Desde hace un año se ha sentido en Gaza el conflicto más devastador en su historia. Los ataques liderados por Hamás el 7 de octubre de 2023 dejaron un saldo de alrededor de 1200 israelíes asesinados y más de 200 secuestrados, un día calificado como uno de los más sangrientos en la historia judía desde el holocausto.
A un año de esta guerra, el balance es trágico y desalentador. Una región en alta tensión, más de 40.000 palestinos asesinados, millones de civiles desplazados, una región con una economía devastada, miles de personas sufriendo de inseguridad alimentaria y gran parte del territorio de la franja de Gaza en escombros.
Las advertencias de la ONU y de los principales líderes comunidad internacional han resultado insuficientes. Las iniciativas de Estados Unidos, principal aliado de Israel, para poner fin al conflicto en la región están estancadas y hoy, a un mes de las elecciones en ese país, los ánimos están divididos y los esfuerzos de los partidos están concentrados en conquistar a los electores de los estados indecisos en una elección que parece muy apretada. Las iniciativas provenientes del mundo árabe tampoco han resultado suficientes y no han ejercido una presión diplomática efectiva contra Israel. Parece que el mundo se ha acostumbrado a “la nueva realidad” de la región.
Si se tratara de hacer una evaluación de lo que Israel o Hamás han conseguido hasta el momento, el resultado no es satisfactorio para ninguna de las partes. Desde Israel, el Gobierno de Netanyahu ha sido enfático en que sus prioridades serían desaparecer a Hamás y también recuperar a los rehenes. Estas dos tareas siguen sin cumplirse. Por un lado, las recientes semanas han significado golpes estratégicos para Hamás, particularmente por los ataques focalizados sobre la estructura de Hezbolá, grupo apoyado por Irán y brazo armado de Hamás. No obstante, estas son organizaciones que no se eliminarán fácilmente, debido a su forma de operar y su estructura en red. Por otro lado, el Gobierno no ha podido rescatar a los casi cien rehenes israelíes que siguen en poder de Hamás.
Desde el lado de Hamás, aunque han atraído de nuevo la atención de la comunidad internacional al generar presión sobre su enemigo de una forma en la que no se había hecho antes y -también- han logrado recuperar parte de la narrativa de resistencia entre los habitantes de Gaza, estas alegadas “victorias” han resultado tremendamente costosas para la organización y para los civiles. La presión ejercida sobre Israel solo ha hecho que el Gobierno de Netanyahu recrudezca su discurso y acciones militares sobre la zona, lo que ha terminado con la vida de miles de palestinos y ha puesto en riesgo la seguridad humana de las personas que aún permanecen en Gaza. Sin duda, una guerra que ambas partes están perdiendo.
Las últimas semanas han sido de las más intensas en este año de conflicto, particularmente con el involucramiento directo de Irán, con el ataque del pasado 1 de octubre. Netanyahu amenazó con hacer pagar a Irán por el ataque recibido e incluso podría ser esta la oportunidad que ha buscado Israel para debilitar a uno de sus principales enemigos en la región. Sin embargo, ambas partes saben que un conflicto arma de grdoan escala sería altamente perjudicial para todos.