Marvin Reyes maquilla su rostro y prepara su cabeza rapada para las pelucas que lucirá cuando se transforme en Akeira Davenport, una ‘drag queen’ que reta la discriminación sexual en Nicaragua.
“Yo me dedico hace 11 años a hacer transformismo”, cuenta Reyes, jefe de cocina en una universidad privada de Managua, al comentar que ha tenido miedo por la aceptación social y soportado agresiones verbales y físicas.
“Lo de Akeira lo hago como una pasión, una diversión, algo que me gusta, sin necesidad a veces de no obtener dinero porque me gusta el arte, entonces esa es la diferencia entre Akeira y Marvin”, dice Reyes, de 31 años, a la AFP.
“Todo sucede rápido”
Akeira ganó hace pocos días un concurso ante pares de países centroamericanos realizado en un bar en Managua.
En el concurso, tres participantes se maquillaron en el escenario del bar ante una audiencia conformada por miembros de la comunidad LGBTIQ+, mientras jugueteaban las luces de colores al ritmo de la música y una máquina de humo agregaba opacidad al lugar.
Los asistentes vieron como las “queens” se ayudaban para ajustarse la vestimenta, colocarse bien las pelucas y ponerse los zapatos con tacones o botas altas para ganar la segunda edición del concurso Mix Imperial Central American Tropical Drag Royale.
“Normalmente el transformismo es perfecto (...), hay una puerta y sale una transformada (...); aquí no hay tiempo para que se cambien entre pasarelas, todo sucede rápido”, explica a la AFP Lola Rizo, quien organizó el concurso en el Candyland by Teatro.
Cada concursante debía cambiarse atuendos, luego una presentación y preparar la siguiente, mientras los asistentes coreaban los nombres de las participantes.
Las concursantes deben lucir bien, realizar una buena actuación y saber hablar ante el jurado, añade Rizo, artista y travesti de 32 años, para quien “este tipo de actividades no solamente hablan de la diversidad sexual y de género”, sino de la realidad de cada país.
“Vivo con temor”
La discriminación y las agresiones en calles de Nicaragua y en redes sociales son frecuentes para los miembros de la comunidad LGBTIQ+.
Por esto, se requieren leyes que penalicen las agresiones, asegura a la AFP Ludwika Vega, de 40 años, presidenta de la Asociación Nicaragüense de Transgéneros.
Según el Observatorio de violaciones a derechos humanos de personas LGBTIQ+, en el 2022 se registraron en Nicaragua 43 situaciones de discriminación y violencia contra mujeres trans, homosexuales y lesbianas.
En tanto, durante el primer semestre del 2023 se produjeron 16 agresiones verbales o físicas y dos crímenes de odio que terminaron con la vida de dos mujeres trans, según el observatorio. El camino del respeto a la diversidad sexual ha sido difícil en Nicaragua.
La homosexualidad estuvo penada desde la década de 1990, tras la derrota electoral del gobierno de la revolución sandinista (1979-1990), pero luego del retorno en 2007 del actual presidente Daniel Ortega al poder, se abolió la criminalización de la homosexualidad.
En 2009 se creó una Procuraduría Especial de la Diversidad Sexual, aunque falta una ley de identidad de género, indica Vega, quien en 2019 fue atacada por desconocidos que la dejaron moribunda.
“Soy una mujer trans que vive con el temor, con la zozobra de que pueden hacerme algo o puedan atacarnos por no ser como la sociedad quiere que seamos, con esos esquema y roles patriarcales que nos imponen”, añade Vega, graduada universitaria en Mercadotecnia.
Dice que aspira a vivir en una sociedad “sin rechazo, sin exclusión, sin violencia, donde podamos vivir con nuestra familia, con nuestra pareja, sin que nadie nos señale y nos diga que no somos bien vistos, porque en esto juegan mucho lo fundamentalismos religiosos”.
“Soy la misma persona”
Cuando Akeira se aleja de escenario, Marvin toma su lugar en la casa donde vive con su madre y hermanos en un populoso barrio de Managua. Allí sigue con su otra pasión, la cocina, y mantiene como mascotas a un conejo y dos pericos.
Después de lavar verduras y pelar cebollas, Marvin explica que con su actuación como “drag queen” busca dar aliento a los miembros de las minorías sexuales.
“Tenemos que ser una sola persona y demostrar que, aunque tengo una peluca o tengo maquillaje, soy la misma persona siempre”, dice.
“No tenemos porqué andar con prejuicios nosotros mismos. Nosotros mismos a veces nos ocultamos y no nos damos a conocer y eso daña físicamente, [y] en el corazón también te afecta”, sostiene.
*Con información de AFP