Aquí en Colombia a la mujer no se la toca ni con el pétalo de una rosa, sino que se la mata. Punto. Y si coincide con el Dia de la Madre o de la Mujer, pues mejor.

Es inaceptable que ya la palabra ‘feminicidio’ sea parte del léxico diario de periódicos y noticieros. Inaceptable no su publicación, sino la cantidad de asesinatos de mujeres, de tal manera que ya pertenezcan a la indiferencia emocional colectiva. El domingo pasado las primeras páginas de los diarios las encabezaron con varios ‘feminicidios’. Subieron a titulares porque era el Día de la Madre, Los cientos o miles anuales no merecen casi atención ni publicidad.

No sé si el machismo exacerbado de los colombianos proviene del Concordato o amancebamiento con la Iglesia Católica y el Estado, que reinó durante tantos años, dejando en el inconsciente colectivo que el “hombre mataba por ira o intenso dolor” y la asesinada era “una cualquiera, adúltera o puta”. Y desde ese entonces, el hombre, el macho, el dominador se siente con todo el derecho de violar, abusar, maltratar, torturar a sus mujeres, muchas de ellas indefensas porque no tienen para donde coger, ni educación, ni medios económicos. Sí se quedan, aguantan palo; si tratan de emanciparse, las matan.

Y no pasa nada. El crimen de Unicentro ya es noticia pasada. Fue titular porque ocurrió en un sitio público y de renombre. El asesino se suicidó y todo sigue igual, un huérfano más a nadie le importa.

Recuerdo que en la época de mis progenitores, la mujer que osaba separarse de su marido y enamorarse de ‘otro’ se tenía que ir del país porque merecía cárcel. Era mirada de reojo y blanco de murmuraciones y adjetivos. Yo misma fui víctima del Concordato y en Nombre de Dios dividieron mis hijos, dos y dos. Si hubiera sido uno solo a lo mejor lo serruchan, no sé. Pero si sé los efectos que esto causa en el alma.

Ya hablaba Virginia Woolf de “una habitación propia”, significando que las mujeres tenían derecho a administrar sus bienes y a vivir una vida digna en caso de divorcio o separación. Las que no tenían ese privilegio económico, pues a quedarse amarradas, desposadas y siervas del amo, sin remedio.

Las cosas han cambiado gracias a pioneras del feminismo, desde Sor Juana Inés de la Cruz que en pleno Siglo XVII prefirió encerrarse en un convento para eludir el matrimonio y escaparse de la maternidad, y así poderse dedicar al estudio y a proclamar la igualdad entre hombres y mujeres, escandalizando a curas, beatas y etc.

O Julia Ward Howe, Siglo XIX, quien fue la propulsora del Día de La Madre en el mundo entero para pedir la paz y el desarme. Luchadora contra la esclavitud, feminista, cuando se casó y tuvo hijos su marido la confinó en la casa a las labores domésticas, amenazándola con quitarle los hijos si volvía a luchar por causas públicas. Hasta que ella publicó sus poemas ‘Flores de Pasión’, donde denunciaba a su marido a través de sus rimas de maltrato, crueldad, y el marido en cuestión tuvo que retractarse y devolverle su libertad y sus bienes.

O Charlotte Perkins Gilmar. Siglo XIX. Feminista, intelectual, escritora, escribió uno de sus libros más famosos y reeditados en el mundo ‘The Yellow Wallpaper’ (’El papel pintado de amarillo” en el que escribía cómo su marido y su médico la habían encerrado en un cuarto sin posibilidades de escribir ni trabajar, para recuperarse de su depresión postparto. Libro que se publicó y armó tal escándalo que marcó un hito en la lucha por la igualdad derechos femeninos (libro traducido recientemente de nuevo al español).

En fin, tantas luchas, tantos logros y todavía sigue imperando el machismo desenfrenado. Sobre todo, contra mujeres de escasa o mediana educación o recursos económicos. Algo tiene que cambiar. Y es a través de la educación y sanciones ejemplares para estos machos cabríos y cabrones, abusadores, cubiertos por la impunidad vergonzosa y la indiferencia.

No más. Mujeres, denuncien, no se sometan, pidan ayuda. No esperen pétalos de rosas, pero tampoco balas ni puñales.