Sonrisas fingidas, miradas frías, muestras de desagrado y desplantes a su esposo Donald Trump que han quedado registrados ante las cámaras han sido frecuentes por parte de la actual primera dama de EE. UU., Melania, lo que la ha mostrado como una mujer enigmática, aparentemente inconforme con su vida al lado del Presidente de esa potencia mundial.
En medio de la incertidumbre por cómo terminará el capítulo de unas polémicas elecciones en ese país norteamericano, los ojos se han empezado a centrar también en la esposa del aún Jefe de Estado.
Según medios locales, ella le ha insistido a Trump que reconozca los resultados y acepte su derrota electoral ante Joe Biden.
Sin embargo, Jason Miller, asesor de la campaña del actual Mandatario, desmintió esa información y la propia Melania, a través de su Twitter, pidió que se cuente “cada voto legal” y llamó a proteger la democracia del país con “total transparencia”.
Así también, se sabe que la exmodelo eslovena no ha llamado a su sucesora, Jill Biden, ni estaría dispuesta a entablar próximamente una reunión con ella, como indica la tradición.
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Pero sumado a esto, cada día toman más fuerza los rumores de separación. El diario británico Daily Mail publicó que una ex asistente y otra ex empleada de la residencia del Mandatario republicano han asegurado que Melania ya estaría “contando los minutos” para el divorcio, después de más de quince años de “matrimonio transaccional” y de numerosos años de convivencia en habitaciones separadas.
“Está contando cada minuto hasta que él deje el cargo y ella pueda divorciarse. Si Melania intentara hacer la última humillación y se fuera mientras él está en el cargo (Trump), encontraría la manera de castigarla”, afirmó la ex asistente de la Casa Blanca Omarosa Manigault, que trabajó un año al servicio de la familia presidencial y al marcharse publicó un libro contando cómo fueron sus días allí, respaldado por grabaciones de audio.
Por otra parte, Stephanie Winston, antigua amiga y asistente de la Primera Dama, igualmente escribió ‘Melania and Me’, obra en la que revela detalles de comportamientos de la exmodelo y de la relación entre ella y Trump.
Winston cuenta que su ex amiga nunca esperó que su marido ganara la Presidencia en el 2016, por lo que la victoria en esas elecciones fue un golpe para ella, por lo que estuvo llorando tras el triunfo, sin que fueran lágrimas de alegría.
El libro habla también de las tensiones entre Melania y su hijastra, Ivanka Trump. Dice que supuestamente la Primera Dama se refiere a ella como la “princesa” y que esa mala relación se hizo evidente desde la investidura del Mandatario.
Los constantes desplantes de Melania al republicano alimentaron la idea de que en realidad viven en un matrimonio por conveniencia. De hecho, cuando él asumió el cargo, las cámaras captaron varios gestos de la mujer en los que se le veía incómoda. Fue cuando se hizo tendencia el hashtag #FreeMelania (liberen a Melania), puesto que se decía que estaba atrapada en un matrimonio con un hombre maltratador y misógino.
Muy comentado fue también el hecho de que durante los primeros cinco meses, tras la posesión de Trump, Melania decidiera permanecer en Nueva York y evitara mudarse a la Casa Blanca. La versión oficial sostenía que Barron, el hijo de ambos, tenía que acabar su curso escolar antes de trasladarse, pero la obra publicada por Stephanie Wolkoff asegura que la Primera Dama estaba negociando un acuerdo posnupcial para asegurarse de que su hijo recibiría su parte correspondiente de la herencia de su padre.
Pero más allá de los rumores que le ponen ‘picante’ a la coyuntura electoral, está igualmente el rol que ha tenido que desempeñar Melania en un cargo que tal vez nunca pidió.
Ángela María Bohórquez, candidata a doctora en Ciencias Políticas y Relaciones Internacionales de la Universidad de Delaware, cree que Melania se vio enfrentada a grandes retos al convertirse en la Primera Dama, pues venían de un campo muy diferente al que tuvo que sumergirse en estos cuatro años, y no fue fácil “llegar al ojo público de la política estadounidense”.
Por otro lado, señala la analista, no existen “guías, parámetros o reglas formales para el cargo de primeras damas en Estados Unidos. Entonces, eso también ha generado que haya un posicionamiento de normas y roles de género para que puedan determinar el desempeño de la Primera Dama”.
Agrega que hay muchas expectativas alrededor de la esposa de un mandatario. “Esperas que la Primera Dama sea una consejera del Presidente, que lo pueda apoyar, pero al mismo tiempo se sigue teniendo la misma perspectiva binaria, dicotómica y masculinizada de la política, entonces esperas que la primera dama sea la esposa que cuida la familia, que cuida a los hijos, que cuida al Presidente”.
Quizás, en medio de las expectativas sobre su papel, Melania no terminó de encajar en el molde de una Primera Dama más convencional y tampoco se esforzó mucho por disimularlo.
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