palma.
A lo que agrega que solo estaba la alternativa de abandonar el país islámico, pues ya no era mucho lo que estaban haciendo y contribuyendo las tropas, o iniciar una campaña más ambiciosa que implicaba costos demasiado altos para Estados Unidos.
“Para eso habría necesitado un montón de tropas más y seguramente la presencia de otra serie de agencias, incluso de la comunidad internacional y dedicar unos presupuestos que nadie estaba dispuesto a dar, entonces, en cierta forma, la decisión de Biden es racional”, asegura Palma.
No obstante, el analista Lawrence Gumbiner considera que si bien el pueblo norteamericano apoyaba la salida de tierra afgana, la manera en que el país la ejecutó fue “desastrosa”, dando como resultado una crisis política y humanitaria. “Salieron las tropas rápido y sin aviso, no coordinaron ni con los países aliados, ni con los amigos y colaboradores dentro de Afganistán. El resultado fue un gran esfuerzo de sacar miles de personas a finales de agosto, muchos atrapados y desesperados para salir y no sufrir la venganza de los talibanes”.
Así también lo cree Gustavo Morales, experto internacionalista: “Fue un fiasco. Los norteamericanos consideran que fue deshonroso, en ese sentido Biden queda tremendamente debilitado y le va a costar muchísimo en las próximas elecciones, porque los republicanos, quienes fueron los que propusieron la idea de retirarse de Afganistán, están capitalizando esta deshonrosa retirada políticamente”.
Ahora bien, el cierre al capítulo EE.UU. en Afganistán, según el analista Jhon Mario González, golpeará la popularidad del Presidente, sobre todo por la improvisación de las operaciones y el poco cálculo para prever cuándo retomarían el poder los talibanes.
El experto considera que pese a este impacto en la reputación del Mandatario y de Estados Unidos, que coincide con el aniversario del 11S, en un tiempo esta reputación se podrá recuperar, primero, porque los recursos que estaban siendo invertidos en mantener la guerra comenzarán a evidenciarse como ganancia para la Nación.
Y en un segundo lugar, porque el resto de países podrá ver que “el papel de Estados Unidos no fue en vano, sino que tuvo un resultado para la estabilidad de la sociedad afgana y para el beneficio del mundo entero, como un cortafuegos frente al terrorismo. Estados Unidos logró sembrar una semilla de sociedad medio occidental en la sociedad afgana”, apunta González.
Se esperaría que por la influencia de EE. UU. en Afganistán en estos 20 años, se haya moldeado la forma de gobernanza del territorio islámico y que por eso, los talibanes, de nuevo en el poder, deban aceptar unos mínimos de libertad que no eran tenidos en cuenta en los tiempos más oscuros de su régimen entre 1996 y 2001.
De la misma manera, Manuel Guevara, politólogo y abogado, considera que en los 20 años transcurridos desde el atentado del 11S y la llegada del país norteamericano a Afganistán, el mundo ha cambiado y se ha globalizado en el manejo de la información: “Los ojos del mundo están sobre Afganistán y eso puede afectar en buena medida el panorama. Hay un gobierno que está retomando el poder con sus convicciones, ellos van a buscar una legitimación extranjera, deben evitar perjuicios”.
Es por eso que Guevara confía en que no habrá nuevos ataques terroristas contra Estados Unidos en los próximos años, pero sí una disputa geopolítica con otras potencias sobre los territorios donde Estados Unidos todavía conserva presencia.
“Biden probablemente se aguanta un primer golpe para cumplir con lo pactado de retirar las tropas, pero ya cuando se empiece a afectar su autonomía como presidente y como máxima autoridad militar de Estados Unidos, tome represalias que signifiquen seguir militarizado las zonas donde ya tiene presencia, sobre todo en Medio Oriente”, cuenta el politólogo.
Gumbiner, por su parte, advierte que dos décadas después del 11s, Afganistán puede convertirse nuevamente en un espacio para el fortalecimiento de grupos extremistas, “es una señal preocupante, no solo Al Qaeda, sino también ISIS-K, la cuestión es si el Talibán tiene el deseo de no aceptar esos grupos en su territorio y si tienen la capacidad de frenarlos”. Lo dirá el tiempo.