La prioridad del nuevo Presidente de los Estados Unidos, Donald Trump, de expulsar a los migrantes irregulares e impedir su entrada al territorio nacional ha sido reafirmada por el mandatario en numerosas ocasiones a lo largo de su carrera política.
Entre las tajantes medidas a las que el nuevo jefe de Estado ha dado luz verde, tras su llegada a la Casa Blanca, se encuentra la firma de una orden ejecutiva con la que se pretende eliminar la ciudadanía por nacimiento a los hijos de migrantes indocumentados.
Asimismo, aquellas personas que nacieron en EE.UU, mientras sus padres se encontraban en manera temporal, bajo una visa de turismo, trabajo o estudio y no sean ciudadanos estadounidenses, ni residentes, también se verían afectados por esta decisión.
Aunque no han transcurrido 24 horas desde que el magnate norteamericano juró “proteger la Constitución” bajo la cúpula del Capitolio en Washington, el republicano ya habría firmado sus primeros nueve decretos, en virtud de demoler el legado de su predecesor, el demócrata, Joe Biden.
Esta medida tiene estrecha relación con la declaración de “emergencia nacional” en la frontera entre México y Estados Unidos, con el fin de devolver a una “edad de oro” al país, deteniendo las entradas ilegales, implicando además la deportación de millones de extranjeros que intentarían ingresar al territorio de manera irregular.
También retomaría el programa “Quédate en México”, que obliga a los migrantes a esperar, del otro lado de la frontera, el desenlace de sus procesos migratorios.
“Probablemente, México no quiera eso, pero tenemos que hacer lo correcto”, afirmó Trump en horas de la noche, desde la Casa Blanca.
Estas decisiones han causado todo tipo de reacciones. Mientras hay quienes celebran la decisión, aseverando que esta decisión terminaría de una vez por todas con una práctica ilegal que por años han ejecutado personas de todos lados del mundo; otros aseguran sentirse frustrados ante la respuesta del magnate, a quien suplican por empatía.